Margarita, está linda la mar

EL MUNDO 10/07/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

PEDRO SE ha acostumbrado a delegar en segundones la explicación a la opinión pública de reuniones en las que no han estado. Ya pasó con Ábalos sobre la reunión entre Pedro y Pablo. El jueves se repitió cuando Margarita contó a los periodistas de qué habían hablado Don Mariano y Pedro «en el palacio de Moncloa (sic)».

También dio detalles de lo que no habían hablado, el 155, ese artículo que nació ya derogado y que es una medida de intervención tan sobrevalorada que los secesionistas más menguados traducen como tanques por la Diagonal, pero no suspende la autonomía catalana. Uno echa de menos a Tony Blair que suspendió cuatro veces la autonomía del Ulster, la última, (14 de octubre de 2002) durante cuatro años, seis meses y 24 días. Y no pasó nada, quizá porque Blair no tuvo nunca una portavoz atascada en una puerta giratoria.

El presidente no lo citó y Pedro tampoco. Entonces, ¿a qué venía el énfasis y la reiteración de Margarita al negar validez a un artículo estrictamente constitucional? Quizá a que Felipe González sí lo había citado en lo de Vocento y esta tropa ha desarrollado como especialidad ajustar cuentas en el partido con los asuntos de Estado. No era contra Rajoy, sino contra González. «Este nuevo partido Socialista», dijo en un par de ocasiones en plan refundador, para anunciar entre dos docenas de veces y tres, que si el presidente no dialoga, el PSOE adoptará iniciativas legislativas. Si el presidente no se mueve, lo hará el (nuevo) PSOE. Tanta externalización no puede acabar bien, Pedro. Por pura incoherencia. ¿Tanto darnos la brasa con la militancia para encargar la refundación del partido a una simpatizante?

No al 155, dijo una vez y otra, como si fuera la madre de mi Krupskaia, en plan banda de Moebius que siempre volvía a pasar por la misma adversativa. El Gobierno contará con todo el apoyo del PSOE y luego colocaba un «pero» o un «ahora bien» tiene que dialogar que demolía el párrafo anterior. Luego demostró cierta incapacidad para ruedas de prensa. Anunciar «iniciativas legislativas» y pretender que no le preguntaran por ellas era de una ingenuidad propia de Abundio.

Margarita se encargó de explicar a los gentiles la conversación entre Pedro y Don Mariano. Ella no estuvo, pero no se privó de dar su opinión de lo que los reunidos se dijeron y lo que no. Ni Rajoy anunció que tuviera la menor intención de aplicar el 155, ni Sánchez mentó el asunto en ningún momento. El artículo maldito fue una adversativa en su relato, ese pero que deroga todo lo dicho anteriormente.

Margarita, está linda la mar. También lo estaba aquella mañana del 22 de octubre de 1992, en la que un tribunal presidido por ella condenó al albañil marroquí Ahmed Tommouhi a 15 años de cárcel por violación. La sentencia, por ella redactada, no tuvo en cuenta la única prueba rotunda, definitiva: que el análisis del semen encontrado en la braga de la víctima descartaba al acusado. Tommouhi cumplió entera su condena. No sé si Margarita se le trastocan las frases hechas y creyó que violar es de albañiles, pero ella no dialogó con el albañil Tommouhi. Se limitó a aplicarle el Código Penal en las condiciones que digo. Así las cosas no se entiende que cuando un presidente autonómico anuncia su propósito de cometer varios delitos a plazo fijo, el 1-O, ella se empeñe tantas veces en que el Gobierno tiene que dialogar en lugar de aplicar la ley. Margarita debió dialogar con Tommouhi y aún si hubiera sido culpable, concluir que el racismo es un problema que debe resolverse políticamente, no por vía judicial.