López contra Díaz

LIBERTAD DIGITAL 16/01/17
LUIS HERRERO

· Susana Díaz hizo bien en no fiarse de Rubalcaba. Lo que le dijo de que estaba dispuesto a franquearle el camino a la secretaría general no era verdad.

Susana Díaz hizo bien en no fiarse de Rubalcaba. En un momento dado, él le hizo creer a ella que estaba dispuesto a franquearle el camino a la secretaría general del PSOE, que deponía las armas y dejaba de remar contra corriente de los intereses de la federación andaluza socialista, la más poderosa del partido. Sin el sur no hay unidad posible. Contra el sur, cualquier victoria es precaria. No había más que fijarse en su propia experiencia. Díaz se enfrentó a él en 2012, apoyando a Carmen Chacón, y perdió por 22 votos de diferencia. Pero el éxito, a Rubalcaba, le sirvió de muy poco: el gurú de todas las alquimias sólo duró dos años y cuatro meses en la sala de máquinas de Ferraz y firmó el peor resultado electoral de la historia del partido hasta la fecha. Luego llegó Sánchez y convirtió aquel pésimo registro en un bonito recuerdo. Sí, quedó claro: contra el sur, cualquier victoria es precaria.

Por eso le dijo Rubalcaba a Díaz, antes de Navidad, que si ella se empeñaba en presentar su candidatura, él haría lo posible para que ganara. Dejaría de ponerle palos en las ruedas y se convertiría en su aliado. El entorno de la lideresa andaluza se vino arriba, como un místico en levitación, y dieron por hecho que a partir de entonces la conquista de Ferraz sería pan comido. El verdadero obstáculo no era Pedro Sánchez, como los pánfilos periodistas pretendían hacer creer a los incautos, sino Alfredo Pérez Rubalcaba. Don Alfredo. El don del partido. El padrino. El poder en la sombra. Susana agarró de la camisa a sus palmeros y tiró de ellos hacia abajo para que volvieran a pisar el suelo. «No os fiéis de él -vino a decirles-, y recordad lo que siempre han dicho sus enemigos: Rubalcaba, si puede, te la clava. Y casi siempre puede».

Susana Díaz hizo bien en no fiarse de Rubalcaba. Lo que le dijo de que estaba dispuesto a franquearle el camino a la secretaría general del PSOE no era verdad. Este domingo, festividad de San Macario, el obispo que ordenó la construcción de la Basílica del Santo Sepulcro, el socialista vasco Patxi López ha dado a conocer su voluntad de presentarse a las primarias que deben elegir en mayo al nuevo jefe de la tribu. Naturalmente, el anuncio no hubiera sido posible sin los auspicios rubalcabenses. Volvemos así al plan original: López como heredero del sanchismo asesinado por el clan andaluz. Ya se encargó Rodolfo Ares, el alter ego del ex lehendakari vasco, de hacer aparecer a Susana Díaz, durante el comité federal de los cuchillos largos, como la autora intelectual del exterminio del «no es no». Se trataba de fijar en la memoria de los militantes que la claudicación ante Rajoy, el magnicidio del secretario general y la imposición de una gestora llevaba la firma de la baronesa de San Telmo. Patxi López apelará ahora a ese recuerdo para recabar los votos que pueden darle la victoria.

Tal y como se ven ahora mismo las cosas, todo parece indicar que habrá confrontación en las primarias de mayo. López contra Díaz. Aunque a mi me parece que eso es lo mejor que podría pasarle al PSOE -porque sólo una victoria democrática de la andaluza podría acabar con la leyenda de que no cuenta con el favor de las bases y le permitiría ejercer un liderazgo legitimado sin pactos espurios que impidieran una votación clarificadora-, lo cierto es que las cosas, en política, rara vez suelen suceder como parece. No hay que descartar que Díaz se arrugue por miedo a la derrota y recule otra vez de regreso a Sevilla. Ni que López, en el último minuto, se retire de la contienda con el discurso de que la unidad y el consenso le exigen ese sacrificio. En mi modesta opinión, ese sería el mal menor. Si el susanismo se repliega no será para lamerse las heridas en paz y permitir que otros ocupen su sitio. Sin el sur, recordemos, no hay unidad posible.

Patxi López al frente del PSOE sería una calamidad. Desde que intrigó todo lo que pudo para matar políticamente a Redondo Terreros, su empeño ha sido llevar al PSOE a esa extraña coyunda con nacionalismos y populismos -ahora se le llama transversalidad– que ha sumido al partido en el caos en que se encuentra. Sus últimas dos grandes aportaciones a la política nacional han sido llevar al socialismo vasco a una debacle electoral sin precedentes y firmar la presidencia del Congreso más corta y más lamentable que se recuerda desde 1977. En esta batalla de poder, él no aporta mucho más que estas dos cosas: haber sido fiel escudero de las tesis de Sánchez, y por lo tanto su dizque legítimo heredero, y seguir siendo una herramienta de Rubalcaba en el tinglado de su gobierno en la sombra. Con esos dos ingredientes tiene potencia suficiente no sólo para ir a la confrontación, sino incluso para aspirar a la victoria. Pero no sería una victoria suya. Sería una victoria prestada.

Si Susana Díaz aguanta el tipo y encara el reto que acaban de plantearle sanchistas y rubalcabistas, puede ganar de dos formas. La buena sería, insisto, alzándose con el respaldo de las bases en las urnas de las primarias. La menos buena, forzando in extremis la retirada del rival, condenado a perder la votación o a ganar en ella, por escaso margen, una paz imposible. Contra el sur, cualquier victoria es precaria. Si por el contrario se amilana otra vez, por miedo a tirarse a una piscina sin agua, habrá quemado su reputación de lideresa -sin audacia no hay premio- y condenará a su partido a otro período, el cuarto consecutivo, de provisionalidad. Bueno para Rajoy, óptimo para Podemos, malísimo para España.