Gregorio Morán-Vozpópuli 

El mayor descubrimiento de este verano no fue saber que una señora de La Coruña cotizó a la Seguridad Social durante 64 años. El secreto mejor guardado es cuánto le corresponde ahora que acaba de retirarse a los 78 años. El hecho, más trascendental de lo que parece, se convirtió en otra de las nubes de verano que nada tienen que ver con la meteorología sino sencillamente con esa indolencia que nos atenaza durante esos meses que por obligación parecen designados para que las cosas pasen de nosotros, cuando la verdad se reduce a que nosotros pasamos de ellas.

La vida política española de las últimas semanas ha sido como para tomársela en bañador, entre sol y arena. Tan aburrida y recurrente que sólo la atenúa un chapuzón de vez en cuando. Las cosas han llegado a un punto en el que nada es posible salvo volver a empezar. El juego del gato y el ratón entre el presidente Sánchez – ¿quién ha dicho que estaba en funciones? El que haya sido, que dé fe de ello- y sus secuaces -una banda de cínicos ¡y cínicas! sin sentido del ridículo- entreteniendo al personal mientras el ratón de Unidas No Podemos se esfuerza por ponerse serio y hacer como que va de imprescindible mientras el otro mueve el cordón hoy para acá mañana para allá.

La derrota electoral que Podemos no asumió en su momento ahora la está tragando en dosis de caballo. No sabe qué hacer para que al menos los ordenanzas de los ministerios sean adictos a la causa y cobren del Estado. No tienen un partido sino esa mezcla de retales cosidos que en castellano se llamó almazuela y que ahora la modernidad, por haber matado a las abuelas sin escucharlas, denomina patchwork. Se creían imprescindibles y no sabían que el único necesario era él, Sánchez, el que decide incluso cuando decide no decidir. El desolado Iglesias «está centrado en la crianza de su hija» (así lo asegura «El País» y cabe entenderlo como declaración oficial). Una aportación a la humanidad entera que deberían aprender todos los padres del mundo mundial con el concurso de las redes: el secretario general de un partido con el culito al aire ejerce de progenitor atento que pone y cambia los pañales. Si no fuera ridículo, resultaría patético.

La derrota electoral que Podemos no asumió en su momento ahora la está tragando en dosis de caballo. No tienen un partido sino esa mezcla de retales cosidos

De la izquierda insumisa han pasado a la izquierda virtuosa. Son padres modelo, propietarios modelo, ciudadanos modelo, hipotecados modelo, esposos modelo, se casan por lo legal, son buenos televidentes y concienzudos seguidores de tertulias en las que se asegura que aprenden a debatir y pensar. Esta izquierda tartufesca no se mide por los raseros arcaicos de los libros: le basta un folleto de escasas páginas; sin ir más lejos la «Guía de Comunicación Inclusiva», que lleva un subtítulo luminoso: «Para construir un mundo más igualitario». Ahí es nada. Como no podemos cambiar la realidad evitemos las palabras que la designan. En el librito se desgranan auténticos bocados de cardenal léxico y filológico. Ya no bajarás a la calle a comprar a «un chino» ni a un «paki», y sobre todo evitarás las palabrotas. Todo lo más mandar a quien nos importuna «a freír espárragos», como decía mi difunta tía, solterona y devota.

Lo ha editado el ayuntamiento de Barcelona, esa ciudad que padece 40 robos con violencia al día. Un problema puntual, asegura la alcaldesa Ada Colau, que ella no sufrirá nunca por razones obvias. Este tránsito de la izquierda hacia la virtud, tan vinculado a la condición de funcionarios institucionales, consiente una benevolencia hacia la delincuencia que se desarrolla hasta las más altas instancias. La ley dice que todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario; ellos han incluido una enmienda rousseauniana: «todos somos buenos, pero a veces nos falla la fortuna».

Esto ayuda a comprender que la nueva variable del soberanismo buenista en Cataluña representado por Ada Colau, máxima representante de la marca Barcelona en Común-Podemos, se entretenga con la conspiración del Estado para provocar los atentados yihadistas de las Ramblas y Cambrils. Vuelve el espíritu de Aznar y Acebes ante la derrota de sus aspiraciones, pero ahora el envoltorio tiene bandera estelada. ¡Acabáramos! Si detrás del yihadismo en Cataluña están los Servicios de Información del Estado tendríamos el cuadro perfecto para justificarnos. Incluso el equívoco, por incomprensible, eslogan de los manifestantes orientados por la Generalitat, se confirmaría. “¡No tenemos miedo!”, gritaban no se sabe si como protesta o autoafirmación. ¿De qué no tenían miedo? Del Estado opresor. Había que llegar hasta ahí y adentrarse en la Gran Conspiración al victimario; un trabajo sucio recién pergeñado para adictos lectores de la “Guía de Comunicación Inclusiva”.

Nos queda el cansino ejercicio de tuits para mantener la atención de los medios de comunicación que, a falta de otra cosa, los convierten en noticias

A falta de hacer política o de reivindicar lo imprescindible aparece el enemigo que lo abarca todo. No es que pidamos la independencia, aseguran, pero sí queremos una consulta. No es que estemos seguros de que las cloacas del estado organizaran los atentados yihadistas de Barcelona, pero exigimos una investigación. De un tiempo a esta parte todo lo que promociona Unidas Podemos tiene el alcance de un pañal de recién nacido; es frágil, está sucio y no sirve de nada tras el primer uso. Cuando un grupo político se queda inmovilizado porque una descerebrada en la Rioja tiene la ocurrencia de pedir tres consejerías «porque yo lo valgo» y porque para eso me han traído de Alemania como gran promesa política, cuando esto sucede es que el equilibrio de las bases de la organización es tan frágil como una bagatela.

Los virtuosos de Podemos-Barcelona en Común se vuelcan en un ejercicio de manipulación de los hechos sin más consistencia que sus deseos, mientras habitan en una ciudad que se desmorona a ojos vista y no gritan ni una mala palabra porque la «Guía de Comunicación Inclusiva» tiene absolutamente prohibido llamar hijo de puta al que de antiguo fue «hideputa» y al delincuente violento «canalla sin paliativos»…¿Cómo llamaría la Guía de marras a una sociedad «gobernada desde 1990 por una familia dedicada al crimen organizado»?

Como no sabemos aún lo que quiere Sánchez y dudo que lo tenga claro él mismo, fuera de la convicción de qué es lo que no le gusta o lo que le incomoda, nos queda el cansino ejercicio de tuits para mantener la atención de los medios de comunicación que, a falta de otra cosa, los convierten en noticias. Alpiste que han ido derrochando durante este verano para que se alimenten los pajarillos enganchados en las redes. Como en la escena de Cantinflas: «aquí estamos: avanzando, avanzando…pero retrocediendo».