Antonio Fernández-El Confidencial

Son una curiosa mezcla de ideologías aparentemente opuestas entre sí pero que, curiosamente, han tejido lo que parecen ser alianzas inquebrantables con el ‘procés’

El pasado martes, la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, reunía en París a un nutrido elenco de diputados de Francia y eurodiputados para tratar de conformar un grupo de apoyo al ‘procés’ catalán. Se trataba de poner en marcha la plataforma EU-Catalonia Dialogue Plaform, que sería presidida por el eurodiputado esloveno Ivo Vajgl. Su cometido: promover el diálogo entre Cataluña y España y encontrar una «solución democrática» al conflicto. Ahí se dan cita liberales, ultraderechistas, comunistas y ecologistas en una sorprendente mezcolanza que une populismo con nacionalismo y, en ocasiones, antieuropeísmo y antiglobalización.

En el Parlamento europeo, curiosamente, no existe currículum de Vajgl, pero sí se conoce que entre julio y diciembre de 2004 fue ministro de Asuntos Exteriores de Eslovenia. A partir de esa fecha y hasta 2007, fue asesor en política exterior en el gabinete del presidente del país, Janez Drnovsek y desde 2009, ya en otro partido, fue elegido eurodiputado con el 9,77% de los votos.

 Vajgl es uno de los políticos de referencia de los independentistas catalanes, que lo tienen santificado como el conseguidor de una causa democrática y justa. Por eso, en la reunión del pasado martes, se permitió pontificar sobre el derecho de los pueblos a decidir su futuro. Criticó la «represión durante el referéndum» del 1 de octubre como un ejemplo de lo que no puede pasar en democracia y se atrevió a dar un consejo al Gobierno español: pidió la libertad de sus «colegas» presos y exigió «que el Gobierno español coja el teléfono y llame a los jueces para pedirles que liberen a los presos». Todo como si en democracia el poder ejecutivo ordenase a los jueces a quién deben encarcelar o dejar libre. Una democracia ‘sui generis’, solo comparable a la que se trasluce de la Ley de Transitoriedad Jurídica aprobada por los independentistas catalanes el 6 de septiembre de 2017, que dinamita la separación de poderes y hace depender a los magistrados del consejero de justicia mientras los pone a sus órdenes.

Esta deriva totalitaria es disimulada con un supuesto interés en que España abandone la vía jurídica y «vuelva al siglo XXI». Sus opiniones son tenidas muy en cuenta por los medios afines al ‘procés’. En una entrevista en Cataluña Ràdio realizada el pasado mes de abril, Vajgl se permitía ponderar que «España debe volver al mundo contemporáneo. Hablar de delito de rebelión es del siglo XII». Y concluía que «históricamente, será muy difícil de explicar la respuesta pasiva que ha tenido la UE ante los hechos del 1 de octubre en Cataluña». Es más: este eurodiputado considera que hay una «conspiración del silencio» de sus colegas para con el tema catalán.

El baluarte de la ultraderecha

El diputado flamenco Mark Demesmaeker, de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) es otro de los héroes europeos para los independentistas catalanes. Amigo del eurodiputado convergente Ramon Tremosa, habla catalán en público y ha asistido a varias manifestaciones del 11 de septiembre en Barcelona. Fue uno de los «observadores internacionales» del 1 de octubre y ha llegado a calificar al Gobierno español de régimen franquista. Curiosamente, lo dice el representante de un partido que colaboró con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que está considerado uno de los baluartes de la ultraderecha en Europa. El N-VA, no hay que olvidarlo, es el partido que ofreció todo su apoyo a Carles Puigdemont para que pudiese asentarse en Bélgica tras fugarse de España.

Demesmaeker, además de presentador de televisión, fue secretario general de su partido, una formación con tintes xenófobos y populistas. Curiosamente, en el caso de Ucrania, tomó partido en sentido radicalmente contrario al caso catalán, apoyando a los partidarios de la unidad territorial del país y atacando sin piedad a los rusófobos. Ello le valió ser tachado de «indeseable» por Vladimir Putin, que le prohibió la entrada en Rusia.

