ME PARTO CON LO DE TABARNIA

CARLOS HERRERA-ABC   

Tabarnia es una broma absurda que pone de los nervios a quien usted puede imaginar

¿QUÉ hubiera sido de Ionesco, Backett, Genet o Mihura sin el absurdo? Sin el sentido del sinsentido, sin el abandono del relato dramático racional, sin el rechazo del lenguaje lógico, sin la realidad grotesca o las tramas circulares, ellos habrían perdido un modo de vida y nosotros un teatro esencial. No hay que ser existencialista como Camus para usar filosóficamente la palabra «absurdo» y volcarla en la política. Más concretamente en la española y, en particular, a la que hace referencia a Cataluña y sus disparates. Es absurdo que algunos dirigentes catalanes quisieran abandonar la UE, absurda la tempestad de odio visceral con que se despacha a la disidencia del nacionalismo, absurdo que un electo pretenda erigirse en presidente desde otro país con mando a distancia, absurdo el independentismo en sí, y, ahora, que unos cuantos ciudadanos hayan tenido la idea de ponerles un espejo a los nacionalistas con la idea de desacreditar su proceder es acogerse al absurdo para denunciar al absurdo en sí. Eso es Tabarnia, la ocurrencia que corre como la pólvora entre la risa de muchos y la irritación de otros tantos. 

Tabarnia es una broma absurda que pone de los nervios a quien usted puede imaginar. Que una parte de Cataluña, la más urbana y de voto mayoritariamente constitucionalista, se constituya en un territorio independiente de la Cataluña independiente es una muy brillante ocurrencia ya que evidencia las muchas contradicciones del llamado «procés» que está dejando esa comunidad en los huesos. Dicen sus impulsores –que llevan recogidas ya miles y miles de firmas en change.org– que actúan exactamente igual que lo hacen los independentistas respecto a España y que, por lo tanto, exigen también un referéndum para decidir su exclusión de la República Catalana. Al no ser el sentido del humor un fuerte de los nacionalistas, estos responden con cierta irritación apelando al Estatut y al no reconocimiento de ese derecho para ningún territorio de la hoy aún Comunidad Autónoma, sin darse cuenta de que la respuesta es muy sencilla: tampoco la Constitución reconoce derecho a fraccionar España sólo con el voto de la parte pretendiente, y sin embargo ellos ha seguido adelante. Y así todo. Si a eso le añadimos que mañana surgirá alguna plataforma parecida en el Valle de Arán y que dentro de Tabarnia surge ya un movimiento para hacerse independiente de Tabarnia e incluirse en el territorio catalán –Catabarnia– el absurdo total está servido. Imagino un futuro en el que el barrio de El Clot se separe de Barcelona y el de Vilaroja lo haga de Gerona. Y que haya calles del barrio de La Guineueta que se independicen de las perpendiculares. Que mapa más divertido. Ciertamente, es para partirse la caja. 

 Por demás, se presiona a Inés Arrimadas para que intente formar gobierno a sabiendas de que no podrá hacerlo. Yo, en mi modestia, sí que lo haría: es una forma de visualizar tu victoria, tu triunfo –que no ha sido menudo– y de mostrar un programa de gobierno sin monsergas. Es la forma de hablarle a un Parlamento de mayoría independentista, campuza y surrealista de lo que le interesa a la Cataluña constitucionalista; y de ver cómo ese mismo independentismo dividido hace esfuerzos hercúleos por disimular la inquina que le tienen. Lo haría simplemente por poner de los nervios a los xenófobos supremacistas que no pueden concebir que una muchacha nacida en Jerez de la Frontera, tan lejos de todo, pueda encabezar la lista más votada. Esa es la clave de las cosas: hay que evidenciar que el recuento le dio a su partido el mayor número de votos. Y que su victoria se produce en el territorio que unos cachondos quieren poner a buen resguardo de la insufrible Cataluña de los «indepes». Vente arriba, Inés.. los «indepes». Vente arriba, Inés..