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ABC 05/04/16 – IGNACIO CAMACHO

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· La estructura fiscal redistribuye las rentas de las clases medias. Ser rico es tener dinero… y los medios para ocultarlo

Ser rico no consiste sólo en tener dinero sino también la posibilidad y los medios para ocultarlo. La ingeniería financiera es consustancial al poscapitalismo y a un Estado del bienestar basado en la redistribución de las rentas… de las clases medias, que son las que pagan impuestos. Impuestos que como su propio nombre indica se recaudan a la fuerza entre aquellos que no pueden evitarlos. Los paraísos fiscales son el trasunto a escala internacional de las empresas-pantalla y otros mecanismos evasivos domésticos; existen porque el dinero los necesita para refugiarse. No sólo de la presión tributaria sino de las eventualidades políticas y sociales a las que la plutocracia se muestra hipersensible porque la estabilidad de sus patrimonios requiere una discreción opaca y a ser posible incorpórea; la riqueza posmoderna ya no es una condición material sino invisible.

Está bien que los «papeles de Panamá», la lista de los millonarios ocultos en las sociedades offshore del Canal, hayan salido a la luz en vísperas de la declaración del IRPF. Más que nada para acabar con la ficción de la recaudación progresiva, de la Hacienda de todos. El gigantesco gasto público, en España y en casi toda Europa, recae sobre una estructura impositiva sostenida por los empleados de nómina y la pequeña empresa, los únicos sectores que no pueden esquivarla. Hay una suerte de candidez impostada en el escándalo social ante la revelación de la existencia de evasores: como si alguien ignorase todavía que los verdaderos ricos están casi desde el principio de los tiempos fuera del sistema redistributivo.

Menos que nadie lo ignora la propia Agencia Tributaria, que tuvo que decretar una vergonzante amnistía para ingresar de urgencia una calderilla expatriada y cuyo régimen de inspección, bonos de productividad incluidos, se basa en apretar aún más las tuercas a los esquilmados contribuyentes controlados por el Gran Hermano informático. Es decir, a los mismos de siempre, a los que están a tiro de paralela. Los auténticos titulares de fortunas permanecen protegidos por bufetes expertos en velos legales y sofisticadas garantías de anonimato ante las comisiones rogatorias; encontrarlos supone, salvo alguna inesperada filtración como la panameña o la de la lista Falciani, un esfuerzo excesivo para su rentabilidad dudosa.

Por eso cuando usted, lector funcionario, abogado, comerciante o autónomo, oiga a algún político anunciar subidas de impuestos «a los ricos», échese mano a la cartera. Esos ricos en que usted piensa están fuera del alcance del perezoso Estado recaudador y sus automatismos burocráticos. Van a por usted, sospechoso profesional de clase media que mide su éxito en miles de euros y no en millones. A por usted, que no tiene cuentas en Suiza o Andorra, ni sicavs en Luxemburgo, ni empresas fantasmas en Gibraltar. A por usted, que carece de la más mínima escapatoria.

ABC 05/04/16 – IGNACIO CAMACHO