La trama de Podemos

EL MUNDO 16/03/17
TEODORO LEÓN GROSS

La alianza implícita de Podemos con el nacionalismo resulta cada vez más explícita. Siempre que toca blanquear algún punto turbio del proceso, ahí está Podemos. Echenique, tras la sentencia del 9-N, proclamaba «no nos parece delito poner urnas». Incluso desde el dogmatismo más cerril, es ridículo reducir a eso la desobediencia delictiva al TC. Pero el discurso oficial de Podemos sencillamente se mimetiza allí. Su máquina de guerra no va a permitir que la realidad les desbarate el argumentario con el que aspiran a liderar Cataluña. Desde hoy, algo más de 50.000 podemitas van a votar si se integran en Els Comuns, con la bandera de la república catalana, o será un pacto posterior. Han ocupado una cuña en el eje Esquerra-CUP, quizá con algo menos de purismo sectario, incluso algún escrúpulo como la farsa del procedimiento abreviado, pero el modelo quedó acotado por Domènech: «Catalanismo soberanista de izquierdas con vocación de mayoría».

Entretanto, Podemos ha renovado su propaganda: La Trama es el nuevo fetiche retórico. Lo inauguró Iglesias tras presentar, subyugado, el libro Ibex 35. Una historia herética del poder en España, lleno de datos, obviedades y deducciones conspiranoicas. Abandonan así el mantra de La Casta, ahora que ellos pisan las alfombras de las instituciones (aunque Iglesias a veces se sienta en ellas, porque la evolución de la especie nunca es rápida). El Gran Jefe de Podemos ha pedido a su Gobierno en la sombra que el próximo sábado, bajo la doctrina del autor de Ibex35, tengan todos engrasada la máquina para difundir La Trama: la red de poder político, financiero, judicial y mediático, y así hasta la Corona y la Iglesia, que secuestra la soberanía nacional. Sí, suena delirante, ¿pero por qué iba a ser esto una excepción? La mayoría de conceptos de Podemos empiezan siendo una milonga y acaban normalizados en las redes.

El nacionalismo, claro, no está en esa trama; aunque haya demostrado tener la red político-financiera de control social más espesa de la política española. Es una paradoja previsible: se les salva por ser nacionalistas, en definitiva por desafiar la estabilidad del Estado. Eso beneficia a Podemos –cuanto peor, mejor– y aumenta su margen de maniobra para crecer allí. Por eso, mientras estigmatizan a la casta de la partitocracia, exhiben tanta tolerancia con la cleptocracia burguesa del 3%. Ese pragmatismo podemita aprovecha la altísima tolerancia de la izquierda hacia el nacionalismo, incluido el PSOE, desde la Transición, cuando aún podía tener un aura de progresía al haber compartido la hostilidad de la dictadura. Y lejos de corregirse, aquella empatía miope ha evolucionado a una simpatía ciega. Por demás Vistalegre II cuenta con sus votos a la espera de Sánchez II.

Una trama, qué ironía, no sólo significa una urdimbre de hilos entrelazados, como lo interpreta Iglesias imaginando los poderes conchabados del Estado. También es –cuarta acepción del DRAE– «enredo de una obra novelesca». Y esa definición parece definir mejor la trama de Podemos. La construcción del discurso populista de buenos y malos necesita la dualidad gente/sistema secuestrado, y deriva en ficciones conspiranoicas. Claro que hay poderes en el Estado y redes. Creer otra cosa sería infantil. Sistema es eso. Pero va un abismo de ahí a la fantasía siniestra del Estado como un cuarto negro donde políticos, banqueros, magistrados, periodistas y hasta obispos se reparten los beneficios condenando a los débiles. Lo acojonante no es que un partido pueda enarbolar este discurso, sino que haya varios millones de almas de cántaro dispuestos a creerlo.