Los cineastas callan sobre Cataluña

ABC 07/02/17
EDURNE URIARTE

· Quizás estemos asistiendo con el último show independentista a la gota que colma el vaso de la paciencia de los silenciosos

BIEN es cierto que en la última ceremonia de los Goya hablaron mucho menos de política que en otras ocasiones, seguramente porque se temen que lo de Trueba sea algo más que un caso puntual, mensaje de una parte importante de la sociedad española, harta del sectarismo ideológico de los principales representantes del cine español. Con su arrogancia habitual, algunos exigieron que Rajoy acudiera a las salas de cine, y Ana Belén, la conocida propagandista de Zapatero, arremetió contra los gobernantes, de derechas, por supuesto, que desprecian, cree ella, el cine. Pero ni una palabra de la movilización contra el Estado de Derecho y la democracia de los independentistas catalanes, a pesar de la cercanía de la manifestación preparada para ayer. Nada sorprendente si recordamos que tampoco hablaban de ETA cuando la banda terrorista asesinaba, secuestraba y amenazaba.

Y no sólo por miedo, sino porque la denuncia de ETA, de un grupo terrorista ultranacionalista y de extrema izquierda, no estaba entre los principios ideológicos de la élite del cine español. Como tampoco está la defensa de la ley en Cataluña y la unidad nacional. Así ha sido desde el inicio de la Transición democrática y así sigue siendo cuarenta años después. Este ese problema realmente central de la movilización contra le ley y la democracia del nacionalismo catalán, que no tiene respuesta alguna de la élite cultural, y sólo muy parcial de la derecha de la élite política. Y eso explica en buena medida la extraña configuración de la opinión pública en Cataluña, con una mitad que reivindica, protesta y se manifiesta contra las leyes y otra mitad completamente opuesta que permanece en el silencio.

Porque los cineastas ni hablan en Madrid ni hablan en Barcelona. Cuando uno habló de España y la españolidad, Fernando Trueba, lo hizo para decir que no se sentía español y que, en una guerra, él estaría con el enemigo. De los demás, desconocemos su posicionamiento, y no porque prefieran eludir los temas políticos sino porque desean eludir precisamente éste. Y eso entre quienes se atreven a hablar de política, porque o bien son absolutamente todos de izquierdas, o bien hay una parte que no se atreve a exponer sus posiciones políticas. Así ocurrió con ETA durante décadas, que no existía como problema, que nadie decía una palabra, lo que explica también en buena medida porque tardó tanto en activarse la movilización ciudadana. No era sólo un problema de miedo a los asesinos, que lo era. Era también un problema de ausencia de liderazgo. De falta de unidad en la élite para la defensa de los principios democráticos.

Lo anterior no significa necesariamente que no vaya a activarse la movilización en defensa del Estado de Derecho y la unidad nacional en Cataluña y en el resto de España. El caso de ETA, de la formación de un movimiento social antiterrorista, muestra que puede ocurrir a pesar del silencio de una buena parte de la élite cultural. De hecho, es altamente probable que acabe formándose un movimiento social democrático y patriota amplio en Cataluña y en el resto de España. Es más, quizás estemos asistiendo con el último show independentista a la gota que colma el vaso de la paciencia de los silenciosos.

Pero el silencio de esa élite cultural que brama contra la derecha pero nada tiene que decir del desafío a las leyes en Cataluña sí explica la prolongación de ese desafío a lo largo de toda la democracia. Y es que a los cineastas no les gusta hablar de la Constitución y de la unidad nacional.