Lo que va de Cataluña a una serenísima república

ABC 02/05/17
RAMÓN PÉREZ-MAURA

· Venecia fue en puridad una Monarquía constitucional electiva, similar a la de la Santa Sede

RECORRO estos días Venecia mostrando a mis hijos lo que fue una de las democracias más perfectas de su tiempo, desde que fue fundada al son de una campanada el 25 de marzo de 421 hasta su abolición por el bárbaro revolucionario Napoleón Bonaparte hace ahora 220 años. El 12 de mayo de 1797 el último Dogo, Ludovico Manin, renunció a su corno declarando Tolè, questa no la dopero più («Tomadlo, no volveré a necesitarlo»). Esta Republica Serenísima fue la gran aliada de España en la batalla de Lepanto, que a la larga fue tan poco rentable para ella como para nosotros. Construyó por el comercio un imperio en el Mediterráneo Oriental que llegó a abarcar Constantinopla. Estableció un sistema político ejemplar en su tiempo, cualquiera que fuese el que se escogiese para compararlo. Una república que en puridad era una Monarquía constitucional electiva, similar a la de la Santa Sede, con un amplio cuerpo de elegibles y por un sistema imposible de manipular: los 40 miembros del Gran Consejo escogían a treinta entre ellos. Una segunda votación reducía los treinta a nueve que a su vez elegían cuarenta cada uno de los cuales debía ser apoyado al menos por siete de los nueve electores. Esos cuarenta se reducirían en nueva votación a doce cuya misión era elegir a veinticinco todos los cuales debían tener al menos nueve votos. Esos veinticinco se reducían en votación a nueve que elegían a cuarenta y cinco con al menos siete votos cada uno. Y, de estos, una mano inocente seleccionaba los nombres de once que elegían a cuarente y uno –con un mínimo de nueve votos cada uno– y estos elegían al Dogo que recibía el tratamiento de «Señor de un cuarto y medio cuarto del Imperio Romano».

A nadie puede sorprender que un sistema político tan equilibrado generase envidias. Tantas que el que fuera virrey de Nápoles, el Gran Duque de Osuna, don Pedro Téllez-Girón, puso en marcha la llamada «Conspiración Española». Con la ayuda del embajador de España en Venecia, el marqués de Bedmar, pretendía convertirse en soberano de Venecia en 1618. Afortunadamente, no fue.

Mientras recorro esta ciudad imperial y contemplo múltiples palacios ondeando la histórica bandera con el león de San Marcos y las siete lenguas de las siete provincias del Veneto, pienso en el lugar que ha escogido esta tierra dentro de Italia y de Europa. La region es hoy gobernada por la coalición Liga Veneto/Liga Norte, con 23 escaños de 51. Una coalición federalista y en ningún caso rupturista. Los que representan el finiquitar, la Liga Veneto República, carecen de representacion. Esa impresionante bandera tiene mil años de historia. La señera es de anteayer. Unos saben dónde están. Otros están perdidos. Los españoles somos así.