SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

El ex comisario Villarejo ha espiado a todo quisque. Grabó entre 2008 y 2009 a la entonces fiscal Lola Delgado y a su amigo, el entonces juez instructor del caso Gürtel, Baltasar Garzón. También espió en 2011 una cena de Mariano Rajoy con los grandes empresarios del IBEX, información que después trató de venderle a Luis del Rivero, de Sacyr, que no había asistido a dicho encuentro y no quiso comprarle la mercancía.

Y ahora, la nueva edición de las grabaciones ha pillado conversaciones del susodicho con la entonces secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y aquí su marido, Ignacio López del Hierro. Dichas conversaciones se grabaron entre el 20 de julio y el 21 de septiembre y en ellas, el matrimonio contrató a Villarejo para que investigara a Javier Arenas, rival de Cospedal en el seno del partido y una fundación que supuestamente tenía con Luis Bárcenas y Gerardo Galeote.

Ya en grabaciones anteriores se habían dicho cositas comprometidas y otras que eran pura farfolla del enredador. Por ejemplo la conversación que mantuvieron el 21 de julio en Génova sobre el famoso pendrive de la Gürtel: «O sea, que en el famoso pendrive hay de todo», apuntó Cospedal el 21 de julio en la sede de Génova. «Hay mucha chicha», respondió el policía. «Hemos hecho todo lo posible por romper el pendrive», señala, sin que ella repreguntase: «¿Y por qué no lo conseguisteis?». Un pendrive no está hecho de material irrompible por muchos martillazos que le diera, pero probablemente el policía Villarejo quiso demostrar a la posible clienta que estaba muy de su parte: «Chica, yo más por ti no puedo hacer».

Hay algunos aspectos más que son curiosos. Por ejemplo, que Ignacio López del Hierro concertase con el comisario una reunión en la mismísima sede del PP. ¿Y quién era este señor para reunirse con nadie en Génova? Exactamente, nadie, pero estas cosas no son, en rigor, una novedad. Recuerden los buenos viejos tiempos en que el hermano del vicepresidente Guerra recibía en la Delegación del Gobierno en Sevilla a unos amiguetes que iban a tomar un cafelito con Juan Guerra y a hablar de sus cosas, sin que al delegado se le ocurriera, no ya ponerlo de patitas en la calle, sino simplemente llamar a Alfonso Guerra para preguntarle «qu’est-ce que c’est ce merdé?».

Si este fuera un país normal, con una clase política normal que tuviera un diccionario común y unos valores compartidos, los partidos se habrían puesto de acuerdo para no facilitar la estrategia de un presunto extorsionador como el comisario Villarejo, pero no es el caso. No hay una moral unívoca y el PSOE, ah, gran Carmen Calvo, sostiene posiciones morales antitéticas, dependiendo de que las grabaciones fueran de su compañera Delgado o de su adversaria Cospedal. Todos los lances de corrupción tienen esta característica común. Dolores y Dolores, perece que a Cospedal le quedan pocas. En cierto modo, la ex secretaria general ya estaba amortizada como política y Pablo Casado la dejará caer. El doctor Sánchez es mucho más correoso y no dará un paso atrás ni para tomar impulso: ni su tesis plagiada, ni las sociedades creadas por sus ministros, ni las dietas percibidas por los que viven en Madrid, ni las casas no declaradas. Solo va a pagar la pobre Cospe, ya verán. A la izquierda le cubre el manto de la impunidad originaria.