SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

A 24 horas de la constitución de los nuevos Ayuntamientos, no está todo claro. Ni para la investidura, ni para alcaldías relevantes. Pese a la cláusula de prudencia propuesta por Pablo Iglesias: «No concibo que Pedro Sánchez llegue a la investidura a pelo», parece que sí, que el doctor Fraude está ahora mismo con lo puesto. Y lo puesto es todavía poco, 173, en el supuesto que cuente Sánchez con los 42 votos de Unidas Podemos y los seis del PNV, que el ábaco de Adriana Lastra, la pobre, aún no llega a contabilizar como seguros, al igual que el escaño de Compromís y el del diputado cántabro. Se daba como muy probable que la investidura fuese apoyada por UPN, pero no lo será si la socialista MaríaChivite, chispún, se empeña en presidir Navarra con el apoyo de sus once escaños, los nacionalistas incruentos y la abstención de EH Bildu, frente a los 20 diputados de Navarra Suma. Es el precio para el apoyo del PNV. Sánchez deberá comerse sus propósitos de no pactar con los independentistas catalanes, si alguna vez los tuvo, y la ni-ni Lastra ya se lo trabajaba ayer con GabrielRufián, al decirle que «el problema de Cataluña debe resolverse por vías políticas». Para Esquerra hay un precio adicional: que el PSC apoye a ErnestMaragall para la Alcaldía de Barcelona en vez de secundar a Ada Colau, la esperanza de Manuel Valls.

En Madrid, Ciudadanos, más cerca de las ocurrencias que de las ideas, ha hecho una propuesta fantástica al PP, repartirse el mandato en dos mitades: los dos primeros años para José Luis Martínez-Almeida y los otros dos para BegoñaVillacís. Uno comprende la resistencia del PP para secundar una fantasía semejante y espera que la sostenga. Mientras, el partido naranja maneja sus asquitos hacia Vox en dosis prudentes y muy beneficiosas. En Castilla y León se le han debido de calmar los ardores regeneracionistas al candidato FranciscoIgea, que va a ser vicepresidente con el popularAlfonso FernándezMañueco, que sacó 29 parlamentarios frente a los siete de Ciudadanos. De regalo se ha llevado las alcaldías de Burgos y Palencia, invocando la martingala de que ya llevaban ocho años y tocaba cambiarlos. En Palencia han conseguido la alcaldía con tres concejales de 25, un logro admirable. En Burgos, con cinco de 27, que tampoco está mal. En ambas ciudades, los nuevos alcaldes deberán contar con el apoyo de Vox.

Cuando AlbertRivera descubrió el valor político de Silvia Clemente, la ex presidenta de Castilla y León con el PP, llevaba 18 años encadenando cargos sin que a nadie de Ciudadanos le pareciera una mochila insoportable. El candidato Igea se postuló para primarias que se saldaron con un pucherazo a favor de Clemente. La dirección de Ciudadanos se olvidó del fichaje y reconoció como vencedor de las primarias a Francisco Igea, como si el pucherazo lo hubiera dado ella.

Mi amiga Cara Echanove expresaba una perplejidad muy razonable respecto a la extraña actitud de Rivera y su partido respecto a los pactos: «Han puesto veto a los nacionalismos, a Unidas-Podemos, a Vox y al PSOE. Solo le queda el PP para pactar. Lo paradójico de todo esto es que fue Ciudadanos quien nos quiso convencer de lo malo que era el bipartidismo».