La veterana ‘emmerdeuse’

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 16/07/17

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: De repente España parece haber descubierto a los emmerdeurs, tu viejo clan. Y lo ha hecho a través de una emmerdeuse veterana, la antigua juez y hoy alcaldesa Manuela Carmena, que el otro día, fiada de su improbable autoridad moral, se permitió rebajar la calidad del homenaje a Miguel Ángel Blanco reprochándole que su hermana, presidenta de una fundación de víctimas, hubiese organizado el acto ¡nada menos que con el PP!, escoria. Era el adecuado final a unos días de inhibición en los que Carmena había ignorado, como tantas cosas del ámbito moral ignora, el valor de la sinécdoque. Su depauperación se la recordaba hace un par de días el insólito joven Ferran Caballero en The Objective: «Homenajear a Miguel Ángel no es faltar el respeto a los demás, sino recordarnos que también ellos merecerán nuestro homenaje cuando proceda. Homenajear a todas las víctimas del conflicto sí es en cambio negarse a homenajear a una de ellas. Y así, faltándole el respeto a una, se le falta el respeto a todas».

La actitud de la alcaldesa se ha descrito como un nuevo síntoma de la decadencia española, ese topos de la literatura ficcional que arranca en el 98 y que, como sabes, no pertenece a mi especialidad. Lo que me escandaliza, insisto, es el bobalicón desgarro español ante la emmerdeuse. Para empezar su actitud ética resulta metodológicamente vulgar. Y hay que medirla con la unidad, tan periodística, del kilómetro sentimental. Cada día, y a grandes riadas, arriba sangre fresca interesada en leer nuestra correspondencia y, por lo tanto, debo hacer pedagogía conceptual: nuestro kilómetro explica por qué 20 muertos en un atentado, en París, ocupan en los diarios y en nuestra cabeza mucho más sitio que 200 muertos en Bagdad. Pero la ley periodística tiene una formulación paradójicamente inversa en la ética carmení: cuanto más lejanas las víctimas, mayor y más cómoda la declamación. A diferencia de la que exhibiera el rostro caído de Miguel Ángel Blanco, la sábana Refugees Welcome puede colgarse sin problema de la fachada del Ayuntamiento de Madrid.

Comprendo las molestias: porque si los cadáveres alcanzan a llamar a tu puerta, hay que levantarse a abrir. Luego está el aspecto comercial. Cuando la alcaldesa le reprocha a la hermana de Blanco que organice subrepticiamente con el PP el homenaje, da noticia al mismo tiempo de lo que presume y de lo que carece. El homenaje al orgullo gay, por ejemplo, le reporta grandes réditos. Dinero y marca ciudadana. Y sobre todo calorcillo moral del bueno. Observa, libe, si pudieras abrir los ojos, qué interesante cruce de caminos políticos explica esa comparación entre víctimas. Es dudoso que la negativa de la alcaldesa al homenaje a Blanco vaya a suponerle mayor perjuicio en términos de asentimiento social: sería un contrasentido suponer que la emmerdeuse no tiene y representa a sus emmerdeurs. Imagina, sin embargo, qué le sucedería al Partido Popular, en estos mismos términos, si no se subiera a la carroza de las reinonas, allí donde a cada vuelta de rueda le perdonan la vida. Nada tan instructivo como la analogía, confirmo fascinado una vez más.

Vayamos ahora a la novedad que no existe. Carmena hizo el otro día con Miguel Ángel Blanco lo que ha hecho siempre. Como sé que irritada las rompes en mil pedazos, voy a recordarte una karta que te escribí hace algo más de un año. Incluía el fragmento de un manifiesto, de finales de marzo de 1998, firmado al pie por «145 intelectuales, artistas, magistrados, catedráticos y periodistas» y que se titulaba Por una salida dialogada al conflicto vasco. Decía su párrafo nuclear: «Las soluciones estrictamente policiales que han estado y están en vigor como única vía de pacificación desde hace más de 30 años y que se exaltan y refuerzan hoy con empecinamiento, proporcionan a los ciudadanos falsas expectativas y ofrecen como resultado un saldo negativo.

Dejar en manos de ETA, esperando que abandone las acciones violentas, el comienzo del diálogo, supone retrasar el inicio de un proceso de paz demandado con insistencia. Pedimos a ETA que cese en su actividad armada para facilitar este proceso. Pero aunque esto no ocurra, como ciudadanos solicitamos a nuestro gobierno que asuma sus responsabilidades y busque soluciones que vayan más allá de las estrictamente policiales, apostando, con independencia de lo que hagan los demás, por la vía del diálogo y la negociación sin condiciones. No queremos más años de sufrimiento, ni más muertos, ni medios represivos, ni vencedores y vencidos».

Todas y cada una de esas palabras son un absceso y bastaría apretarlas muy ligeramente para que estallara tu adolescencia perpetua. Las firmaban una agrupación notable de conocidos emmerdeurs. Entre ellos, el filósofo Sádaba, el sofófilo Máximo, el novelista José Luis Sampedro, el diputado cantante José Antonio Labordeta y, naturalmente, la juez Carmena. Desde el inicio de la transición este tipo humano ha estado siempre presente en la política y en la ética españolas. Y diciendo sistemáticamente lo mismo. La gran diferencia entre el hombre y el resto de los animales es que un buitre de hoy es el mismo buitre del Pleistoceno. La alcaldesa Carmena dice y hace lo que dijo e hizo –y esto es lo más temible– de juez. La diferencia no afecta a su duro corte de cara sino a su lugar en el mundo. El de algunos de los emmerdeurs es hoy el poder que han alcanzado gracias al Psoe. La belleza inconsciente del azar ha dado el gobierno de Madrid a la ligadura Carmena/Carmona, por lo que te anuncio que, a partir de ahora, escribiré el apellido de la alcaldesa en la forma latina correcta, que es Carmœna.

Un símbolo es un asunto comprometido, que obliga y emplaza. Leopoldo López, para practicar pértiga. Dijo que saldría el último y ha salido el primero. No. Un símbolo no puede comportarse como un hombre. Es jodido, ¡emmerdant!, pero no puede. Aquel Leopoldo López que dijo, eligió. También lo hizo Miguel Ángel Blanco, cuando eligió quedarse en la primera línea de fuego, y al que mataron. Veinte años después, Miguel Ángel no es un símbolo de las víctimas de Eta, sino algo mucho más estricto y preciso: el símbolo de la derrota de Eta. Solo desde esta consideración se comprende el sentido de la conducta contemporánea de la alcaldesa. Su coherente veteranía de emmerdeuse. Había pasado poco más de un año del asesinato y, ante aquel paisaje de nucas dobladas, ya dijo y signó que no podía haber ni vencedores ni vencidos.

Sigue ciega tu camino

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 16/07/17