Mondragón, el feudo en el que EH Bildu se desangra

EL MUNDO 20/09/16

· Los herederos de Batasuna llevan cuatro años perdiendo votos y hasta un partido ‘español’ como Podemos les gana en su terreno robándoles el electorado joven y «rebelde»
· «Ellos también son casta», dice un vecino

 
La cara sonriente de Arnaldo Otegi empapela las calles. Los ojos ya arrugados del frustrado candidato a lehendakari miran al viandante desde un fondo rosa chicle chillón, o bien desde un cartel con fondo blanco en el que su apellido luce con letras de colores, casi naíf. Por la tarde, no serán más de una docena los hombres y mujeres, todos mayores, que participen en la concentración por el regreso de los presos (condenados por terrorismo) «a casa».

Es la estampa post-ETA en uno de los feudos clásicos de la antigua Batasuna. En Arrasate-Mondragón, a 70 kilómetros de San Sebastián (22.000 habitantes, motor industrial de Guipúzcoa, clase media, universidad propia) la vida continúa. Los concejales socialistas que sobrevivieron –aquí la banda mató a ocho personas entre 1974 y 2008– ya no caminan escoltados; gobiernan el pueblo, a la baja, como muleta del PNV. El PP sigue sin representación. Y la antes poderosa izquierda abertzale ya no gana las elecciones. En las generales de diciembre y junio, el vencedor ha sido por primera vez un partido español: Podemos. Porque en el País Vasco la nueva izquierda no sólo roba electorado al PSOE; también rebaña en el plato agrietado de la vieja izquierda identitaria.

«Somos una alternativa con más claves sociales. Y en Mondragón también ha afectado la crisis. Tenemos el 14% de paro». Igor Urizar, concejal de Podemos, ha repartido cartas de Correos y servido cafés antes de convertirse en la cara de Podemos en el pueblo: euskaldun, hijo de comunistas, partidario del «derecho a decidir». Aunque él no es «nacionalista», precisa, mientras da un sorbo de agua en el restaurante que sirve de base de operaciones al partido (sus 12 militantes más activos no tienen ni sede). Para ellos el triunfo ha sido una «sorpresa».

«Hay gente de Bildu que nos ha votado porque querían un cambio en el Estado», razona. «Somos una opción que impugna lo establecido, y cuando Bildu ha gobernado no ha dado una imagen de renovación». Aunque es probable que este domingo parte de ese voto útil de Bildu, que compite con Podemos por el segundo puesto en el Parlamento vasco, regrese a su lugar, la crisis de la izquierda abertzale es indiscutible. ¿Qué pasa entre Otegi y los suyos?

«Su crisis es previa a Podemos, pero Podemos la ha agudizado», contesta Alfredo Retortillo, investigador del Euskobarómetro de la Universidad del País Vasco. Los datos muestran una caída constante desde hace cuatro años, pero superior en el último. El problema: «Se les ha roto el relato del ascenso electoral imparable tras el cese definitivo de ETA».

Ese triunfal relato empezó en mayo de 2011. Elecciones municipales y forales. Tras pasar por el aro de la Ley de Partidos, la izquierda abertzale se muestra pletórica: más de 270.000 votos, un «insospechado premio» por el final del terrorismo. Entran a gobernar las principales instituciones de Guipúzcoa y su fortaleza electoral les permite convencer a sus bases de que su apuesta táctica es la correcta: la independencia que no lograron con la banda podrán conseguirla a la catalana, con las urnas; los presos podrán ir saliendo a la calle… En los comicios generales de ese año suben un poco más. Y se habla de sorpasso: parece que la antigua HB podrá superar al PNV.

Pero nada ha ocurrido así. En las autonómicas de 2012 empezó el descenso y, tras ir cayendo cita tras cita, este 26-J se quedaron en 153.000 papeletas. En cinco años han perdido 131.000, el 46%. El voto «urbano, joven y rebelde» voló a Podemos; otra parte, al PNV. Su nuevo rival de izquierdas y favorable al derecho a decidir fue primera fuerza y les ha duplicado (335.000 votos). Hoy por hoy, el prometido sorpasso lleva el nombre de Pablo Iglesias.


«EL PASADO DA FUERZA»
Mondragón es un buen ejemplo. Aquí han perdido el 45% de sus votos. Por un lado, la gestión –como la imposición de un sistema de recogida de basuras puerta a puerta contra el que se formaron plataformas vecinales antes casi inimaginables– les ha pasado factura. «Nos faltó funcionar de forma más abierta y transparente», asume el portavoz de EH Bildu en el pueblo, Eneko Barberena.

