FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD  19/01/17
EDUARDO ‘TEO’ URIARTE

Tras padecer un año sin gobierno, debido al desencuentro profundo entre los dos forjadores de nuestro sistema político, el PP y el PSOE, unas navidades consumistas, en la que nos libramos de volver a votar, han devuelto a la sociedad española a su comportamiento más habitual, frívolo y olvidadizo. Ya Unamuno sentenció que los españoles tenemos menos memoria que las gallinas, evitemos en lo que se pueda este defecto.

La crisis política se resolvió de la forma más coherente con los comportamientos democráticos, facilitando la investidura del candidato del partido más votado, lo que ha supuesto en el PSOE un viraje respecto a la deriva izquierdista que le animaba a la constitución de un Gobierno con Podemos. Finalmente, la defenestración de Sánchez en un crispado comité federal devolvió a su partido a un comportamiento de responsabilidad institucional, el mismo que asumiera desde la Transición, retornando a su lugar y papel. Es decir, como el partenaire de izquierda reformista consustancial al sistema que hemos disfrutado tras la dictadura.

Este gesto del partido socialista ha devuelto la calma a la política y a la ciudadanía, y muestra hasta qué punto su responsabilidad ante el sistema favorece la convivencia y estabilidad. Nos permite observar la importancia que este partido posee en la supervivencia de esta democracia. Importancia y papel del que se desvió en tiempos de Zapatero en un proceso izquierdista y de la manipulación de una incivilizada fobia contra la derecha hasta convertirla en la parte esencial de su ideario. Fobia hacia la derecha siempre ha existido en esta izquierda tan sentimental y cainita, pero exaltarla y convertirla en el centro de su ideario ha sido un hecho reciente, máxime después de los acuerdos con ella tras la dictadura. En el izquierdismo y, sobre todo, en esa fobia encontró Pedro Sánchez el discurso, y una militancia dispuesta, para apostar por un proyecto de gobierno de vocación rupturista puesto que necesitaba a Podemos.

Evidentemente la crisis en el PSOE no ha acabado con el nombramiento de la gestora. Su crisis es muy profunda, toda la socialdemocracia europea tiene el reto de volver a encontrar su papel tras las grandes pérdidas electorales padecidas en provecho del populismo, sea este de derechas, como en Francia, o de izquierdas, como en España. No hay más que observar la asunción de planteamientos conservadores por parte de Korbin, el líder del laborismo británico, la aceptación del Brexit, la limitación a la contratación de extranjeros, reticencias ante la inmigración, un militante de cultura trotskista, para darse una idea de la inexistencia de rumbo en este histórico partido. Sirva de ejemplo para apreciar la profunda crisis ideológica que atraviesa todo el socialismo europeo y su actual carencia de proyecto político. Sin embargo, a la espera de que alguien atisbe ese proyecto, el PSOE debe impedir y corregir lo que ya estaba en marcha aquí, evitando el efecto estampida hacia el abismo, resultado de su tradicional inoperancia teórica, su esencia sindicalista y profundamente emotiva, y sus peleas internas.

En España la deriva ideológica no ha sido, como en Francia o el Reino Unido, hacia la derecha sino en sentido contrario. Es más, determinados fundamentos del populismo libertario que amenaza con hacerse con la hegemonía de la izquierda habían sido promovidos antes de que éste llegara por el propio PSOE. Porque él fue el primero en asumir la desconexión con el sistema tras su exaltado adoctrinamiento de incompatibilidad fóbica con la derecha, constituyendo esta actitud, el odio, el primer gran planteamiento ideológico del que ha surgido Podemos. La ruptura con la Transición fue realizada mucho antes que apareciera Podemos mediante el invento y uso promovido por el socialismo de la memoria histórica como arma para el enfrentamiento. Y el abandono de la propia Transición, origen referencial de nuestro sistema, en una falsa interpretación de que ésta se aceptara tal cual por temor a los “poderes fácticos”, fue otro paso hacia el desastre socialista. Este segundo peldaño ideológico fundacional del populismo surgió de aquellos medios intelectuales y mediáticos de una izquierda en la que aún no estaba Podemos y era hegemónico el socialismo. Todo un repertorio de profundos y erróneos fundamentos doctrinales capaces cada una de ellos de armar, desde el socialismo español, el encargado en su día con gran éxito de desactivar el radicalismo de todas las izquierdas rupturistas acogiéndolas en el seno de “la casa común”, el peor futuro político.

