IGNACIO CAMACHO-ABC

Junqueras no sólo sigue en la cárcel sino que el espejito mágico del CIS señala a Arrimadas como la más guapa del baile

EN pleno arranque de la campaña electoral, a Oriol Junqueras le llegaron pésimas noticias en el interior de la cárcel. La primera, que el espejito mágico del CIS dice que Inés Arrimadas es la más guapa del baile. La segunda, que el juez Llarena no se acaba de tragar su arrepentimiento sobrevenido y exige más convicción en los detalles. Ya son seis los magistrados –la de la Audiencia Nacional, cuatro de la Sala Penal del Supremo y el actual instructor del sumario– partidarios de mantenerlo bajo llave. Por ahora le queda el consuelo de ser el candidato mejor valorado, condición que al cabo resta más que añade. Como saben Rosa Díez o Duran Lleida, ese aparente premio de las encuestas significa a menudo que los electores de otros partidos te ven con buenos ojos pero no están dispuestos a votarte. Al líder de ERC se le estrechan al mismo tiempo el horizonte penal y el político; su partido sigue teniendo posibilidades de gobernar pero el encierro difumina su perfil de presidenciable. Cualquier socio de investidura le obligará a abdicar si no sale en libertad antes: aunque la prisión pueda excitar el victimismo nacionalista, el ejercicio del poder es un asunto pragmático que está vetado a los mártires. 

El auto de Llarena está muy bien motivado. Los dirigentes del procés creían que el Supremo iba a ser un chollo bizcochable y que la «doctrina Forcadell» bastaría para liberarlos con la breve rutina de unas promesas formales. Notable error: el togado ha hilado fino en la delimitación de responsabilidades. Ha soltado a los cooperadores de la insurrección y mantiene en presidio a los presuntos autores intelectuales y materiales. Junqueras como cerebro de operaciones, Forn como jefe político de los Mozos y los «Jordis» como agitadores de la revuelta en calle. No se cree la palinodia genérica del acatamiento de la ley y estima que la reiteración delictiva es un riesgo razonable. Al reclamar garantías precisas de que «el cambio de voluntad es verdadero y real», el juez demuestra que no se chupa el dedo y no está en modo alguno dispuesto a conformarse con una contrición de trámite. 

La vía cínica, la de la apostasía de conveniencia, ha resultado, pues, un error de cálculo. Acostumbrados a engañar al Gobierno, los independentistas han topado con la Justicia como pilar del Estado. Las elecciones se van a enredar en la manifiesta excepcionalidad de unos candidatos huidos o encarcelados pero esta rareza es el fruto de una secuencia de acontecimientos ciertamente dramáticos. Los procesos penales están sometidos a un curso propio que no admite componendas ni apaños; ante la supremacía de la ley todo el mundo ha de ser responsable de sus actos. Y tampoco sería la primera vez que un preso preventivo sale en furgón policial a recoger su acta de diputado. El desvarío nacionalista es tan intenso y largo que hace tiempo debería habernos curado de espantos.