IGNACIO CAMACHO – ABC

· Los susanistas han alzado una frontera en Despeñaperros y se han declarado insurrectos como los moriscos de las Alpujarras.

Es una rebelión, no una simple discrepancia. Los susanistas han alzado una frontera en Despeñaperros y se han declarado insurrectos como los moriscos de las Alpujarras. Insumisos contra el modelo de partido de Pedro Sánchez y contra su proyecto de país expreso en la definición «plurinacional» de España.

Pero sobre todo contra su liderazgo, contra su línea bonapartista, contra su designio de liquidar la vieja estructura orgánica. El congreso regional andaluz se ha convertido en una demostración de fuerza en defensa de la identidad tradicional de la socialdemocracia. La tregua ha durado dos meses, el tiempo que los perdedores de las primarias han necesitado para lamerse las heridas y recomponerse para la batalla.

La línea de resistencia es diáfana. Los socialistas andaluces se negaron a votar la famosa declaración de plurinacionalidad y están dispuestos, o eso parece, a desacatarla. Llevan en el poder desde el 82 porque supieron rentabilizar el agravio comparativo con las autonomías históricas y esgrimen frente al pedrismo el capital político de esa voluntad igualitaria. Fue Andalucía la que rompió en un referéndum el diseño constitucional de dos velocidades que el líder del PSOE pretende rescatar ahora para satisfacer las aspiraciones catalanas. La oposición frontal a esa estrategia tiene el objetivo de debilitar a Sánchez cerrándole el entendimiento con los soberanistas y limitando por tanto sus posibles alianzas. El secretario general sigue teniendo un problema en la retaguardia. Un problema llamado Susana.

El discurso de ayer de la presidenta, que ha laminado a la disidencia interna en su territorio para pagarle a Sánchez con la misma moneda, fue un alegato contra el nacionalismo. Díaz ha sufrido un fuerte desgaste, ha perdido apoyo social y se ha dejado en las primarias muchos jirones de prestigio. Sabe que la oposición le pasará factura de cualquier privilegio que cuestione la igualdad entre los españoles y no puede permitirse concesiones en ese sentido. Esa presión incluso le viene bien para amagar con montar otro 28-F… contra su propio partido.

No hay integración ni reconciliación: Pedro y Susana se profesan un odio africano. El líder tiene recién ganada una autoridad plebiscitaria pero se equivocará si da al susanismo por amortizado. El debate territorial acaso constituya sólo un pretexto, el argumento ocasional para hacerle entender que su victoria tiene límites y que hay una facción esencialista decidida a impedir su aniquilamiento.

El fondo de la cuestión es el empeño del PSOE convencional por sobrevivir a una refundación adanista que desprecia la historia y la cultura del proyecto. El latifundio institucional andaluz tiene poder, recursos clientelares e influencia política para resistir enrocado en su feudo. Y Sánchez ha recibido este fin de semana la inequívoca advertencia de que le va a costar roer ese hueso.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 30/07/17