Odisea espacial

David Gistau-El Mundo

DE ASTROUNAUTA a ministro, como de torero a gobernador civil, sólo puede llegarse degenerando. Cómo es posible que un explorador cósmico, un hombre capaz de cumplir semejante fantasía infantil y que ha tenido ocasión de contemplarnos chiquitos como lo somos, ahora se adentre en la ciénaga miserable de la cotidianidad política. Cómo puede pasarse de la Soyuz al Hemiciclo, a todas estas mezquinas inmediateces donde lo más parecido que hubo a un cosmonauta fue aquel Rajoy del plasma que estaba lejos y enviaba mensajes de petición de auxilio como los del Major Tom de Bowie cuando ya no había posibilidad alguna de traerlo de vuelta.

La vocación de servicio de Pedro Duque es elogiable. Y su origen antes de entrar en política nos lo hace comparable a los senadores americanos que primero sirvieron de uniforme, pilotaron lanchas como JFK, desembarcaron en playas o estuvieron cautivos en el Hanoi Hilton. No son muchos los políticos profesionales que pueden presentar, a modo de credencial, retratos vestidos con un mono lleno de emblemas –sólo el rey puede, de hecho, y ahora Duque–. Pero del espacio hay que regresar como Irwin, quien se sintió tocado por un designio de Dios mientras conducía un todoterreno por la superficie lunar –el Páramo de Masa sin toro de Osborne– y el resto de su vida lo dedicó a buscar el arca de Noé en el monte Ararat. Un chiflado, dirán ustedes. Enloqueció ahí arriba, dirán ustedes. Pues puede ser. Pero también es extraño subir al espacio y sentirse reclamado por la llamada de un ministerio socialdemócrata. Y uno vinculado a la ciencia, que en España es más indetectable que el arca de Noé en el monte Ararat.

Le teníamos augurado a Sánchez un gabinete precario, de supervivencia, esclavizado por sus socios gamberros, y míramelo. Parece Buzz Lightyear diciendo «Hasta el infinito y más allá». Mete astronautas y no perroflautas, como si esta pequeña porción de legislatura fuera sólo una cuenta atrás en Cabo Cañaveral hacia unas elecciones a las que intentará llegar con la imagen presidencial afinada. A los astronautas los trae al suelo y a los futbolistas los despide antes de despegar como si fueran astronautas. Sólo De Gea le refunfuña, resentido aún de cuando Sánchez participó en el piquete de lapidación moralista que hizo escrache al muchacho y a punto estuvo de arruinarle la carrera. Mientras Duque hace paseos cósmicos sujeto por un tubo a la azotea del parlamento, al PP se le despierta Aznar en la bodega como Alien en la Nostromo.