ABC-IGNACIO CAMACHO

Los independentistas son magos del enredo, maestros del numerito, virtuosos del ardid, artistas del victimismo

LA gran virtud que es preciso reconocer a los independentistas es su perseverancia. Su determinación para defender su proyecto, sus objetivos y su causa con una persistencia y una tenacidad que ya quisiéramos ver en el Estado, en general, y en los defensores de la Constitución, en particular. No cejan nunca. No decaen nunca. No aflojan nunca. Y no desaprovechan jamás una ocasión para meter su cuña por cualquier rendija que ofrezca la ley, sea con los lazos amarillos, con la presunción de inocencia de los dirigentes encausados, con los debates electorales o con la técnica procesal del juicio. Son magos del enredo, maestros del numerito, expertos del ardid, artistas del victimismo. Por adversas que les resulten las circunstancias, se las apañan para extraer de ellas algún truco propagandístico.

Lo han hecho esta semana con el nombramiento como senador de Iceta, error importante de un Sánchez ebrio de victoria que no ha respetado la autonomía del Parlamento de Cataluña. Han sacado partido al lío de los debates electorales con los presos y los fugados, y han apretado a fondo la tecla de la presunta indefensión en la vista oral del Supremo. Cuestionan el firme criterio director del juez Marchena y reclaman la inmunidad sobrevenida de los candidatos electos. Van a montar el circo cuando Junqueras y compañía comparezcan custodiados por la Policía en la inauguración del Congreso. Piensan exhibir esa foto en todos los medios europeos. Están acumulando agravios supuestos para elevar a la Corte de Estrasburgo un recurso por violación de las garantías del Derecho. Y son plenamente conscientes de su poder decisivo en la investidura del presidente y la formación del Gobierno.

No es en absoluto casual que todo este jaleo lo estén armando en plena campaña. Tanto ERC como el partido de Puigdemont se juegan muchas alcaldías, la base de su tejido de poder clientelar. Saben lo que hacen, y lo hacen con enorme convencimiento aunque estén peleados a muerte entre ellos: otro aspecto del que podrían aprender sus adversarios, que en sus disputas internas olvidan la defensa del modelo de sociedad que los une. No se les escapa un detalle del que puedan extraer provecho. En abril sacaron buen rédito –seis diputados más– del post-procés, que en la práctica ha quedado, por voluntad de los catalanes y del resto de los españoles, políticamente absuelto.

Ésa es su ventaja. Que mientras los demás desisten por hartazgo o galbana, ellos nunca se cansan. Y cuando Sánchez sea investido, cuando se constituyan los ayuntamientos, cuando salga la sentencia, seguirán ahí, impertérritos con su matraca. Y buscarán nuevos desencuentros, nuevos lances con los que abrir grietas en el muro de la democracia. Su táctica es la gota china: la insoportable percusión de una constante lágrima de agua. Y su estrategia, avanzar pasito a paso en la ruptura progresiva con España.