Tras consultar con su partido, Barberena, de 33 años, gerente de un café-teatro en Durango, accede a hablar con EL MUNDO. Sentado en los antiguos jardines del conde de Monterrón, señala el otro motivo por el que cree que han perdido respaldo: «La gente deseaba un cambio en España y creyó que ayudando a Podemos daría un voto útil». Su oferta para revertir el rumbo la resume así, y suena a Podemos: «Objetivos sociales, derecho a decidir, mejorar la calidad del empleo –mi hermano ha tenido que irse a trabajar a China–, las pensiones, que preocupan mucho a la gente mayor»… ¿EH Bildu poniendo el foco en las pensiones? Sí.

–¿Se han quedado viejos frente a Podemos?

–Si IU es algo nuevo me causa asombro. (…) El pasado puede ser un lastre, pero también te puede dar fuerza. Vamos hacia delante mirando hacia atrás, como decía Oteiza. Así reman las traineras.

También promete «paz». Con esa palabra llega la conversación difícil.

¿Por qué no avanzan en el rechazo a ETA? «Para dar pasos hay que hablar mucho. Se hace la pregunta en un sentido pero se obvia en otro. El Estado deberá reconocer…». «Todos hemos sufrido», dice. «Mi tía, esposa de un refugiado de ETA, fue ametrallada por la Triple A en 1977 o 1978, y mi tío murió según salió de la cárcel en los 90». Se remonta a la Guerra Civil. El calor y la tensión se transforman en gotas de sudor que le caen por la frente. ¿Cuándo desaparecerá la banda? «Eso se me queda grande… Pero es paradójico que Rajoy felicite en Colombia lo que no quiere hacer aquí: sentarse y hablar». Luego se quejará: muchos «hicieron carrera de jueces y periodistas-jueces» gracias al «conflicto». Otros se quedaron sin carrera tirados en la calle con un tiro en la nuca, contestamos. No replica. La convivencia necesita «tiempo».

Lo primero que se ve según se cruza la puerta de la sede del Partido Socialista en Mondragón es un retrato de un hombre de unos 40 años, con un pendiente y gesto bonachón. Es Isaías Carrasco. ETA lo mató en 2008 por haber sido edil socialista. Ya ni lo era: trabajaba en el peaje, donde hoy le sustituye su hija. Saluda Paco García Raya, el alma del PSE en el pueblo. Aún arrastra una «culpa»: «Yo metí a Isaías en esto».

García, de 63 años, llegó con 16 desde Montilla (Córdoba) siguiendo a un hermano. Era 1969. Trabajó en la máquina-herramienta y enseguida saltó a Fagor «a montar frigoríficos». En 1987 se convirtió en concejal del PSOE. Le amenazaban, le pegaban; no tenía escolta y no cobraba. Luego estuvo 13 años escoltado.

Es uno de esos hombres que perfectamente podría estar muerto.

—¿Cuál es la relación con la izquierda abertzale?

—Mala. Siempre ha sido mala en Mondragón.

Este edil fue quien apodó a la alcaldesa de ANV Inocencia Galparsoro como «alcaldesa indigna» cuando se negó a rechazar el asesinato del hombre con el que había compartido plenos. Hoy no parece entender que «la gente que se jugó la vida» pierda votos mientras el partido en ascenso sea uno que «es nacionalista o no nacionalista según le convenga».


LA ‘ARISTOCRACIA OBRERA’
Y que, además, se ha mostrado cercano a los afectados por una crisis que ha dejado tocado a Mondragón: antes de la caída de Fagor Electrodomésticos, en el pueblo reinaban los buenos sueldos y una cierta aristocracia obrera que no veía contradicción en votar a la izquierda abertzale. Pero el imperio se derrumbó. «Hemos perdido los ahorros de toda la vida, una media de 50.000 euros», dice Mikel Olabe en la sede de la asociación Ordaindu, un bajo con sillas viejas y un calendario con fotos de montes vascos desde donde esta plataforma ha presentado la mayor demanda acumulada de Euskadi: cerca de un millar de antiguos cooperativistas de Fagor y Edesa reclaman 47,8 millones a la Corporación Mondragón. Podemos los apoya, pero EH Bildu ha seguido el asunto de perfil. «Les ha costado apoyar nuestras reivindicaciones», apunta Olabe.

Un vecino que prefiere no identificarse se atreve con la palabra: «Ellos también son casta: han defendido a los suyos, a los directivos». Antes, confiesa, votaba a Bildu. «Ahora voto a los de Podemos». Lo viejo y lo nuevo en una pugna desconocida. Algunas cosas están cambiando en el País Vasco. El domingo se verá hasta qué punto.