Nación es que te lo digan

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 25/06/17

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: A propósito del homenaje que acaba de rendirle la Universidad de Barcelona, Enrique Badosa ha hecho unas declaraciones a un periódico llamado Ara. Tengo por Badosa un gran aprecio melancólico. Cuando en 1982 entré a trabajar en El Noticiero Universal, diario de la tarde, formaba junto a Julio Manegat y Manuel Vela Jiménez un imponente triplete defensivo. Acechaban ya, y por diversos flancos, la vulgaridad, el adanismo y los justicieros. Los tres escritores pasaban buena parte del tiempo contemplando una pajarita de papel de periódico encerrada en una jaula que tenían sobre un rincón de la gran mesa colectiva.

La dictadura no les dejó ser periodistas, porque no hay periodismo en ninguna dictadura; y la democracia los ignoró porque sus intérpretes hegemónicos nunca distinguieron rastros de vida en la larga noche. Badosa es un poeta refinado. Y también un hombre: hoy se juega bravamente la vida al tratar de usted al camarero. En la entrevista, corta y densa, como debe ser (y no como son esos inacabables tostones digitales, eyaculados más que escritos) hay varios momentos estupendos. Explica que ha donado unos libros y papeles literarios a la Fundación Jorge Guillén, de Valladolid: «Aquí no quieren nada», donde aquí y nada son la punta y el cabo del pase del desprecio. Pero el Badosa puro, modesto pariente de los clásicos, irónico, antípoda exacta de la grotesca fachendería de la nación, aparece en esta frase: «Poeta es que te lo digan».

¡A tantas y tan severas cuestiones podría aplicarse este rasgo de realismo e inteligencia! Leía a Badosa al mismo tiempo que a Pedro Sánchez. Estos obligatorios ejercicios simultáneos son la máxima brutalidad del periodismo y la razón por la que siempre será un oficio mal pagado. Oía a Sánchez y pensaba en los nacionales, Puigdemont, Junqueras, cualquier catalán a sueldo del Presupuesto. Aprended del maestro, idiotas: nación es que te lo digan. El nacionalismo lleva siglos repitiéndose que Cataluña es un nación. Hay que respetarlo. Hay que respetar a cualquiera que nacido (de donde «nación» proviene) en un sexo quiera emigrar a otro. O que midiendo 1,64 proclame que mide 1,90. Hay que respetarlo como se respeta cualquier alucinación. Pero un ser cuya identidad dependa exclusivamente de sí mismo solo puede tomar el camino alucinatorio de Don Quijote. Cataluña es una nación y el mes que viene una nación independiente pero nadie le ha dicho aún a Puigdemont nacional. Ni un solo Estado se lo ha dicho. Nación es que te lo digan.

Sin embargo, por algo se empieza, aunque sea por Sánchez. En la pasada reunión de jóvenes tan estudiosos y bien preparados que lideró, todos juntos proclamaron la plurinacionalidad de España. Está muy bien. Pero el infierno mora en los detalles. Y el principal es España. Parece probable que Sánchez crea que España es una nación. Más que nada por inercia. La Constitución fija cuál es su territorio y cuáles son su nacionales. Más difícil es que Sánchez se atreva con este hueso: Si España es una nación, ¿es también una nación cultural? Tengo una aclaración sobre este punto. Nación cultural es un hórrido pleonasmo si lo que pretende es oponer naturaleza y cultura: no hay naciones naturales. Y un concepto incomprensible en cualquier otra hipótesis.

Pero los socialistas lo utilizan para señalar y yo soy un realista. Si España es una nación cultural, no parece que pueda serlo aparte de las naciones andaluza, castellana, catalana, valenciana, etcétera. ¿Qué es España sino todos sus nacionales culturales? España puede reconocer sin problemas a la nación cultural riojana, porque España solo, ¡solo!, es un link. El problema es que ese clásico punto de vista ideal de las identidades compartidas, de las identidades encajadas como muñecas rusas, se rompe cuando las identidades se observan a contrapelo.

Los nacionalistas no tienen dudas de que forman una nación cultural. Tampoco les importa que España se defina como una nación cultural. Y por supuesto: sienten que forman parte de la gran nación cultural europea. Pero la cuestión que importa es que los nacionalistas aborrecen formar parte de la nación española. No es el encaje en España lo que pretenden sino el desencaje. Y esto es así no por ninguna razón de maltrato económico, político o sentimental, como decía anteayer un cazurro editorial del Times, sino por el fondo xenófobo del nacionalismo y porque su identidad se define necesariamente por oposición. Decir «nación catalana» es decir «no nación española» y seguirá siéndolo por muchas cataplasmas de sentido que el terminal socialismo obrero y español pretenda aplicar al asunto.

Como el náufrago que bracea desesperado los restos del PSOE planean una reforma de la Constitución que afecte al título autonómico. Ha envejecido, dicen. Nunca les he oído concretar el tipo de envejecimiento. Lo comprendo. Porque, efectivamente, algo ha envejecido aunque no les guste. Y es la distinción constitucional entre nacionalidades y regiones. Mediante un lógico proceso de igualdad, la práctica política ha neutralizado la lamentable distinción entre territorios, o sea, entre ciudadanos, que introdujo el pacto constitucional, en una de esas concesiones que los regimentistas del 78 nunca mencionan.

En términos generales, las autonomías andaluza o valenciana tienen, o pueden tener, el mismo nivel de competencias de Cataluña, Galicia o el País Vasco. La autonomía ya no depende del camino, del artículo (151 o 143) por el que se accedió a ella. Una buena noticia para la solidaridad española. Y pésima para los xenófobos, que se dicen molestos y estupefactos: «¡No solo viven entre nosotros sino que encima quieren ser como nosotros!». Los muñones constitucionalistas tienen parte de razón cuando aseguran que la generalización de competencias ha agravado el conflicto autonómico, porque nada hay más odioso para un nacionalista que la igualdad. Pero lo insuperable español es que nadie le diga al muñón cuán cínico e intolerable es semejante discurso.

El sonrojante Sánchez acaba de proclamar la plurinacionalidad de España en el congreso socialista. Esa palabra tiene 17 letras. España tiene 17 autonomías. Hay personas muy interesadas en que detalle cuántas naciones caben en esas letras. Yo estoy interesado, sobre todo, en que detalle lo que no cabe. Ánimo, Sánchez: región es que te lo digan.

Y tú, sigue ciega tu camino.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 25/06/17