POR FERNANDO PALMERO

Entrevista a MIKEL AZURMENDI-El Mundo

Referente de la lucha contra ETA a través del Foro de Ermua y ¡Basta ya!, una bomba de la banda terrorista le obligó a dejar el País Vasco y su puesto como profesor. Antropólogo, escritor y ensayista, sobre la ideología nacionalista escribió ‘La herida patriótica’ (Taurus), desentrañó los enigmas de ‘Las brujas de Zugarramurdi’ (Almuzara) y analizó el fenómeno de la inmigración en ‘Estampas de El Ejido’ (Taurus).

En Ensayo y error, una suerte de autobiografía publicada en 2016, Mikel Azurmendi aseguraba que durante toda su vida se esforzó por corregir la equivocación que había supuesto su militancia en ETA. «Éramos todos unos asesinos, yo estaba en Francia cuando ETA empezó a matar, pero era de ellos, un asesino en potencia, y no había derecho a asesinar ni en tiempos de Franco», confiesa. Expulsado a los 22 años del seminario, en el que había pasado parte de la infancia y toda la adolescencia, y deslumbrado por la metafísica descripción del alma vasca que daba Jorge Oteizaen Quousque tandem, tomó varias decisiones en poco tiempo que marcarían su vida: «Entrar en ETA, oponerse tempranamente a su violencia y abandonarla».

Dos hechos le determinaron a esto último: tener que votar, por indicación de Julen Madariaga, en el invierno del 66, si había que asesinar o no a un compañero acusado de «liquidacionismo» (años después se lo encontraría y le daría un abrazo); y haber sobrevivido milagrosamente a una ráfaga de metralleta de la Guardia Civil tras el atraco a un comercio. Huyó a Francia y para 1970, trabajaba ya en contra del terrorismo. Cercano al PCE, cortó su relación con los comunistas al comprobar que estaban «contentísimos» con el asesinato de Carrero. «No sólo lo critiqué, sino que distribuimos octavillas denunciándolo en dos barrios de españoles en París». Regresó en 1976, alejado de la política para dedicarse a la docencia. Tras la ofensiva de ETA en los años 90, participa en la creación del Foro de Ermua y de ¡Basta ya!, pero tiene que abandonar de nuevo su hogar. Esta vez, amenazado por la violencia totalitaria que impuso en Euskadi el nacionalismo.

Pregunta.– ¿Qué supone para usted el asesinato de Gregorio Ordóñez en enero de 1995?

Respuesta.– Hasta entonces, yo tenía un rechazo, más que a la política, a los políticos porque no habían podido acabar con ETA, estaban incluso con el terrorismo de Estado y habían aceptado a los poli-milis. Es decir, que el Estado había pactado con los verdugos, que se pusieron a hacer política, con impunidad y sin importarles las víctimas, ya que los de Euskadiko Ezkerra, los euskadikos, tenían el convencimiento, como decía Onaindía, de que hasta entonces matar había sido legítimo. De esta forma, daban también esperanzas y perspectivas a los milis de que al final podrían llegar, como ellos, a un final pactado. Y así fue con Eguiguren o con la ley sobre abusos policiales que se acaba de aprobar para nivelar las culpas y evitar la culpabilidad moral, para decir, cómo ETA no iba a matar si la Policía torturaba y mataba, ellos sólo se defendían. Sé que no soy un buen ciudadano, pero por eso yo no había votado ni la Constitución, ni el Estatuto, ni en ningunas elecciones, hasta 2001. Yo tenía una vida privada muy intensa con los alumnos del instituto donde trabajaba. Pero entonces, cuando lo de Ordóñez vi que mataban a un concejal que iba a ser alcalde y entendí que ya iban a por la instituciones. Si matan a los que defienden la democracia, a los que han sido elegidos por los ciudadanos, es que no había nada. Y entré a militar en la sociedad civil. Si yo no parto de mis intereses no puedo llegar a la política y mis intereses son los de la ciudadanía. Yo quería tener libertad en clase y para eso no pueden matar a un concejal, porque luego matarán a otro y luego a otro. Algunos me dijeron que íbamos a entrar en las listas, claro, no nos habíamos dado cuenta de que eran otros los que estaban entonces en esas listas. Y había que estar con ellos.

P.– ¿Por qué se acaba esa lucha cívica que encarnaban el Foro de Ermua y ¡Basta ya!?

R.– A partir de 2004 se demostró que la sociedad civil era imposible. Desde entonces pienso que en un Estado que se llama liberal no es posible la sociedad civil. Me explico. Gracias a nosotros se firmó el Pacto Antiterrorista, pero llegó el 11-M y Zapatero empezó a dar pasos para romperlo. Y con él se rompería ¡Basta ya! Yo propuse dar un ultimátum a Zapatero y seguir con la militancia en la calle, pero me dijeron que la ruptura del pacto no era el problema. Entonces algunos logran que todo aquello se reconduzca, se fueron a hablar con Zapatero y de esas conversaciones salió un partido, UPyD, que se hacía llamar de progreso pero que era el sectarismo puro, había roto lo poco que teníamos y lo otro lo iba a despilfarrar. Ahí entendí por qué no era posible la sociedad civil, porque la sociedad civil es, en primer lugar, tu familia y luego tus amigos cercanos, y cuando estos fallan, se rompe. Como decía Spinoza, se necesita valor y amistad para lograr la libertad. Yo necesito fiarme del otro…

P.– ¿Hoy se fía de alguien en política?

