Libres e Iguales llena un aforo ante el que históricos y jóvenes piden un a gran coalición

EL MUNDO – 22/06/16

· Un solo de violín sobre fondo azul y unos perfiles de ciudadanos anónimos sentados al fondo del escenario. Las luces del teatro se han apagado y uno no sabe bien si lo que allí arranca es un mitin o una representación. Mitin no parece, porque a cinco días de las elecciones, ninguno de los partidos que se enfrentan a las urnas está detrás de la convocatoria. Representación podría serlo, puesto que Albert Boadella, oculto en bambalinas, parece dirigir la escena…

El caso es que el teatro está a rebosar, y desde platea y desde los palcos, reina un absoluto ambiente de estreno. Calla, breve, el violín, y dos personas avanzan. «Hola, me llamo Laura Fábregas y tengo 23 años». «Hola, me llamo Francisco Sosa Wagner y acabo de cumplir mis primeros 70 años»… Y antes de que se ahoguen los aplausos, ambos inician un diálogo en torno a uno de los artículos de la Constitución relativos al Poder Judicial.

Que si hay que acabar con el «dedo» en la elección de los magistrados del Tribunal Supremo, y muestran un gran dedo de cartón…; que si hay que acabar con las puertas giratorias, y se ponen a teatralizar su propio intercambio de posiciones en medio del escenario… Toda una pequeña actuación. Pero las dotes dramáticas van in crescendo, y el personal escucha atónito a otra pareja singular y mucho más atrevida: «Hola, soy Emilia Landaluce (periodista) y tengo 35 años». «Hola, soy Rodolfo Martín Villa y tengo 81 para 82». Ovación. Una ovación preventiva, porque nadie del público que hubiera atendido a la sugerencia de la organización de dar un donativo a través de una cuenta corriente se habría imaginado que, acto seguido, iba a escuchar a todo un ex ministro de la Gobernación… cantar una jota.

«Ya somos libres e iguales con nuestra Constitución, con nuestra Constitución ya somos libres e iguales, en España no hay presos por sus ideas, con esta Constitución ya somos libres e iguales… Protege la intimidad, asegura nuestro honor, teléfono sin pinchazos, mis cartas las abro yo». Y todos acaban coreando el estribillo: «Ya somos libres e iguales con esta Constitución, ya somos libres e iguales, viva la Constitución».

Y es que, por si alguno aún no se había enterado, éste es un acto, un acto inédito ciertamente, de Libres e Iguales, la plataforma que preside Cayetana Álvarez de Toledo, y que reúne a políticos de todo el arco parlamentario, excepción hecha de Podemos y los nacionalismos, para celebrar, justamente en vísperas de las elecciones generales, la Carta Magna y la Transición. Antes de que su presidenta ponga punto final a la obra con un emotivo discurso contra el «vuelo gallináceo de las élites» y a favor de una «gran coalición», un «acuerdo esencial» en torno al «consenso constitucionalista», se van sucediendo en escena parejas de viejos políticos, políticos con cartel y jóvenes talentos, todos ellos actores noveles, libres e improvisados.

El público ve formar pareja al popular Pablo Casado y a Enrique Múgica –«Hola, soy Enrique Múgica, y tengo 84 años» (ovación)–. Escucha al veterano socialista reivindicar la «paz» constitucional frente a aquellos «25 años de paz» de los que presumía Franco el día en que él salía de la cárcel; y a Casado contar: «Mi abuelo también estuvo en la cárcel. Yo no voté la Constitución pero estoy muy agradecido a la generación que hizo posible la democracia…».

El público sigue con devoción creciente al también periodista Rafael Latorre y al ex sindicalista José María Fidalgo defender la democracia representativa de las Cortes frente al «asalto de la gente»; a Jesús Leguina entablar un diálogo sobre el arrinconamiento del castellano en Cataluña con Mariana Boadella…

El solo de violín va haciendo la transición entre los duologuistas, al tiempo que da solemnidad al gesto de la sucesiva colocación de cubos gigantes que, a modo de puzzle, acabarán por formar una bandera de España. Gorka Maneiro (UPyD), Marta Rivera y Begoña Villacís (Ciudadanos)… Sólo faltan las «élites» actuales del PSOE, de Podemos y de los partidos nacionalistas. No en vano, «los populismos» y los «nacionalismos», según se dice en escena, son los enemigos de la Constitución y de la democracia.

EL MUNDO – 22/06/16