Los bárbaros no son estúpidos

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 12/03/17

· Usted, querido lector, es hoy más indefenso ante quienes quieren acabar con nuestra civilización.

Es inverosímil el placer que destilan algunos medios despiezando las informaciones sobre los métodos de la CIA para espiar por medio de los iPhones u otros aparatos similares. Gran noticia: la CIA espía. ¿Para qué se creen que les paga el contribuyente norteamericano? Para lo mismo que nosotros pagamos al CNI, los británicos al MI-6, los israelíes al Mossad y cada país al suyo correspondiente.

La noticia, por lo tanto, es que sabemos ahora, gracias a un traidor de dentro de la CIA, qué mecanismos se emplean hoy en día. Fantástico. Por más que a algunos les gustara imaginar que la CIA está pinchando su teléfono o el televisor de su casa para escuchar sus conversaciones, sospecho que casi ninguno estamos en esa lista de escuchas. A mí me preocuparía mucho estarlo no por lo que oigan, sino porque si me espían a mí están desviando sus esfuerzos de cualquier objetivo mínimamente relevante y útil.

Gracias a estas lumbreras de Occidente que responden al nombre de Julian Assange y Edward Snowden, dos norteamericanos que residen uno en la embajada de Ecuador en Londres y otro en Moscú, ambos para huir de la justicia, el más efectivo sistema de recopilación de información obtenida de objetivos concretos previamente identificados ha sido puesto al descubierto. Miles de millones de dólares han sido tirados a la hoguera. Al «malvado» presidente Bush le fue imposible capturar a Osama bin Laden en los siete años y cuatro meses de Presidencia que tuvo después del 11-S. Y el «bendito» presidente Obama tardó dos años y tres meses y medio más de investigación antes de finiquitar a aquel monstruo.

¿Por qué costó tanto? Por lo impenetrables que eran sus comunicaciones. Sólo gracias a la información que proporcionó la tortura en Guantánamo y a miles de millones de inversión en tecnología como la que ahora ha inutilizado Wikileaks fue posible acabar con ese criminal. Y digo inutilizado porque los herederos de Al Qaida y los ejecutores de Daesh serán unos bárbaros. Pero lo son precisamente porque no son unos imbéciles. Y desde que el martes pasado se reveló esta información en Wikileaks saben exactamente lo que tienen que hacer para no ser alcanzados.

Quienes tanto alaban a estos delincuentes, Assange y Snowden, quizá querrían aclararnos por qué la lucha por la transparencia informativa y de los servicios de información debe ser exigida a los servicios de una democracia como Estados Unidos, pero ellos jamás han sido capaces de descubrir un solo movimiento sospechoso de la inteligencia de Pekín o de la del Kremlin –donde, no por casualidad, se hospeda Snowden.

Lo ocurrido esta semana con Wikileaks es de una enorme y grave trascendencia. Usted, querido lector, es hoy más indefenso ante quienes quieren acabar con nuestra civilización, los que pueden ponerle una bomba en el metro de Barcelona, en un autobús municipal de Valladolid o en el aeropuerto de Jerez de la Frontera. Se han dado enormes facilidades para poder perpetrar esos y mayores atentados. Y en los medios españoles hemos visto a muchos celebrando con regocijo la traición a todos nosotros perpetrada desde Wikileaks. No sólo es grave que los bárbaros no sean imbéciles. Lo peor es que los imbéciles abundan en derredor nuestro.

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 12/03/17