R.– No me fío de ningún político, por eso igual voto en blanco. Si me apuras, yo le compraría un caballo o un coche a Abascal, porque le conozco, pero no le voy a comprar el voto. Habla de la derechita cobarde, pero él viene de ahí, y ahora lo dice como un insulto, sin explicar en qué estaba equivocado, en qué ha rectificado y qué va a hacer de nuevo. Vox es igual de populista que Podemos, pero también es populismo todo lo que hace Sánchez. El populismo es el pus de la ideología, el síntoma de lo que nos pasa. Cuando no hay logos, se impone el pathos, hay tripas, hay pasión, hay furia. En el liberalismo, (si es que son liberales los regímenes en los que vivimos) se ha roto la posibilidad de dialogar.

P.– ¿Cree que hay riesgo de ruptura en Cataluña?

R.– Sí, porque ahora mismo la política en España es una guerra civil por otros medios. Mira cómo se tratan entre ellos los políticos, cómo se insultan, incluso los periodistas, y cómo nos llaman fascistas a los que no pensamos como ellos. La palabra se está usando como se usaba en el 36. Hoy no hay armas, está Europa y mucha gente está mirando a España. No es lo mismo, ni puede serlo, pero se ha impuesto la consideración de que el otro es un enemigo, y cuando al otro se le califica de enemigo falta muy poco para dar el paso. Hace meses, durante el conflicto de los taxistas, me impactó cuando la hija de uno de ellos dijo que todos los Cabify eran como cucarachas y que había que aplastarlos. La ideología de hoy no es que el otro es un bien, sino que es una cucaracha. Necesitamos repensar de nuevo dónde estamos.

P.– En uno de los artículos recogidos en La herida patriótica decía que los vascos han necesitado siempre un enemigo, ¿lo sigue manteniendo?

R.– Sí, cuando se estudia la cultura vasca, descubres que todos, Garibay, Pozas, López de Isasti, Larramendi… todos necesitan un enemigo. En realidad fueron ellos los que instituyeron en España la limpieza de sangre, porque la primera limpieza de sangre es la de los vascos, que según Garibay eran los protohispanos. En el País Vasco se expulsó, casi con 20 años de antelación a que lo hicieran los Reyes Católicos, a los judíos. Y fueron expulsados porque necesitaban gente limpia. La limpieza de sangre era limpiarse unos a otros, había que limpiar a los sucios y eso implica matarlos. En Y se limpie aquella tierra (Taurus) cuento cómo antes de Arana, la historia de los vascos es la de la persecución constante de unos contra otros, y en esto ETA ha sido el colofón. Fíjate cómo le salió a Julen Arzuaga el otro día todo el odio que lleva dentro.

P.– Con las loas que ha recibido Arzalluz tras su muerte, ¿se ha evidenciado que el nacionalismo ha ganado y que los crímenes de ETA tenían sentido?

R.– Los crímenes de ETA han tenido sentido porque se ha reforzado lo que llaman la nación vasca y se ha fortalecido el dominio absoluto del nacionalismo. Arzalluz tenía razón en su táctica del árbol y las nueces y cuando decía que había un conflicto vasco. El PNV todavía no ha dicho que estaba mal hacer una nación aunque hubiese habido un solo asesinado, uno solo, y ha ligado siempre los asesinatos a que había una causa, un motivo. ETA dice ahora que ya no hay que matar y se ha metido en las instituciones, pero podría haberlo hecho en 1978 y no haber dejado casi mil muertos, miles de heridos y sobre todo miles y miles de familias destruidas y gentes fuera de Euskadi.

P.– ¿Todo proyecto identitario necesita un enemigo?

R.– No, hay una identidad que no busca un enemigo, la identidad de la caridad, la de esas gentes que dan su vida por otros. En un barrio de Madrid, donde no había guarderías, hay unas monjas que decidieron servir a la gente cuidando los hijos de las mujeres que tenían que trabajar. La municipalidad se enteró y les puso un local. Esto también es la sociedad civil, cuando unas personas deciden hacer el bien, porque existen esas necesidades sociales. Imagínate que todo el mundo fuese como esas monjas, hablaríamos de otra cosa, la política sería de otra manera. Imagínate que esos odiosos jubilados de Bilbao que se juntan los lunes con sus pancartas de odio, un día hacen una reunión y deciden que, a parte de pedir, van a colaborar de alguna manera con el municipio, por ejemplo, ayudando a los niños a hacer los deberes y estar con ellos dos tardes a la semana, y que lo hicieran gratis. Ya tendría otro sentido lo que piden, porque ellos estarían dando y se convencerían de que hay que pedir de otra manera. Mientras no haya sociedad civil, el capitalismo no cambiará y con este capitalismo liberal no va a cambiar la sociedad civil. Ahí estamos.