Si para Javier Cercas constituye, según su columna en El País, en un reproche a Alberto Garzón, una falsedad que la Transición la hiciera en exclusividad la derecha sin la importante participación de la izquierda, y considerar un error entregar el protagonismo de su realización a ella, este mismo reproche se puede dirigir a amplios sectores del PSOE puesto que, incluso antes, opinaron y difundieron esta falsedad. Trascendente coincidencia ideológica entre Podemos y amplios sectores del PSOE en la condena de la Transición, porque de ella surge, como surgió en la izquierda abertzale y ETA, un discurso de enfrentamiento con el proceso de convivencia para llamarse posteriormente esa izquierda, como lo hiciera HB, la izquierda consecuente. Toda esa exaltación fóbica hacia el PP, rechazo de búsqueda de acuerdo o componendas con la derecha, y renuncia de la Transición, como paso previo a la renuncia constitucional, ya lo descubrimos en la izquierda abertzale hace muchos años, y es el esbozo del futuro ideológico al que nos podía haber conducido el PSOE tras el estandarte del “no es no”. Para medir las consecuencias del abandono de esta referencia fundamental de nuestra democracia, la Transición, se debiera tener presente lo que significa para Félix de Azua: “en nuestro país la Transición es el gran enemigo que une a los totalitarios”.

Importante viraje, diría que trascendental, el que el PSOE hiciera en su crispado comité federal para facilitar la investidura de Rajoy. A cambio éste se ha puesto a mimar y cuidar al PSOE facilitándole un protagonismo institucional llamativo y permitiéndole capitalizar alguna reforma, como la subida del salario mínimo. Esta solicita atención hacia el PSOE por parte de derecha, no sólo se produce porque la investidura se ha hecho gracias a su abstención, tampoco sólo porque las mentes pensantes de la derecha hayan descubierto lo importante que es para la supervivencia del sistema la supervivencia del PSOE, siempre y cuando éste continúe siendo socialista, sino también porque el PSOE con sus comportamientos de alejamiento e irresponsabilidad institucional, el “no es no”, compresión de la reivindicaciones secesionistas, tan vacua como declamativa reforma constitucional, había convertido al PP, a pesar de sus inaceptables silencios, malas actuaciones y omisiones, como el único referente importante de estabilidad política. Le garantizaba, a poco que aguantara con algún acierto por mediocre que fuera, la hegemonía política. Favor con favor se paga.

Si el socialismo español puso las bases doctrinales para el triunfal nacimiento del populismo de izquierdas, el silencio político de la derecha lo facilitó. Que en una situación de crisis económica, que anunciaba la política, el presidente con mayoría absoluta dejara que los problemas se pudriesen, en silencio, y que las medidas ante la crisis a lomos de la ciudadanía no tuvieran las necesarias explicaciones desde el Gobierno, producía tal desamparo y vacío que vinieron a aprovecharse de él locuaces y jóvenes profetas que encandilaron a la sociedad con las técnicas de la propaganda más sobadas desde los años treinta por los nazis. Así, el vacío producido por la inexistencia de discurso democrático, puesto que el del PSOE desde hace tiempo empezaba a no serlo, y el de derechas ha sido inexistente, ha sido ocupado por una serie de jóvenes osados, intrépidos y narcisistas, que entre medias verdades, ocurrencias mediáticas, y morcillas en escena, han sido capaces de arramplar con cinco millones de votos. Sólo ha existido una excepción, el novel y constitucional discurso de Ciudadanos, del que se encargaba el PP de minimizar al máximo puesto que lo consideró desde el primer momento su adversario directo.

Afortunadamente, como ya está dicho, y en el último momento, el PSOE supo reaccionar, dar un brusco volantazo en su duradero proceso de radicalización izquierdista, y facilitar la gobernabilidad del país. Aunque su reto fundamental, dotarse de un proyecto político e ideológico está todavía por verse. Sin embargo, volviendo a hacer evidente la crisis del PSOE, la anunciada candidatura de Patxi López a la secretaría general nos devuelve a la pesimista consideración de que muchos de los anhelos de dicho partido se encaminan más hacia cuestiones de reparto del poder interno, cada vez menos poder, que a la conversión de éste en un instrumento al servicio de la sociedad alejándose de su actual izquierdismo. Porque resulta importante significar que inmediatamente después de un profundo discurso político del presidente de la gestora, Javier Fernández, en el que desde la necesaria reflexión y autocrítica se plateaban los retos del partido, la aparición de Patxi López venía vacía de análisis, excepto en la crítica a la gestora y a la decisión de favorecer la gobernabilidad del país, asumiendo y ratificando la retórica izquierdista de los últimos tiempos. Lo que nos permite suponer que esta candidatura implica el sostenimiento de la línea que le ha llevado a su partido a su más clamoroso desastre y facilitado la irrupción de un populismo rupturista dispuesto a engullir al PSOE.

Patxi López significa el ensimismamiento interno, la reafirmación de la crisis, la despreocupación por la inexistencia de un proyecto propio, la enajenación ante cualquier reflexión sobre el mantenimiento del sistema democrático. Significa, por el contrario, la perduración de las peleas de pasillo en el seno de un partido cada vez más descapitalizado de pensamiento, y por ello de responsabilidad y de mentes para llevarlo adelante. Esperemos que otra candidatura que represente lo que ha significado la gestora ponga la bases para levantar a este partido del marasmo en el que el izquierdismo le ha sumido.