Santiago González-EL MUNDO

TRINOS Y REBUZNOS

PEDRO Sánchez había sido definido por Pablo Casado con 19 descalificaciones: traidor, felón, ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente y mediocre.

Casado exagera, sin duda. Hay dos o tres que no son adecuados, y otros cinco o seis que parecen redundantes. El aludido tiene otra valoración de sí mismo y de la España que encabeza: «Ni unos ni otros han entendido lo que supuso la moción de censura: la puesta en pie de una España moderada, cabal y progresista que quiere conquistar su futuro y no regresar al pasado». Quiénes son los unos y quiénes son los otros, habría que preguntarse, aunque eso ya lo había dejado claro Juanjo Millás, protoevangelista de Zapatero, son las dos Españas: «Por una parte, la España satinada, sutil, sedosa, limpia y optimista de las ocho ministras que posaron de forma absolutamente discreta para ‘Vogue’» y, por otra, «la España casposa, cutre, maloliente, meapilas, inculta, tétrica, antigua y funeraria». O sea, Rajoy.

Almudena Grandes, directora consorte del Cervantes, no se deja comer el poncho por Millás y aprovechó la presentación de un libro en Sevilla para dar rienda suelta a sus fantasías: «cada mañana fusilaría a dos o tres voces que me sacan de quicio». Ella misma había fantaseado con la violación de una monja: «¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y –¡mmm!– sudorosos? En 1974, al morir en su cama, recordaría con placer inefable aquel intenso desprecio, fuente de la suprema perfección. Que la desbeatifiquen, por favor». Todo porque esta criatura había confundido un aviso de San Juan de la Cruz copiado por la madre Maravillas con una ensoñación sadomasoquista de la monja.

Visto así es hasta cierto punto natural su juicio sobre la concentración de la plaza Colón: «Desde el franquismo irredento hasta los ‘skins’ racistas, hacía décadas que no asistíamos a un desfile tan espeluznante de todas las familias del fascismo español». Almudena, qué gran madrina para el sanchismo, qué sectarismo tan puro. Qué fobias tan acabadas.