Cristian Campos-EL ESPAÑOL

Denostada por la izquierda y calificada de sexista, racista y machista, Érase una vez en Hollywood es la película más provocadora de la filmografía de Quentin Tarantino. 

 

1. Érase una vez en Hollywood es una película nostálgica en la que Quentin Tarantino plasma su añoranza por el Hollywood de los años sesenta. No hace falta un master en semiótica para darse cuenta de ello, pero estamos tratando con material sensible –la sensibilidad progresista– y conviene avanzar poco a poco. 

2. ¿Y por qué es eso relevante? Porque la nostalgia es un sentimiento oscuro y sospechoso para ese progresismo que interpreta cualquier época pasada a la luz de sus modas ideológicas actuales. Es decir, como un mundo corroído por el machismo, el sexismo, el racismo, la xenofobia y la homofobia. Un mundo apenas levemente más tolerable que la vida bajo el yugo del ISIS. 

 

3. En la cosmovisión progresista, la nostalgia es, por lo tanto, un sentimiento propio de retrógrados. Del pasado no cabe añorar nada. Ni siquiera en sus aspectos más superficiales y puramente estéticos. El Mundo Nuevo exige romper todo vínculo con el pasado

4. Ejemplo. Richard Brody, el crítico de cine de la revista New Yorker, que ha calificado Érase una vez en Hollywood de «obscenamente regresiva». La revista New Yorker hay que abrirla ya con chubasquero: las lágrimas progresistas empapan todas sus páginas. 

5. Los principales pecados de la película, según Brody, son ser una «película blanca», presentar a Sharon Tate como una Barbie sin cerebro, mofarse de los mejicanos y de su único personaje asiático, estar protagonizada por un héroe que es un arquetipo de lo macho y no mostrar las protestas políticas de la época. 

6. Lo que a Richard Brody le molesta, en definitiva, es que la película la haya dirigido Quentin Tarantino y no Richard Brody

7. Más allá de los habituales complejos de artista frustrado del periodismo cultural, lo que demuestra el análisis de Brody es su incompleto rango moral. Brody no puede entender el cariño que demuestra Tarantino hacia sus personajes porque el progresismo es incapaz de entender de forma sincera, y no cínica, la admiración que provocan valores clásicos como la amistad o la justicia. Por no hablar de la belleza, la excelencia profesional o la inocencia. 

8. Y de ahí esas interpretaciones rocambolescas de Brody, propias de un alienígena que hubiera aterrizado en la Tierra sin la menor idea de cuáles son los pilares morales de la naturaleza humana

9. Un solo ejemplo. Tarantino no muestra a Sharon Tate como «una Barbie». La trata con una delicadeza exquisita evidente para cualquiera que no esté cegado por las idioteces de lo políticamente correcto

10. Sharon Tate es en Érase una vez en Hollywood el símbolo del nuevo Hollywood. También de la inocencia de la actriz que empieza su carrera en un mundo de fantasía y que aún no ha caído en el desencanto cínico.

11. De hecho, toda la película es un monumental acto de desagravio a Sharon Tate. Érase una vez en Hollywood es la venganza de Tarantino contra los asesinos de Tate. Y de ahí la violencia extrema con la que los ventila

12. En una escena de la película, el personaje de Brad Pitt, el especialista Cliff Booth, rechaza una mamada que le ofrece una autoestopista hippie con una pelambrera de órdago en el sobaco interpretada por Margaret Qualley, la hija en la vida real de la actriz Andie McDowell. Una escena bastante más transgresora de la que parece a simple vista.

13. En primer lugar, porque rompe con esa imagen fabricada por el feminismo de género de los hombres como orangutanes violadores incapaces de resistir la llamada del sexo

14. En segundo lugar, porque ¿cómo osa un fascista, nada más y nada menos que un héroe de guerra, un macho perteneciente a un mundo que se desvanece, resistirse a los encantos de una representante de la Nueva Era? Y lo hace frente a una mujer liberada, peluda y progresista. Pero, sobre todo, joven

15. En Érase una vez en Hollywood, Tarantino trata a las mujeres como personajes idealizados y objeto de admiración. Es la admiración que provoca la belleza y que entenderá cualquiera que haya tenido una relación sana, no filtrada por la ideología, con el sexo opuesto.

