Menchevique

ABC 13/12/16
DAVID GISTAU

· A Errejón la camisa le huele a venir de estar con otra, con la meretriz del 78

CREO que no estáis manejando bien lo de Errejón. Bastante tiene el pobre hombre con la cara de menchevique que se le ha puesto en pleno furor purgante del pablismo-leninismo. Los oficialistas de Podemos lo tratan con tanta delicadeza en las formas que Errejón ya empezó a desenfocarse como los personajes de Woody Allen en las fotografías grupales de los profetas de las que pronto será borrado. Ya me veo jugando al Cluedo el día en que Errejón aparezca convertido en una contradicción superada: «Ha sido Monedero, con el piolet, en el Hemiciclo».

Pero es que, mientras, convertirlo en el único podemita homologable con lo institucional, en el enlace entre dos mundos supuestamente antagónicos, en un Tío Tom, vaya, entre Panteras Negras, no lo ayuda precisamente a salir por su propio pie de Vistalegre. El régimen está consagrando en Errejón a un agente doble a su pesar que de esta manera dota de argumentos a toda la chismografía corrosiva con la que se intenta hacerlo sospechoso ante la más montaraz militancia de Podemos. A Errejón la camisa le huele a venir de estar con otra, con la meretriz del 78, que lo tiene hechizado y le inspira afanes de pertenencia que mitigan la revolución hasta un grado retórico y decorativo. Ello, ante sus cristianos primitivos, ante sus curanderos camineros, vuelve muy fácil a Pablo Iglesias arrogarse una pureza combativa como de gente encerrada en el cobertizo de una secta. En versión adolescente, como de niños que juegan a indios y vaqueros con escopetas de corcho, recuerda la disputa entre Sierra y Planicie que ganó Castro cuando el Che ya le susurraba al oído doctrina estalinista y universalismo.

Otra cuestión sería que esta exposición de Errejón como personaje amable para el régimen forme parte de una estrategia. Que lo conveniente sea anular precisamente las posibilidades que Errejón pudiera tener de convertir Podemos en un partido institucional, con espacio permanente en la izquierda de intramuros del sistema. Ya luego se le buscará a Errejón una solución personal en algún espacio socialdemócrata: hasta el Cohn-Bendit de las barricadas del 68 se hizo extirpar el apodo de Dani «El Rojo» para profesionalizarse como eurodiputado verde, esas mutaciones se dan. Mientras, hacer pasar a Errejón por un caballo de Troya del constitucionalismo ayuda a Iglesias a ganar Vistalegre. Por añadidura, impulsa la escora radical de Podemos, su autodescarte como partido que habría podido suceder al PSOE en el hegemonía socialdemócrata, anula sus coartadas transversales y lo convierte en un jefecillo de gang alrededor del cual se agrupan todas las pandillas gamberras sin romanizar. Podemos ya cumplió el papel de romper la izquierda. Ahora languidece entre legajos en la rutina parlamentaria, donde le saldrá musgo. Si la solución de Iglesias es reducirse a la mínima expresión de la radicalidad, ¿por qué impedírselo? Logrará que un partido que a punto estuvo de gobernar termine siendo asunto de los antidisturbios.