Otegi y los “presos políticos”

EL BLOG DE IÑAKI QUINTANA 02/08/16
IÑAKI QUINTANA

Hubo un tiempo en el que defender la democracia, en el sentido de las libertades individuales y de la lucha por las propias ideas sean cuales sean, fue harto complicado en Euskadi. Pero puedo decir, feliz por el cambio social y político que hemos vivido en el País Vasco, que hoy es más fácil que nunca defender cualquier opción política, cualquier señal identitaria, con el menor temor a ninguna consecuencia.

Dijo, si no me falla la memoria, Fernando Savater: Esperamos del Estado de Derecho que luche a fondo contra el terrorismo con las armas de la ley. Sólo con las armas de la ley, pero con todas las armas de la ley.” Cualquier demócrata, especialmente si es vasco y ha sufrido la opresión contínua del nacionalismo radical durante buena parte de su vida adulta, suscribe totalmente estas palabras. Desde que Fernando Savater escribió estas palabras, hasta hoy, las cosas han cambiado mucho en Euskadi gracias tanto a la acción de la pluma de muchos grandes escritores y pensadores como a la acción de los mecanismos de defensa del Estado de Derecho. Hoy, los vascos vivimos en otro espacio político, menos monopolizado por el nacionalismo, y en otro espacio social, mucho más tolerante con quienes se puedan declarar vascos al tiempo que otra cosa.

Somos más europeistas, aceptamos nuestra pertenencia a España con otra naturalidad, sin que sea siempre causa de conflicto que rompa incluso el seno de familias o de amistades forjadas durante largos años, como si la ideología nacionalista fuera una religión a la que hay que ser fiel so pena de ser condenado al ostracismo por herejía. Las cosas han cambiado.

La sociedad vasca es más plural, más abierta y tolerante, se respira un aire más limpio y más libre y, aunque creo que seguimos siendo una de las sociedades más politizadas de España, es menos opresiva de lo que fue antaño. Hoy da gusto vivir en Euskadi, pienses como pienses. Este ha sido un gran logro que hemos alcanzado entre todos, sin excepción, y sólo deseamos seguir avanzando en este camino, mirando al futuro con ilusión y dejando atrás los años más oscuros de nuestra historia.

En pleno año 2016, el señor Otegi sale de la cárcel donde estuvo preso, no por sus ideas políticas sino condenado por terrorismo. Nos dice que es un pacifista, que él ha sido el benefactor que ha permitido resolver el mal llamado conflicto vasco, como si vascos y españoles estuviéramos en algún tipo ridículo de guerra. Lo dice quien afirma que no condenará hoy algo que no condenó hace años, demostrando con ello que ni ha cambiado ni pretende hacerlo. Con estos méritos se postula a liderar un proyecto político cuando, dicho sea de paso, está legalmente inhabilitado para hacerlo, como si fuera un redentor o un Mandela, alguien con el que la sociedad vasca estuviera en deuda. No es la primera vez, ni será la última, que vemos como alguien busca reescribir la historia según sus intereses personales o partidistas. En esta ocasión, sin embargo, los vascos no podemos permitirlo ni debemos aceptarlo. Debemos, y necesitamos, rebelarnos contra ello.

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Los vascos deseamos mirar hacia adelante, avanzar y luchar por el progreso de nuestros derechos sociales e individuales y no recorrer nuestro futuro mirando hacia el pasado. No queremos que nos estén recordando la dictadura de Franco cada dos por cuatro. ¡Terminó hace casi 50 años! Tampoco queremos que el señor Otegi venga con un discurso, no ya falaz y que reescribe su participación en lo peor de la historia vasca, es que no queremos que nos esté hablando todos los días de los presos políticos, del maltrato que el Estado hace de dichos presos mediante la aplicación de las normas de penitenciarías ni, de nuevo, del dichoso conflicto vasco. No queremos una vuelta al pasado, ni al lenguaje del pasado, ni a los debates del pasado.

En primer lugar, porque esos presos políticos están en la cárcel por sus crímenes, no por sus ideas. Por matar niños, por matar civiles en un supermercado, por destruir y por aterrorizar, por poner bombas y apoyar a quienes las ponían, y por amedrentar a cientos de miles, a millones de personas que sólo querían vivir mejor y vivir en paz.

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¿Cuántas vidas rotas por cada niño asesinado? ¿Cuántas víctimas han quedado en el camino, muertas o vivas, para que todavía hoy no se pida perdón, todavía se defienda una historia de terror indefendible? ¿Cuándo, por fin, vamos a vivir en Euskadi un escenario político libre de los viejos frentismos, fanatismos y rencores? Lo que llevamos mucho tiempo pidiendo desde la sociedad vasca a nuestros representantes públicos es que trabajen para resolver los problemas que realmente tenemos, que son el paro, la cohesión social, la dependencia o la violencia de género, y que se olviden de los fantasmas del pasado que no son más que un lastre que dificulta nuestro progreso.

Por todo esto es que el señor Otegi está imposibilitado, moral y políticamente, para presentar ningún proyecto de liderazgo en nuestra sociedad. Lo único que el señor Otegi debería plantearse hacer, tras su paso por la cárcel y con el pasado que le acompaña, es buscar un empleo, pagar sus impuestos y convertirse en un ciudadano productivo para la sociedad.