Tonia Etxarri-El Correo

Votaremos en las urnas locales y europeas sin saber aún cómo va a gobernar Pedro Sánchez en La Moncloa

Desde casa hasta Europa. De eso van las próximas elecciones del 26 de mayo. Cuando volvamos a depositar el voto en las urnas, un mes después de haber elegido a nuestros representantes en el Congreso y el Senado. Sin la tensión electoral del pasado 28 de abril porque ya no se juega el futuro de España. Pero votaremos con la incertidumbre de optar por nuestros alcaldes, junteros y eurodiputados sin saber aún cómo va a gobernar Pedro Sánchez en La Moncloa. Con su preferencia explícita de querer hacerlo solo, con apoyos exteriores, en contraste con la insistencia mendicante de Pablo Iglesias de querer entrar en el Gobierno. Con el descarte de pactar con Ciudadanos a pesar de ser la opción más deseada en la mayoría de encuestas demoscópicas. Y con los independentistas esperando su turno para apoyar a Sánchez a cambio de sus exigencias. Menos estridentes los del PNV, más tensos los catalanes de ERC secundados por EH Bildu.

Pero como los nacionalistas vascos, en tiempos de campaña, quieren cuidar a todo el electorado, vuelven a sacar a pasear sus dos caras. Pactaron en su día con la formación de Otegi las bases para la reforma del nuevo Estatuto. En clave identitaria. Y los jelkides avisan a Sánchez: concreción de las transferencias pendientes. Pero también «abordar» ese nuevo estatus sobre el que han sido incapaces de lograr el máximo consenso en el Parlamento vasco. Precisamente por esa razón el debate sobre el nuevo Estatuto vasco está ahora ralentizado. Pero el PNV no quiere dejar una baza tan marcada en el territorio de sus competidores más radicales. Se dirige a los votantes más pragmáticos y menos aventureros (de ellos se encarga Andoni Ortuzar) pero también a los más radicales que se identifican con los secesionistas catalanes (a esos se dirige Joseba Egibar). El uno con transferencias, el otro, con un referéndum para ejercer el derecho de autodeterminación. Todo cabe en el PNV.

En las elecciones locales el voto más fiel será el objeto de disputa entre el PNV y EH Bildu. El Partido Socialista confía en seguir beneficiándose del ‘efecto Sánchez’ del pasado 28 de abril, e ir recuperando parte de los apoyos que se le habían ido a Podemos. Y, emocionalmente, seguro que también el ‘efecto Rubalcaba’ les permite recuperar votos críticos con los actuales dirigentes socialistas. El PP vasco se juega su supervivencia, después de haberse quedado noqueado tras la derrota de los comicios generales que certificaron su desaparición del Congreso de los Diputados. Entre la autocrítica a media voz de los dirigentes nacionales, con algunos mensajes desconcertantes de Casado sin margen para explicar el trasfondo de su vuelta al centro, algunos de sus candidatos en Euskadi y Cataluña prefieren hacer una campaña personal (Borja Sémper, García Albiol) desligados de las siglas a las que han representado toda su vida. En esta triple cita nadie quiere bajar la guardia. Y populares y Ciudadanos están compitiendo por liderar la oposición a Sánchez. Los sondeos les pronostican una diferencia de tan solo millón y medio de votos. Los dos se distancian de Vox a quien ya no consideran un peligro electoral. Temen el cansancio que haya podido quedar como poso de la anterior campaña, tan polarizada, tan agitada, tan confrontada. Unos, entre izquierda y derecha, otros entre la España unida o rota. Por eso insisten en que nada está hecho de antemano.

El voto a Europa ya es otro cantar. A pesar de que la Unión está atravesando el momento más crítico desde su fundación (con el Brexit, la ausencia de política coordinada en materia migratoria y el ascenso de las formaciones xenófobas y anti europeístas) este voto no está despertando, de momento, mucho entusiasmo. Las perspectivas demoscópicas dan por hecho que los partidos que quieren socavar los cimientos de la Unión Europea podrían copar más de un quinto del hemiciclo del Parlamento en Estrasburgo. Una situación que inquieta a parte de los candidatos. A los independentistas, no. Que son parte del problema y van a lo suyo. A seguir con el desafío de separarse del Estado democrático al que pertenecen. En la urna europea habrá más dispersión de voto. Opciones que se combinarán de forma alterna con las locales. Ahí es donde PP y Ciudadanos quieren jugar sus bazas. Se abre el concurso sobre la denuncia y el distanciamiento de quienes reciben el apoyo de Le Pen o Salvini.