ARCADI ESPADA-El Mundo

Se escucharon ayer los últimos testimonios de los golpeados. Destacó la pelvis de la señora Carrillo, que se rompió cuando un policía la tiró al suelo. La cara del técnico Meca, contra la que un policía estampó dos puñetazos y otro dos rodillazos. Las costillas del mecánico Guerra, que un policía más rompió de una patada. En la sala ayer hubo, además, peligro concreto de que Marchena rompiera algo. Primero con la filósofa Marina Garcés, que es una lástima que no haya aplicado a sus experimentos con la filosofía los valores de limpieza, nitidez y sentido común que suele tener la arquitectura de su padre. La filósofa quería describir su grado de alucinación ante la acción policial y que aquel día tenía fiebre, aunque sin vincular una cosa con la otra.

Marchena la cortó desabrido.

–No me interesa su grado de alucinación. Ni su estado febril.

Luego hubo problemas con el payaso Pesarrodona.

–¿Qué tiene usted entre las manos?

Marchena estaba mosqueado. El payaso que declaraba se hizo famoso cuando el día 20 posó durante dos horas con su nariz de payaso al lado de un guardia civil apostado junto al departamento de Economía. En la Sala, Pesarrodona había dejado la nariz sobre sus cosas, sin atreverse a más; pero es probable que la Garcés le hubiera contagiado la fiebre a Marchena, que ya veía al payaso jugándosela:

–Sí, ¿qué tiene?

El payaso levantó las manos como un votante del 1-O y solo entonces Marchena quedó convencido.

Todos los testimonios de los golpeados son convincentes, más allá de los partes médicos que los certifican. Algunas de las circunstancias en las que se vieron implicados fueron descritas en la primera parte del juicio por policías que participaron en ellas. Cuando los policías describían alguna acción violenta o humillante de los votantes, los abogados solicitaban la exhibición de vídeos que, supuestamente, contradecían o matizaban las declaraciones. Algo que no han hecho en ningún momento las acusaciones cuando los testigos han descrito violencia o vejaciones por parte de la Policía.

Las acusaciones se han mostrado perfectamente disciplinadas con un acuerdo de la Sala que no permitía que la declaración del testigo fuera confrontada con las imágenes. Marchena consideró que la naturaleza de la prueba testifical no debía contaminarse, por así decirlo, con la prueba documental, de otra naturaleza distinta. Y así decidió agrupar los testimonios, por una parte, y los vídeos por otra. Una decisión discutible, como el mismo ha admitido repetidamente; pero tan ajustada a Derecho como podría haber sido la contraria.

La discusión, sin embargo, afecta a un asunto más complejo. Y es el carácter supuestamente indiscutible de la imagen. Su carácter documental, exactamente. Que se funda en documentos reales. Que representa, con carácter informativo o didáctico, hechos, escenas, experimentos, tomados de la realidad. Dicho en plata: un testigo es subjetivo, capaz de ser contradicho con otras subjetividades presentes, mientras que la imagen es un testimonio objetivo.

La prueba documental que se desarrollará durante los próximos días se limitará a la exhibición de imágenes, acompañadas de un escrito muy breve, incluso de no más de una línea, que describirá los motivos de su pertinencia. Esas imágenes provendrán de fuentes muy variadas. Del casco de un policía, del teléfono móvil de un manifestante, de las cámaras profesionales de un informativo televisivo, etc. Todas ellas pueden haber sufrido un proceso de montaje y algunas de ellas lo habrán sufrido con seguridad. Pero esa es la posibilidad de manipulación más inocente y la más detectable a simple vista. Mucho más peliagudo es determinar que una imagen de esas características, actuando en un procedimiento judicial, no puede aislarse de lo que pasó antes de ser tomada, de lo que había a su derecha, a su izquierda, por arriba o por debajo, es decir, todo eso que se habría mostrado abriendo convenientemente el ángulo y que matizaría y hasta podría contradecir lo que la imagen muestra..

Una imagen, en fin, es también el testimonio de alguien, una manera de declarar menos usual y sujeta al principio de contradicción. Nada de todo esto debería inducir, por supuesto, a ninguna forma de relativismo. Una imagen puede decir la verdad como un hombre, entre otras cosas porque no es nada más que un hombre filmado. Lo interesante para el caso que nos ocupa es que también puede mentir como miente la palabra de un hombre.

Que no la pelvis ni la mandíbula ni las costillas rotas.