TONIA ETXARRI-El Correo

La izquierda abertzale sigue el guión de ETA, al pie de la letra

Una vez conocido el comunicado de despedida de ETA en el que trata de justificar su abominable historia, nos aguardan quince días de propaganda por parte de quienes sometieron al terror a tantos ciudadanos durante cincuenta años. Hasta que apaguen la luz el próximo 4 de mayo. Con su petición parcial de perdón a las víctimas colaterales de algunos de sus atentados, mostrándose así orgullosos de la mayoría de sus crímenes, lo que persigue la banda estos días es facilitar beneficios penitenciarios a sus presos. Y absolverse de su trayectoria. El Ministerio del Interior ha reiterado que su desaparición no supondrá cambios sustanciales en la política penitenciaria para los 243 reclusos que cumplen sus penas en las cárceles españolas. Con la intención de fijar la idea de que a ETA no le queda más remedio que disolverse sin creer que va a recibir alguna contraprestación.

Aun así, a punto de echar el cierre de su macabra factoría, ETA necesita dar la sensación de que no abandona a sus presos. De ahí los guiños en el comunicado a las víctimas en general reconociendo el daño causado, consciente de que ese reconocimiento es un requisito legal que podría facilitar pequeñas mejoras en la situación de los presos aunque el Gobierno de Rajoy no tenga la intención de dejarse influir por la presión de las movilizaciones del entorno de ETA y de buena parte de los nacionalistas.

Por eso la izquierda abertzale sigue el guión de ETA. Al pie de la letra. Volvió a salir a la calle el sábado. Hablando de la disposición de «todas las partes» para diluir responsabilidades insistiendo en la teoría del conflicto entre dos bandos. Afortunadamente, ETA ya no mata, pero su historia está siendo maquillada por sus herederos políticos, que disfrutan de grandes cotas de poder institucional gracias a los 224.274 votos que obtuvieron en las últimas elecciones autonómicas. Instalados en la tarifa plana del sufrimiento entre quienes mataron y quienes fueron asesinados. Esa es la partitura. ETA no va a reconocer que nunca debió de existir. Y que su aportación ha sido sufrimiento, miedo y enfrentamiento entre la sociedad. La clasificación de sus víctimas al pedir perdón (las que no merecieron morir y, por descarte, las que lo merecieron) es obscena. Situar su origen en el bombardeo de Gernika durante la Guerra Civil en 1937, un insulto a la inteligencia de todos los resistentes antifranquistas y a la memoria de quienes recuerdan, a pesar de tanta propaganda, que el 95% de sus crímenes los cometieron en democracia.

Pero no es solo el comunicado el indicador de su intención de retorcer la historia. Son los homenajes con que son agasajados los excarcelados de ETA en los pueblos. Esos recibimientos con aplausos, pancartas y aurreskus de honor son reconocimientos a quienes mataron o ayudaron a matar. Son actos de ensalzamiento porque los consideran héroes. También las reacciones al capítulo de Alsasua que ahora se está juzgando en la Audiencia Nacional y que refleja que la actitud de odio militante hacia los cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se canaliza a través de movimientos para forzar su expulsión de Euskadi y Navarra.

ETA, a punto de disolverse, está incapacitada por sus propias limitaciones. Urkullu espera de ellos un pronunciamiento «ético» ¿Es concebible una respuesta ética de una organización terrorista que sigue justificándose? Puede llegar a introducir alguna novedad en su lenguaje. Adornos lingüísticos para camuflar su inmovilismo. Pero mató para intentar someter a los ciudadanos a un proyecto nacionalista y totalitario. Y lo hizo en nombre de una Euskal Herria independiente. Y por lo visto, no se arrepiente. Le incomoda reconocer su fracaso después de que el Estado democrático le dejara sin oxígeno (y es de justicia reconocer, en ese Estado, a los funcionarios policiales sin distinciones, a los jueces, a los políticos más decididos y a la sociedad que finalmente venció el miedo, las omisiones y las complicidades) y le preocupa el lastre de sus presos. Pero ha logrado colocar a sus herederos políticos en las instituciones en donde se permiten dar clases de derechos humanos y democracia. Aunque ellos sean incapaces de condenar las vulneraciones que cometió la banda. Quedan más de trescientos asesinatos sin esclarecer. Si se falsea la memoria de lo que realmente ocurrió, el final de ETA supone un alivio pero tendrá un cierre en falso. Y la democracia en Euskadi estará lastrada si no cicatriza la herida.