La misión

ABC 08/08/16
IGNACIO CAMACHO

· Empeñado en jubilar a Rajoy, Rivera aún no ha explorado la vía de conducirlo a una retirada en diferido, escalonada

CIRCULA por el Madrid del poder la especie de que ciertos asesores áulicos han convencido a Albert Rivera de que su misión en la vida consiste en echar a Mariano Rajoy. Ese consejo, atribuido a deseos de vendetta, explicaría la negativa de Ciudadanos a apoyar la investidura con la esperanza de propiciar un candidato diferente y librar al país de un político sobrepasado por las circunstancias y, pese a su terca resistencia electoral, amortizado para emprender cualquier nueva etapa. Pero se trata de una idea con doble filo para el líder reformista, que de llevarla a cabo con éxito podría rendir prematuramente su último servicio a la patria. C’s se alimenta en las urnas de votantes del centro-derecha descontentos con el marianismo, que en caso de desaparecer éste volverían con alta probabilidad a reagruparse bajo un renovado liderazgo en torno al partido alfa.

Por unas razones o por otras, el debate entre la abstención y el sí al desgastado presidente está abierto en la formación naranja, donde se discute con viveza sobre el modo de definir su vocación de bisagra. La tesis de avanzar hacia el voto afirmativo se desdobla a su vez entre los partidarios de limitarse a permitir la formación de un Gobierno del PP y los de participar en él, opción que Rivera parece tener por completo descartada. Es mucho lo que se juega en el envite el joven partido, dividido por una decisión crucial para su futuro ante la que todas las posturas disponen de razones válidas. Tan lógicas son las reticencias a subsumirse en una alianza desigual como el temor a que la falta de compromiso acabe conduciendo aC’s a la irrelevancia. Sin desdeñar la posibilidad de que un eventual Gobierno del PSOE con Podemos provoque un terremoto de decepción en las bases electorales moderadas.

Existe sin embargo una tercera vía que hasta el momento no ha sido explorada. No es otra que la de arrastrar a Rajoy, al fin y al cabo un dirigente en la rampa de salida, a una retirada en diferido, a una jubilación escalonada. Un acuerdo de reformas explícitas y de duración tasada que finalizase con el relevo del presidente bajo pena de moción de censura en caso de incumplimiento de la cláusula. Esa fórmula cumpliría a la vez todos los objetivos de Ciudadanos y no parece que, si se plantea de forma honorable, el candidato esté en condiciones de rechazarla. ¿Problemas? Muchos, claro, pero de esta crisis nadie va a salir sin arriesgar y la pasividad también puede ser una respuesta equivocada.

En todo caso, sea cual sea su opción, Rivera tendrá que asumir costes. El tiempo de la inocuidad se le ha pasado y la suerte le ha gastado una broma: ha de tomar decisiones sin estar en una posición decisiva. Su verdadera misión consiste ahora en identificar la voluntad de sus votantes. Y administrarla eligiendo entre permanecer en una virginidad vestal o involucrarse en la ética de las responsabilidades.