JAVIER REDONDO-El Mundo

EN 1940, la esposa de Lerroux regresó a España para tratarse de pulmonía. Los bienes de la familia estaban embargados. Franco le acusaba de masón. Él se negó al trueque: cierre de su expediente a cambio de delatar a otros miembros de la logia. Teresa falleció lejos de su marido. Lerroux retornó del exilio en 1947. Murió el 27 de junio de 1949.

Lerroux era un revolucionario de orden; congeniaba mejor con monárquicos y militares que con los republicanos, que lo tenían por adversario correoso y popular. Era un progresista ubicado en la derecha por creer que la derecha católica no era el fascismo y porque fue inflexible y rechazó siempre cualquier enjuague con los nacionalistas. Los de ERC no le podían ni ver pues además les quitaba voto obrero. Lerroux llegó en Barcelona hasta donde no lo hacía el PSOE. Ingenió una poderosa maquinaria electoral, el Partido Radical, que luego exportó al resto del país. Fue el azote del nacionalismo durante los últimos años de la Restauración y la República. «Se hicieron célebres sus paseos por las Ramblas (…) llevando un sombrero al que prendió una cinta con los colores de la rojo y gualda». Para arrinconarlo tras su primer Gobierno, Alcalá Zamora, presidente de la República, nombró a su correligionario Samper. Al poco, el domicilio de Lerroux era la sede oficiosa del Ejecutivo.

Lo cuenta todo el profesor Roberto Villa en su novedosa y exquisita investigación: Lerroux. La república liberal, biografía contra corriente y en tres actos del controvertido y desconocido político cordobés. La trama se acelera en octubre de 1934. Al tiempo que negociaba con Samper, Companys, presidente de la Generalitat, decidió «burlar la legalidad» y sumarse a la insurrección socialista en Asturias. Zamora recurrió otra vez a Lerroux, que concedió tres ministerios a la CEDA. Tomó posesión dos días antes del golpe en Cataluña. Las fuerzas de izquierda se comprometieron a encauzar el conflicto con ERC si Zamora disolvía las Cortes para facilitar una «mayoría auténticamente republicana».

Lerroux paró el golpe y restableció la legalidad. Las izquierdas se ausentaron de las Cortes. No pudo priorizar la reconstrucción económica, los presupuestos y la reforma constitucional. El debate acerca de los indultos lo contaminó todo. Una maquinación de calderilla fue el pretexto para acabar con su Gobierno y carrera. En el fondo, su declive comenzó por creer lo que finalmente sucedió: que la viabilidad de la República dependía de que no excluyera a las derechas.