Metáfora del clásico

EL MUNDO 24/04/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

NO ES que Antonio Machado se equivocara como la célebre paloma de Alberti cuando definió a Madrid como el rompeolas de todas las Españas, capital del dolor y de la gloria, como acertó a llamarla Rafael, aunque sí cabe decir que Don Antonio pecó de cierta inconcreción. No era Madrid, sino el Santiago Bernabéu. No era la dramática operación Lezo, como algún menguado bautizó al saqueo de los fondos del Canal Isabel II, sino el clásico en el que anoche se sustanció en buena parte el campeonato de la Liga 2016-17.

El resultado del partido, que aún no había empezado a jugarse a la hora de entregar esta columna, es un asunto relativamente menor, sencilla anécdota, una cuestión puramente deportiva. La categoría era el alucinante asunto de Neymar, ese niño malcriado que con toda justicia se ganó una suspensión de dos partidos decretada por el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), por dedicar unos irónicos aplausos al cuarto árbitro después de ser expulsado en La Rosaleda. Neymar es un caprichoso, gran jugador de fútbol que, como la mayor parte de los suyos, como Messi, el mejor de todos ellos, tiene el talento de los tobillos para abajo. También gran defraudador de Hacienda, como el propio Messi, aunque en esto la responsabilidad mayor vaya a ser de sus papás, según explicaron ambos a los jueces, porque lo suyo solo es jugar al fútbol.

Contra todo el agit-prop montado la víspera, que había llegado a apuntar la posibilidad de que Luis Enrique alineara al jugador brasileño contra la sanción del TAD, Neymar ni siquiera viajó ayer a Madrid. La mera posibilidad, sin embargo, fue una metáfora del problema y el conflicto catalán. Una vez decretada la sanción, el FC Barcelona no presentó su solicitud de la cautelar al Tribunal deportivo hasta después de que concluyera su reunión semanal.

Hay un evidente paralelismo entre el conflicto del Barça con los tribunales del deporte y el que tiene la Generalidad de Cataluña con el Tribunal Constitucional. Uno piensa que debió ser el propio club el que impusiera una sanción ejemplar al insuficiente de los aplausos por una razón doble: su lamentable actitud deportiva y poner en riesgo los intereses del equipo al no poder alinear a uno de sus jugadores punteros por su falta de cabeza. Al ver la jugarreta, uno pensó que el inspirador de la estrategia jurídica habría sido Curro Homs, o quizá Artur Mas, o quién sabe si el mismísimo Puigdemont.

«El Barça es el ejército desarmado de Catalunya», había escrito Vázquez Montalbán, un periodista relevante en el bajofranquismo, la Transición y buena parte de nuestra etapa constitucional. A él debemos una parte sustancial del estado actual de confusión de las cosas, probablemente tanto como a la revista Taula del Canvi, que tanto me confundió a mí mismo en mis años mozos.

Finalmente, el Barça se la envainó, «miró al soslayo, fuese y no hubo nada», según remató Cervantes su famoso estrambote, cita que me reconocerán pertinente en el 401 aniversario de su muerte. Y esto pasa mientras el Estado Mayor del FCB, vale decir la Generalidad de Cataluña, se declara conjurada en torno a un objetivo ilegal, no sé si contra España, o quizá contra la liga española, aunque esto último me parece más dudoso, porque solo aspiran a ganarla. El Barça, ese ejército desarmado se ha estrellado contra los tribunales del deporte y ha tenido que dejar a Neymar en casa, no todo sale gratis, o casi, como les ha salido hasta ahora la conjura sediciosa contra el estado de Derecho. Para la próxima renovación del TC que pongan a los miembros del TAD.