16. Pero también las trata como seres humanos reales. Algunas regalan sexo a viejos repulsivos si se lo ordena su gurú, un psicópata a medio camino de lo nazi y de lo hippie llamado Charles Manson –un dato, por cierto, estrictamente verídico–. Otras roncan, son insoportables, estúpidas, fanáticas y asesinas

17. Tarantino se burla de lo políticamente correcto haciendo que sus personajes pronuncien comentarios racistas sin mayor trascendencia, pero que en 2019 son percibidos como pecados de lesa humanidad. «No llores delante de los mejicanos» le dice Brad Pitt a Leonardo DiCaprio en una escena de la película.

18. En otra, Tarantino representa a Bruce Lee como un gilipollas. Como un bocazas que es humillado por Brad Pitt. Anatema. 

19. Vi la película en Barcelona, una de las ciudades más progres de España, entendiendo progre en el sentido más peyorativo posible, y me sorprendió la reacción del público durante la escena en la que Brad Pitt y Leonardo DiCaprio acaban con los miembros de la secta de Manson con una violencia extrema. Aplausos, vítores y carcajadas.

20. Es llamativo que a oscuras y en el anonimato de una sala de cine el público dé rienda suelta a un instinto moral consustancial a la naturaleza humana, el de la venganza, mientras que una vez fuera del cine, y vestidos ya con el manto de las convenciones sociales, se muestren tan timoratos con el trato que se le da a la delincuencia.

21. Es un fenómeno que no puede explicar al 100% la obviedad de que la película de Tarantino es ficción. Porque poca gente respondería «sí» en público a la pregunta de si ha disfrutado viendo cómo queman viva a una adolescente o cómo un pitbull le arranca los huevos a un hippie. Pero el hecho es que lo hicieron y soy testigo de ello.

22. O mucho me equivoco, o esa escena funciona como válvula de escape de una represión social que está acumulando presión en algunas sociedades occidentales por razones que van más allá del objetivo de este artículo. 

23. De eso, entre otras muchas cosas, se burla Tarantino en Érase una vez en Hollywood

24. Hay otros detalles. Por ejemplo, el de la niña actriz, interpretada por Julia Butters, que no quiere que la llamen actress (actriz) sino actor (actor), «porque eso es una gilipollez». ¿Un comentario despectivo sobre las estupideces del lenguaje inclusivo? Obvio.  

25. En la película, el personaje interpretado por Brad Pitt es visto en los estudios de cine como un tipo incómodo por los rumores de que mató a su mujer. Tarantino deja abierta la puerta tanto a la posibilidad del accidente como a la del homicidio con una escena que conduce al espectador a reír frente a la duda de qué ha ocurrido en realidad. A reírse con la hipótesis de un posible homicidio. Es una escena de una maldad muy propia de Tarantino. La incomodidad era evidente en la sala. 

26. Hay un detalle más y que apenas es insinuado por Tarantino. Una amplia mayoría de las mujeres de la secta de Manson pertenecían, en la vida real, a la clase media acomodada americana. No eran mujeres de clase baja oprimidas por el sistema, sino pijas que sintieron la tentación de juguetear con el crimen estimuladas por un ambiente social que las justificaba con el argumento de que la lucha contra «el fascismo» ampara todas las acciones que se lleven a cabo contra él. El hecho de que Charles Manson fuera un nazi que buscaba una guerra racial entre blancos y negros añade un extra de ironía al mejunje. Quien quiera encontrar paralelismos con el progresismo actual y sus distintas modas ideológicas los encontrará sin problemas. 

27. Tarantino ha hecho con el movimiento hippie lo que Michel Houllebecq hizo con Mayo del 68. Y eso es lo que no le perdona el progresismo.