Las urnas, en la calle

ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 23/10/14

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· No me parecía mal la conducta del presidente del Gobierno. Consistía, según la entendí yo, en responder con el silencio a las arrogantes declaraciones del Gobierno de la Generalidad durante estos dos años de proceso secesionista. Un modo de limitar el ruido. Y hasta una sutil forma de desprecio. La corroboración de la estrategia pudo apreciarse en el recurso contra la ley de consultas que el Gobierno planteó ante el Tribunal Constitucional. Era la primera vez que el Gobierno podía actuar nítidamente y lo hizo. Cuando el presidente Mas suspendió la consulta en los términos que preveía el decreto impugnado, Rajoy se mostró confiado y alegre.

Lo que pasó luego es fácil aunque desagradable de decir: Mas se le rió en la cara. Textualmente, porque dijo que a algunos la alegría les habría durado escasamente unas horas. Y figuradamente, porque mediante lo que llamó «un proceso participativo» iba a preservar lo esencial de su objetivo, es decir, que los nacionalistas ejercieran un acto de soberanía. Bien es verdad que la Generalidad diseñó un mero simulacro, sin garantías democráticas, y hasta zafio y ridículo. Pero eso sólo habría tenido importancia si la democracia, y a pesar del enfatismo –sospechoso– que gasta siempre en reivindicarla, hubiera significado algo para el presidente Mas.

Las intenciones del presidente y el carácter de su peligrosa política aventurera quedaron ayer probados cuando envió a la vicepresidenta Ortega a presentar, en un escenario de urnas, perfectamente oficial y burocráticamente convencional, la votación del 9-N. Ortega no solo dio innumerables detalles técnicos que prueban el absoluto compromiso de su gobierno con la consulta, sino que habló sin mayor rebozo de «votación». Esta decisiva frase suya: «Dispondremos de 1.025 locales de participación y en estos locales de participación se distribuirán 6.430 puntos de votación.» «De votación», dijo la irresponsable vicepresidenta, sin que nadie del Gobierno Rajoy hasta la hora ya tardía en que escribo haya levantado una ceja.

Durante muchos meses el presidente Rajoy ha especulado, como cualquiera, sobre la gran pregunta: «¿Sacará Mas las urnas a la calle?» Ya tiene la respuesta. Habrá urnas y las sacará la Generalidad. Sí, será un acto rudo, sucio, confuso, trilero. Pero eso tiene poca importancia. La clave es que será una burla de la ley que violentará la democracia española.

Me temo que el Gobierno del Estado no está en condiciones de permitirlo.