«Históricamente, será muy difícil de explicar la respuesta pasiva que ha tenido la UE ante los hechos del 1 de octubre en Cataluña»

Junto a estos exponentes de la derecha montaraz, aparece José Bové, un sindicalista del campo francés que se caracteriza por el activismo antiglobalización. Bové, que forma parte del grupo de Los Verdes, promulga la Tasa Tobin, fue condenado por haber destruido un edificio que estaba construyendo la multinacional McDonald’s en Millau, en agosto de 1999. En aquel momento, Estados Unidos decidió subir el impuesto de algunos productos europeos, entre ellos el queso Roquefort, que fabricaba el propio Bové. En represalia, junto a algunos de sus seguidores, destrozó el edificio de la multinacional. En 2007, se presentó a las elecciones de la presidencia francesa, en las que obtuvo el 1,32% de los votos. Tras ese fracaso, se acercó a los movimientos ecologistas, en cuyas filas milita actualmente como eurodiputado desde 2009.

El 29 de mayo pasado, Bové, en una reunión con Diana Riba, esposa del exconsejero de Exteriores, Raül Romeva, en Bruselas, acusó a España de tener presos políticos y criticó que «como es España, no nos movemos. Si fuese un país del Este, ya nos habríamos apuntado todos». Y luego, zanjó: «No podemos dejar a nuestros amigos y compañeros en prisión».

Un viaje en balde

En diciembre pasado, Bové, junto a Demesmaeker, la eurodiputada comunista francesa Marie-Pierre Vieu, la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka y los eurodiputados catalanes Ramon Tremosa, Jordi Solé y Josep Maria Terricabras se presentaron en la puerta de la cárcel de Estremera para visitar a Oriol Junqueras y Joaquim Forn. El director de la prisión denegó la entrada de a los visitantes por sorpresa, que luego denunciaron los hechos ante la UE. Pero lo cierto es que no habían cumplimentado los trámites para visitar a un recluso, con lo que difícilmente podían obtener el permiso ‘in situ’, por muy eurodiputados que fuesen. Bové fue quien se encaró con los guardias civiles que custodiaban la prisión, mostrando su acreditación del Parlamento, en un gesto prepotente marca de la casa, esperando que la tarjeta le diese carta blanca para entrar en una prisión saltándose todas las reglas.

En el panorama internacional, los independentistas catalanes cuentan con aliados en Europa como las eurodiputadas comunistas italianas Eleonora Forenza y Barbara Spinelli, la sueca Bodil Valero (llegó a acusar al magistrado Pablo Llarena de ser más fiscal que juez), el estonio Indrek Tarand, el flamenco Sander Loones (también del N-VA), Tanja Fanjon (vicepresidenta de los socialistas europeos) o los irlandeses Lynn Boylan, Martina Anderson y Matt Carthy.

A nivel de partidos, los independentistas se codean no solo con el N-VA o con los Verdes, sino también con la Liga Norte o con La República en Marcha, el partido del presidente francés, Emmanuel Macron, una de cuyas representantes, Martine Wonner, asistió al acto de Paluzie en París esta semana. También estuvo presente Paul Molac, exmiembro de la Unión Democrática de Bretaña y luego fichaje de Macron. También son extremadamente fluidas las relaciones con François Alfonsi, dirigente del Comité de Solidaridad de Córcega, o con Jean-Guy Talamoni, dirigente de Corsica Libera, un partido nacionalista de la isla que el 1 de octubre ofició también como «observador internacional» en el referéndum. Otra cosa es el finlandés Mikko Karna, que esta semana fue recibido por el propio presidente de la Generalitat, Quim Torra, el amigo del norte de Carles Puigdemont y quien lo había invitado a Finlandia poco antes de su detención.

En Italia, los contactos son más discretos, ya que la Liga Norte, bajo la batuta del actual ministro del Interior, Mateo Salvini, ha copiado los lemas del ‘procés’, apoya el movimiento secesionista y mantiene contactos con círculos independentistas aunque oficialmente haya un hermetismo absoluto sobre el tema.

Fuentes del PDeCAT, consultadas por las relaciones internacionales con algunas fuerzas, señalaron que, oficialmente, esta formación no mantiene relaciones con el N-VA, ni con ningún partido finlandés ni con la Liga Norte. «Sí tenemos fluidas relaciones con el Scottish Nacional Party y con algún partido belga, lo mismo que con el PNV, por ejemplo. Por algo, representaciones suyas estuvieron en congresos nuestros y viceversa. Las demás formaciones pueden tener relaciones con algunos dirigentes independentistas a nivel individual, pero no tenemos relaciones de partido a partido”, aseguran las fuentes consultadas. Los amigos del independentismo, pues, son una curiosa mezcla de ideologías aparentemente opuestas entre sí pero que, curiosamente, han tejido lo que parecen ser alianzas inquebrantables con el ‘procés’ como cemento de esa relación.