Jon Juaristi-ABC

  • En Madrid, que es Corte y Villa/ y Taberna y Lupanar,/ no se cansan de folgar/ (¡y encima sin mascarilla!)

La de Exteriores se equivocó de miércoles. Creyó que estaba en el de Ceniza y arremetió contra el libertinaje de Madrid, manchega Babilonia. Su elocuencia arrastró a la de Turismo, ‘obsedida’ por la salvación eterna de los guiris que nos visitan. Lógico. Véase, en la liturgia anglicana que ambas frecuentan debido a sus cargos, aquel ‘anglicanismo’ (Calvo ‘dixipixi’) que reza ‘ash to ash, dust to dust’. O sea, ‘ceniza a la ceniza, polvo al polvo’, aunque sólo su primera parte sea aplicable a dichas ministras (la segunda va por Jezabel Díaz Ayuso, pícara gata y diabla cojuela sobre tejados de zinc caliente).

El mismo miércoles, debutó a patada limpia contra el alcalde de Sin City la nueva delegada de Sánchez, artefacto de talla media con cara de pasmo que responde al nombre de Mercedes González. Un filósofo tabernario del Clan del Oso Libidinoso me asegura que la tal es donostiarra y sobrina de González Laya. No sé, Oso. No es tan ancha como Arantxa, aunque daría como monja alférez en la Tamborrada. Ha venido, sostiene Mercedes, a defender al Gobierno de la «falsa libertad» que lleva al libertinaje (cuando no a los campos de concentración, Calvo ‘pixidixi’), como hicieron Franco y Fray Papilla Gabilóndez antes de caer frente al fascio y la lujuria en el frente de Madrid.

Ignoro si esta González procede de San Sebastián o si la ministra Maroto es tan alavesa como su primo del PP. Esto último no me extrañaría. Ya lo dice el proverbio: «Entre Sodoma y Vitoria existe un término medio: Torrelodones» (¿por qué Torrelodones?, preguntaría Pixi). Pero razón tienen las ministras y la delegada cuando nos flagelan. En literatura, por ejemplo, no hay más que comparar la contención entre granaína y jienense, pudibunda y malafollá, de los García Montero y Muñoz Molina con la tendencia autóctona y guarrilla de los Leguina, Villena o Luis Alberto de Cuenca, e incluso con la de pecadores arrepentidos como el Prada de ‘Coños’ o la Almudena Pardo Bazán de ‘Las edades de Lulú’.

Pero, entonces, ¿por qué no adaptan las ministras su oratoria sacra al dialecto de los indígenas que buscan redimir? ¿Por qué recurre la delegada a un refrán meteorológico -«Quien siembra vientos recoge tempestades»- y no a otro mucho más propio de la problemática madrileña como «De estos polvos vendrán las plagas de Egipto»? ¿Por qué hablan de ‘berberechos’ cuando quieren decir ‘almejas’?

Según cuentan, la delegada González ya se enzarzaba con el alcalde de Madrid en infinitas grescas cuando ambos eran concejales. En cuanto a la que los enfrentó el miércoles, no parece que ella, diga lo que diga, acudiera únicamente a soltar coces. Sospecho que no, que a cazar no vino. Vuelvan a pasarse el vídeo del encuentro, fíjense en cómo balbucea y gesticula la sanchista y ya me dirán. En fin, que al alcalde Almeida le preguntaría lo mismo que el marqués de Moncada al marqués de Cabra, tatarabuelo de Dixi: «¡Pero Mendo! ¿Qué les das?».