Elsa García de Blas- Jordi Pérez Colomé-El País 
El grupo acusa el malestar de un sector que se siente infrautilizado por no haber apoyado a Pedro Sánchez en las primarias

Los 84 diputados del PSOE en el Congreso son el grupo socialista más pequeño desde 1977. La batalla que vivió el partido desde las elecciones de junio de 2016 hasta las primarias de mayo de 2017 ha dejado heridas que afectan a la vida interna del partido en la Cámara. El grupo acusa el malestar de un sector que se siente infrautilizado por no haber apoyado a Pedro Sánchez en las primarias, y que cuestiona la impericia de una dirección que es la que suma menos años de experiencia parlamentaria desde 2011. La cúpula defiende que trata de integrar a todos y atribuye las críticas a un problema de egos.

De las 24 entrevistas mantenidas por este diario con diputados socialistas emerge un retrato donde la dirección da más juego a, aproximadamente un tercio de los parlamentarios y olvida a los caídos en desgracia. En torno a una decena aseguran sentirse relegados en el trabajo, aunque la dirección afirma que solo ha recibido dos quejas. El resultado es una fórmula de escasa eficacia parlamentaria, según los apartados, toda vez que hay más tareas (porque el Congreso tiene más actividad) y el PSOE tiene menos diputados que antes.

Las metáforas deportivas que dan algunos diputados en conversaciones off the record sirven para entender qué ocurre dentro del grupo. “Es un equipo de fútbol ya muy reducido en el que la mitad de la plantilla está sentada en el banquillo”, dice una diputada. “Somos gente disciplinada. No es la primera batalla que se pierde, pero el día después o cuentas con todos los efectivos o estás cojo”, apunta otro parlamentario.

El grupo podría dividirse en cinco categorías: líderes, aceptados, conversos, resignados y olvidados. Es difícil delimitar las fronteras en algún caso, pero los grupos más numerosos son los tres primeros, que llevan el peso de la vida interna. El riesgo para el grupo parlamentario es perder efectivos por el desánimo y la falta de implicación en gente cuyo proyecto político es, en líneas generales, el mismo: “En todos los grupos que no son pequeños hay diputados que desean intervenir más. Yo se lo he oído a más de 10 compañeros, que hay compañeros con sobresaturación frente a otros infrautilizados”, afirma un diputado.

Intervenciones

Las intervenciones en Pleno son indicativas de esa percepción en un sector del grupo parlamentario. Desde el pasado 19 de junio, cuando cambia la dirección del grupo, 24 diputados (el 28% del total) ha hecho el 65% de las intervenciones en el hemiciclo, según la web del Congreso. Otros 16 parlamentarios han tenido una intervención y nueve no han tenido ninguna. Entre esos silentes en Pleno hay diputados que desde el principio fueron críticos con Sánchez, como José María Barreda y Soraya Rodríguez, otros que apoyaron al inicio al hoy secretario general y luego cayeron en desgracia, como César Luena y Antonio Hernando, y otros que no están tan alineados. Algunos de ellos no hacen intervenciones pero tienen un cargo en la Mesa, que lo dificulta, como Juan Luis Gordo y Micaela Navarro.

La dirección defiende que todos los grupos socialistas han tenido disidentes, y que ellos mismos fueron vetados cuando el PSOE estaba gobernado por una gestora. “Si hubieran ganado los partidarios de la gestora, nos hubieran masacrado”, dicen fuentes de la dirección, que también atribuyen a un problema de egos las quejas. La gestora penalizó a los ocho diputados del PSOE que rompieron la disciplina y votaron no a la investidura de Mariano Rajoy. Los hoy olvidados se defienden argumentando que aquello fue un castigo disciplinario.

La dirección subraya también que apenas ha movido a los anteriores portavoces de área. Pero algunos de estos han quedado al margen de las iniciativas. Por ejemplo, el PSOE ha impulsado en el último mes dos proposiciones de ley sobre igualdad. La portavoz de Igualdad, Ángeles Álvarez, no fue avisada y no participó en el registro de la propuesta de igualdad laboral, que corrió a cargo de la vicesecretaria general, Adriana Lastra, y de la secretaria de Igualdad del partido, Carmen Calvo. La reunión de portavoces de los lunes se ha suprimido, según la dirección porque acudían casi los mismos diputados que a la de grupo de los martes, aunque algunos parlamentarios la echan en falta para un debate profundo.

Las quejas se refieren también a la falta de cintura en las negociaciones a puerta cerrada, que se traducen en cuestiones como que no se evitó el debate de la prisión permanente en la semana en la que había aparecido el cadáver del pequeño Gabriel Cruz.

La dirección actual es la que tiene menos experiencia parlamentaria desde que el PSOE pasó a la oposición en 2011. La suma de años como diputados de los miembros en el momento de su nombramiento es la mitad que en las dos anteriores.

La desazón en el grupo afecta al cargo de la portavoz, Margarita Robles. Uno de los problemas más obvios del PSOE en el Congreso es que el líder de la oposición, Pedro Sánchez, no es diputado. Esto implica que Robles se ve juzgada con la severidad de ser la líder sin disponer de todo el control de las decisiones. Es una situación enormemente compleja. Un diputado recuerda que los portavoces siempre han sufrido: “Cuando Zapatero estaba en capilla para ser candidato a presidente, si en una sesión estaba bien, todo el mundo contento, pero cuando estaba mal, todos empezaban con ‘no puede ser’, ‘así no vamos a llegar’, ‘este tío es un Bambi”, dice. El rol entre dos aguas de Robles la coloca en una posición perfecta para recibir golpes de ambas orillas.