Muros, vetos, trincheras

ABC 05/05/16
IGNACIO CAMACHO

· Quizá las elecciones dependan de que el PSOE elija entre un proyecto táctico de poder y un modelo estratégico de democracia

EN una nación razonablemente equilibrada, un partido socialdemócrata convencional tendría severas dificultades para explicar su simpatía por un proyecto populista y su veto empecinado a una fuerza liberal democrática. El aventurerismo demagógico ha propiciado en todo Occidente inquietantes apuestas oportunistas que, como la de Trump en Estados Unidos, Le Pen en Francia o el AdF en Alemania, suscitan en su contra el cierre de filas de la comunidad política. En España, sin embargo, la aparición de una candidatura rupturista, iluminada por un espíritu de revancha, ha encontrado en el socialismo histórico una suerte de fraternidad ideológica inspirada más por el miedo que por la confianza. La mano tendida del PSOE a Podemos, mantenida pese a una continua y arrogante secuencia de humillaciones, representa una auténtica anomalía europea incrementada por el simultáneo rechazo a un centroderecha con el que mantiene mucha mayor identidad programática y hasta sociológica.

El cuestionado liderazgo de Sánchez ha arrastrado a su organización a una brecha social que se traga el carácter moderado y centrista del partido, el que le proporcionó sus grandes mayorías de Gobierno. Sólo la influencia de los antiguos dirigentes y algunos barones territoriales lo sujetó en la legislatura fallida a un pacto inviable con Ciudadanos que a su pesar lo anclaba a un cierto sentido de Estado. Pero su campaña se va a orientar hacia una confrontación trincheriza que levantará un muro frente al PP aunque a quien necesita vencer es a Podemos, su verdadera amenaza. El acuerdo postelectoral en el que piensa es el de izquierdas, con los nacionalistas si hubiese de precisarlos. Su gran error consiste señalar a Rajoy como enemigo y a Iglesias como adversario.

Es justo al revés. El presidente busca una coalición de estabilidad, un consenso reformista, y el jefe morado no tiene otro objetivo que la hegemonía ideológica y la liquidación del PSOE a corto o medio plazo. Así lo ve también la veterana dirigencia socialista despectivamente calificada como vieja guardia, ese entorno en cuya menguante pero aún decisiva auctoritas encontró el marianismo su principal aliado para descarrilar la tentación frentista. Rajoy piensa insistir en su idea del pacto bipartidista porque lo considera esencial para abordar la rehabilitación de la arquitectura institucional, desgastada al cabo de cuarenta años, y porque su instinto no acaba de fiarse del vedettismo de Ciudadanos. Si tiene alguna posibilidad de sacar adelante esa estrategia ha de ser tras el relevo de Sánchez, dado que todos saben que en julio ya no habrá convenio del candidato con su propio partido. O se sale con la suya o lo sacan a empujones.

En cierta forma el futuro de España pasa de nuevo por un conflicto dinástico del socialismo. El que enfrenta un proyecto táctico de poder con un modelo estratégico de democracia.