Oriol, la poesía

 Santiago González-El Mundo

«Me clavo en el pecho la espada que no me sirve para combatir», escribió Junqueras desde su celda citando a Pessoa, prueba evidente de que los poetas no sirven para cosas prácticas. Si uno se puede clavar una espada en espacio intercostal, con mayor motivo podrá clavársela a un enemigo, lo cual quiere decir que sí le sirve para combatir. 

Su cita le llevó a uno por los caminos de la greguería y aunque no tenga un elefante para impartir doctrina desde lo alto de sus lomos, como hizo Gómez de la Serna en Le Cirque d’Hiver de París, di en llamarlo por la radio «el caballero de la espada en el pecho». «Eso suena al Greco», respondió Herrera, que es hombre de gran cultura pictórica. Tenía razón conceptualmente, aunque en lo visual estaba más relacionado con Fernando Botero y los ojos se los hubiera colocado Pablo Ruiz Picasso. ¿Quiere esto decir que sea feo? En absoluto, él piensa que sus raíces genéticas están más en Francia que en España, lo que le valió en Twitter unas comparaciones quizá un pelín bromistas con Alain Delon. 

Oriol Junqueras compareció ayer ante el Supremo con su recurso contra el auto del juez Llarena. No me gusta esa costumbre tan periodística de llamar a los presuntos delincuentes por un alias. También le pasa lo mismo al periodista Espada, aunque con una cierta desviación: Él aligera del alias a los justiciables mientras les clava el mote a los amigos. Por eso no me recrearé en la coincidencia de que en el mismo día hayan declarado ante dos instancias judiciales, el juez de Ribadeo y el Tribunal Supremo ‘El Chicle’y El Osito. Ni una palabra más al respecto. 

El caso es que pensábamos que Oriol Junqueras iba a hacerse un Forcadell, aunque fuera mintiendo, como la precursora, pero no hubo tal. Ni él ni su abogado han expresado una renuncia inequívoca a las actuaciones fuera de la Constitución. Junqueras, además, se ha autodefinido como «un hombre bueno y creyente» que sólo busca el diálogo y la negociación.

  Su abogado se extendió en razones para que el Supremo acordase la libertad de su defendido: «Ha reclamado poder ejercer su función como diputado y poder trabajar para el millón de personas que le han votado, poder estar con su familia y, en definitiva, poder estar en libertad». 

La acusación, las acusaciones, estuvieron mejor que la defensa. El acusador particular Ortega estuvo cerca de parafrasear e invertir un conocido eslogan mexicano al situar a Junqueras tan cerca de Dios, tan lejos del Derecho Penal. No era sólo el Derecho Penal, también la vida cotidiana. No creo que el TS le aplique la agravante de cursilería, ni tampoco hay elementos para creer que le van a aliviar de los graves cargos que pesan contra él. Es lo que tiene que te metan en la cárcel, que no puedes ir a las sesiones del Parlamento. ¡Ni siquiera a las rebajas del Corte Inglés! 

Y eso es lo que ha venido a decir el Ministerio Público con lenguaje judicial: su elección como diputado y su posible elección como presidente no son un salvoconducto que le vaya a librar de sus responsabilidades penales. Ya veremos.