P.– Ahora que lo ha citado, ¿usted dedicó El relato vasco (Almuzara) a Spinoza, no?

R.– Sí, la Ética es muy iluminadora, pero más aún lo es el TratadoTeológico-Político. Igual que Descartes es el que proporciona el método para ser individuo, Spinoza es el que da la definición de individuo, cuando dice que el ser es el conatus que le hace mantenerse en su ser en cuanto que es. Pero a esa definición, la de perseverar en el ser, le falta la gratuidad, porque el ser no es uno, no es el aislamiento leibniziano, la esencia incomunicable,el ser es la cadena, alguien te ha dado la vida y tú se la darás a alguien. Por eso el otro es necesario. El ombligo es una señal inequívoca de que el otro es un bien y el sexo te enseña que tú también puedes ser un bien y hacer lo que otro, tu madre, hizo antes por ti. Estamos todos enganchados, somos la cadena humana, el individuo cree que nace solo y muere solo, pero no es así, por eso yo estoy en contra de la eutanasia, que en realidad solo es una muerte deseada y provocada para evitar el dolor, no es una muerte buena.

P.– ¿Cuál es la muerte buena?

R.– La muerte buena es la que se da por los demás, como los 43.000 cristianos que son asesinados cada año en el mundo por el solo hecho de serlo. O como Máximo Kolbe, el religioso que se cambió por un prisionero que iba a ser asesinado en Auschwitz porque aquel hombre, que luego sobrevivió, tenía mujer e hijos y él se consideraba ya viejo. Esa es la muerte buena. No se explica que en un país rico, como es el nuestro, alguien tenga que matarse para evitar el dolor y provocar una muerte rápida, eso ya existe, con cuidados paliativos, lo que pasa que en España no hay paliativos, los políticos se ha guardado ese dinero. Pero con todo esto, lo que se quiere es desprestigiar el valor la vida, decir que la vida es cualquier cosa, como el aborto, que también implica suspender una vida y la tratamos como si fuera un grano.

P.– Pues el debate sobre la eutanasia ha entrado ya en la campaña electoral…

R.– No habrá ningún debate, sólo habrá una votación, ese falso debate me parece un desfalco ideológico en el que han caído todos los políticos y el periodismo en su conjunto. Lo que ha hecho Sánchez es aprovechar la conmoción de un caso para convertirlo en una idea y disfrazar los motivos. La televisión, la propaganda, exhibe una parte y oculta otra. Y luego proyecta los temores ante la muerte y ante la soledad. Cuando aparecieron en Telecinco las imágenes del marido ayudando a morir a su mujer, habría al menos diez casos similares con seres queridos amándose, besándose, abrazándose. Y otros diez, como mínimo, con cuidados paliativos, dando las gracias por lo bien que sus seres queridos les han cuidado. Pero sólo se dio ese caso, que claro que nos conmociona, aunque no es la verdad completa, y si no se da la realidad entera, estás mintiendo. Después de aquellas imágenes, salió Sánchez diciendo que los que permiten eso son los reaccionarios y que él es el progresista. Como le dije a un amigo de Comunión y Liberación, cómo no vamos a ser reaccionarios si somos cristianos.

P.– ¿A qué se debe su vuelta al cristianismo?

R.– Mi vuelta al cristianismo se debe a que he visto gente buena y he comprendido que España se hubiera hundido sin ellos. Yo he llegado a Dios por el camino inverso que hizo la Iglesia. La Iglesia empieza por Dios y a partir de él explica el mundo. Lo que yo explicaría hoy a mis alumnos es que Dios es necesario, pero que se verá al final, no al principio.

P.– ¿Es el islam incompatible con la democracia?

R.– Cuando publiqué Estampas de El Ejido, me llamaron racista e islamóbofo. Más de 50 profesores, entre ellos 20 catedráticos, muchos de ellos por puro rechazo de la realidad, porque algunos me confesaron que no habían leído el libro, firmaron un escrito contra mí y no pude volver a dar una clase más de Antropología en toda España. No sé cómo será el islam en el futuro, históricamente lo ha sido, pero también el cristianismo fue incompatible con la democracia y luego se ha acoplado. El islam tiene que reformarse, pero eso es un asunto de ellos, no de los demás.

Licenciado en Filosofía en la Sorbona de París, fue profesor de secundaria e impartió clases de Antropología social en la Universidad del País Vasco En ‘Ensayo y error ’ hizo un repaso de su vida y en ‘El abrazo’ (ambos en Almuzara) dio cuenta de su reencuentro con Dios y el cristianismo