¿Malevolencia o ignorancia?

JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 01/04/17

Jesús Laínz
Jesús Laínz

· Éstas son las tácticas de la educación igualitaria implantada hace treinta años por el PSOE y nunca corregida por el PP.

Hace algunos meses circuló por el ciberespacio una página de un libro de ciencias sociales de 4º de la ESO de la editorial Edebé que había que verla para creerla. Junto a un retrato del personaje, se leía:

1923. Sube al poder José Antonio Primo de Rivera, tras un golpe de Estado militar, e impone una dictadura.

Sirva este disparate como muestra, aunque podríamos mencionar muchos otros. Éste es el nivel de nuestra España, un país en el que los redactores de los libros en los que nuestros estudiantes han de aprender historia baten récords de malevolencia o de ignorancia. Probablemente haya más de la segunda que de la primera, aunque mucha tiene que acumularse para que ni el redactor del texto, ni el corrector, ni el editor ni nadie a lo largo del proceso de publicación fuese capaz de darse cuenta de la barbaridad. Éste es tan solo uno de los muchos ejemplos de cómo se construye la ignorancia sin lagunas de nuestras jóvenes generaciones. Y, para evitar el colapso nervioso, ni mencionaremos los libros que emponzoñan desde hace cuatro décadas las aulas catalanas y vascas, conformadores por sí solos de un subgénero de la literatura fantástica.

¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? Tirando un poco del hilo podemos encontrar, por ejemplo, el autorizado testimonio de Jordi Llovet, catedrático de Literatura de la Universidad de Barcelona y veterano colaborador de El País. Pues en sus memorias Adiós a la universidad (2011) explicó lo siguiente:

Cuando Felipe González era presidente del Gobierno convocó a una camarilla de pedagogos, entre ellos algún que otro amigo suyo del colegio, también algunos amigos de su mujer, para que ordenasen en la medida de lo posible el panorama de la educación en España. Los ínclitos pedagogos se sintieron tan halagados y les pareció que se les encomendaba una misión tan elevada, con un tan alto grado de confianza y de responsabilidad, que se encargaron de llevar a la perdición la enseñanza pública en nuestro país.

Aquel diseño socialista, del que salieron la infausta Logse y sus continuaciones, nunca ha sido corregido. Y he aquí sus resultados: esta generación mejor preparada de la historia de España que, si no fuera para morirse de pena, sería para morirse de risa.

Porque Granada está en África, Albacete y Ciudad Real son provincias andaluzas, la gallina es un mamífero y el caracol un insecto heterosexual. Ejemplos de ortografía: vever, hacercar, conpetencias, adsequible, incapie, bolcán, conduzta. El 69% de los examinandos no supo situar ni nombrar correctamente las comunidades autónomas, el 80% no supo hallar la circunferencia y el área de un círculo a partir del radio y el 93% no supo pasar de kilos a gramos y de minutos a horas. Resultado final: sólo un 13% de catorce mil aspirantes aprobó un examen de nivel de 6º de primaria. Pero no se trataba de alumnos, lo cual ya sería para llorar, sino de jóvenes licenciados en magisterio opositando hace un par de años para maestros de secundaria de la Comunidad de Madrid.

Y si ésta es la situación de los educadores, no será difícil imaginar la de los educandos. Por ejemplo, Gregorio Salvador, vicepresidente de la Real Academia, ha relatado, entre otros, el caso de un alumno que escribió en un examen de Ciencias que la evolución de las especies es un proceso muy lento sólo interrumpido durante el régimen franquista. Pero lo llamativo fue que el profesor que se topó con tal perla prefirió aprobar al fenómeno antes que enfrentarse con un alumno y unos padres que, según le decía su experiencia, podrían acabar hasta acusándole de apología del franquismo.

El mencionado Jordi Llovet ha denunciado el hecho, inconcebible durante siglos y habitual desde hace años, de que la mayoría de los estudiantes de Humanidades acaban hoy sus carreras sin haber leído jamás un libro. Por su parte, el catedrático Alejandro Muñoz-Alonso lamentaba que los alumnos de últimos cursos universitarios no supieran situar Ucrania en un mapa, ni quién fue Baltasar Gracián, ni en qué siglo reinó Felipe II. Miguel Ángel Esteso, presidente de la Federación de Asociaciones de Catedráticos de Universidad, ha declarado recientemente que uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta la enseñanza universitaria es «el déficit de preparación con el que acceden los estudiantes, principalmente de herramientas básicas». En concreto se refirió a la comprensión de lo leído, la capacidad de análisis y síntesis, la elaboración de razonamientos lógicos y la corrección al expresarse tanto verbalmente como por escrito, todo ello acompañado por una actitud «ciertamente infantil».

Éstas son las tácticas de la educación igualitaria implantada hace treinta años por el PSOE y nunca corregida por el PP: considerar un derecho el pasar de curso con asignaturas suspendidas, no castigar la vagancia y el desinterés, desconfiar del esfuerzo y la diferencia, evitar suspender para no traumatizar y rebajar la exigencia para que todo el mundo pueda aprobar. ¿Qué se ha conseguido con ello?: convertir la enseñanza en una fábrica de analfabetos, los profesores en entrenadores de pulgas de circo para que encuentren trabajo y los títulos en papeles sin ningún valor para encontrarlo.

Pero el fruto más importante es el vaciamiento cerebral de toda una generación de españoles, generación que, por ignorarlo todo, ignora hasta el hecho de su propia ignorancia, convencida como está de ser, según reza la letanía progre, la más preparada de la historia de España.

Hay dos posibilidades para los que diseñaron y han seguido manteniendo una catástrofe educativa cuyas principales víctimas son, naturalmente, los estudiantes: ignorancia o malevolencia. Que cada uno saque sus conclusiones, pero ya lo dejó claro hace un siglo el primer ministro socialista francés Aristide Briand al exclamar ante un rebaño de ovejas: «¡Qué magnífico electorado!».