ABC-LUIS VENTOSO

Lo que ha hecho Díaz, organizar una manifestación contra su sucesor, es insólito en democracia

LOS demócratas estadounidenses se pasaron ocho años ridiculizando a George W. Bush y tachándolo de descerebrado (lo cual es ridículo, pues nadie alcanza la Presidencia de la primera potencia del mundo siendo un botarate). Sin embargo, cuando llegó la hora de darle el relevo a Obama, el presidente saliente Bush se cuidó de que la transición resultase exquisita, engrasando perfectamente la máquina de la Administración para el buen desempeño de su sucesor. Eso es lo normal en cualquier democracia.

Susana Díaz es una política mal formada y bastante floja, una aparattchick sin oficio conocido fuera de la política, que ha firmado la caída del PSOE en Andalucía tras 36 años de hegemonía asfixiante. Carcomida por el rencor de perder un cargo donde se desempeñó de manera mediocre (véase su magro balance legislativo), Díaz animó ayer la convocatoria de una manifestación frente al Parlamento andaluz a la hora en que su sucesor pronunciaba su discurso de investidura. Hay que acudir a regímenes bananeros del tercer mundo profundo para encontrar un alarde de mezquindad semejante.

En general, pienso que España tiene pendiente una reforma de las leyes electorales, que instaure una doble vuelta y que acabe con esta anomalía que permite gobernar a candidatos derrotados en las elecciones. Si fuésemos el país que me gustaría, en La Moncloa estaría el PP, pues ganó los últimos comicios con claridad; y en San Telmo, el PSOE, pues se impuso en las últimas autonómicas por siete puntos de ventaja. Pero Díaz calló como una tumba cuando Sánchez llevó a cabo su turbia maniobra de aliarse con los separatistas para gobernar con solo 84 escaños, así que carece de la más mínima autoridad moral para criticar al PP cuando le devuelve la jugada.

La presidenta saliente de una comunidad movilizando a su partido para fletar autobuses y acarrear público a una manifestación contra su sucesor. Un disparate. Y la prueba del mal colmillo de Díaz.

La invocación de que viene el lobo de Vox como móvil para agitar una protesta de mujeres. Una engañifa, pues en el acuerdo final de gobierno de PP y Cs para la Junta no se toca una coma de las leyes andaluzas de violencia de género, igualdad y derechos de los homosexuales.

Envolverse en la bandera feminista. Una enorme hipocresía viniendo de una Susana Díaz, que estuvo perfectamente callada ante el escándalo de los suyos gastándose el dinero público de los andaluces en puticlubes. Una presidenta que tampoco nada dijo sobre las risitas de la hoy ministra Dolores Delgado cuando el policía corrupto Villarejo se jactó ante ella de que había creado una red de prostitutas para chantajear a personajes públicos. ¿Qué está pasando? ¿Acaso si los agravios contra la mujer los comete el PSOE ya no son tales?

Al auspiciar las manifestaciones de ayer a las puertas del Parlamento contra el nuevo presidente andaluz, el PSOE, y apena decirlo, ha rubricado una página infame en la intrahistoria de la democracia español