La ley suprema

EL MUNDO 05/07/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Homs ha dicho que está «hasta los huevos», señal de que el desánimo está empezando a cundir hasta en los representantes más conspicuos de la Catalunya triomfant. No es que Quico esté entre los políticos más inteligentes que uno haya conocido, pero siempre hay margen para espabilar. La destitución del consellerBaiget, que es del PDeCat, como él, ha hecho subir las aguas por las piernas de Homs hasta rozar el paralelo 38. ¿Por qué, si todos estamos en esto, sólo nos condenan a nosotros? Es una buena pregunta. No es que él fuera muy listo, pero peor habría sido que no se diese cuenta.

Estar hasta los huevos es una tradición en los políticos catalanes. Recuerden a Estanislao Figueras, primer presidente de la I República, que dijo en 1873 a su Consejo de Ministros: «Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros», cogió un tren y se marchó a Francia. Lo de darse el bote también es muy catalán. Los consellers de Companys practicaron la suerte con gran virtuosismo en octubre de 1934.

Uno lleva con resignación lo del oficio, pero cuando mira a Puigdemont, ese colega, le invade un profundo pesimismo antropológico y corporativo, pese a Kapuscinski,y hace suya la vieja máxima: «No le digas a mi madre que soy periodista. La pobre cree que toco el piano en un prostíbulo». A ver: que Pujol, el fundador, era un chorizo parece harto sabido, pero tonto no era. Luego vino Mas, que perdió en inteligencia y no ganó en honestidad. Tengo ya escrito que Ibarretxe, junto a Artur Mas, parecía Gladstone. Luego vino Puigdemont, fuera elitismos. Y caretas, que allí manda quien manda, o sea, la CUP.

Ayer presentaron el proyecto de ley del referéndum, llamada a ser la ley suprema cuando se apruebe en agosto. Dos notas exóticas: dice que los ayuntamientos pondrán sus locales a disposición de la Generalidad, pero añade que si no quieren, el Govern buscará otros (art. 30.2). También dice que los cargos de presidente de mesa y vocales son obligatorios, pero no dice bajo pena de qué. (32.1).

La clave es la impunidad. El periodista Urrosolo alcanzó a oír una conversación entre dos empresarios nacionalistas en el vestuario del Club Deportivo de Bilbao durante el plan Ibarretxe. «Va a ser un desastre», decía uno de ellos, modelo Baiget. «Además, no se va a poder hacer». A lo que el segundo replicó: «¿Y si se puede?».

Habría que enviar un ejemplar del Código Penal a cada cargo de esta Merma: alcaldes, concejales, directores de centros públicos, diputados, consejeros, etc. Para que no vuelvan a fingir ignorancia, como en el 9-N. Lo que nos habríamos ahorrado si Zapatero no hubiera derogado el artículo 506bis que puso Aznar en el Código Penal, con penas de cárcel para los presidentes que convocaran referendos ilegales. O sea, Puigdemont. Luego llegó Rajoy con una mayoría absoluta holgada, pero no se atrevió a tipificarlo de nuevo. A ver qué hace cuando Puigdemont firme el decreto. Una mayoría de españoles y al menos la mitad de los catalanes se preguntan lo del empresario vasco, pero sin entusiasmo: ¿Y si se puede?