ABC-LUIS VENTOSO

Algo no funciona cuando se acepta la mentira

Amediados del mes pasado, ABC reveló las irregularidades en la tesis de Sánchez. Errores y trampas que anulan la valía de su trabajo académico y convierten en un choteo y un abuso el distinguirlo con un cum laude. La polémica por sus plagios pilló al doctor por la Universidad Camilo José Cela en Salzburgo, donde el 20 de septiembre participaba en una cumbre. Obligado por el protocolo europeo a atender a la prensa, práctica democrática que le repugna, surgieron las inevitables preguntas sobre la tesis. Una fue sobre una petición del PP para que diese explicaciones en el Senado. Sánchez la respondió así: «Si el PP quiere que comparezca en el Senado, lo haré». Sin embargo, ayer el PSOE se negó en redondo a que responda en la Cámara Alta sobre la tesis. Es decir, el presidente engañó una vez más a los españoles cuando hace tres semanas aseguró que sí lo haría. Ayer, en su primera rueda de prensa en España desde agosto, se le planteó a Sánchez su manifiesta contradicción. Esta fue su manera de despejar la incongruencia: «Quiero prestigiar el Senado». El presidente no votado volvía a tomar por lerda a la ciudadanía.

Por desgracia, faltar a la verdad se ha convertido en práctica recurrente de Sánchez. Mintió cuando para llegar al poder aseguró que convocaría elecciones enseguida. Mintió de manera zafia cuando afirmó en el Congreso que su tesis estaba colgada en internet y la subió 52 horas después. Mintió cuando garantizó a Rajoy en La Moncloa el apoyo leal del PSOE frente a los sediciosos catalanes, para acto seguido coaligarse con ellos para ocupar el poder. Pero la sociedad española, pastoreada por una televisión de cuasi monopolio «progresista» –el gran legado de Soraya–, se ha acostumbrado a asumir sus mentiras como normales. Tal deformación atiende al creciente sectarismo: cada vez son más las personas que prefieren ver el mundo con anteojos partidistas, en vez de juzgar los hechos por sí mismos. El resultado es una doble vara de medir, o una doble moral. Si lo hace un conservador arde Troya en redes y televisiones. Si lo hace un «progresista» se queda en un chascarrillo menor y olvidable. Si políticos del PP se hubiesen cepillado 32.000 euros en puticlubes con la tarjeta de una fundación pública de empleo, como en la Junta de Andalucía, nuestra izquierda de «ellas y ellos» ardería en justa furia feminista y abrasaría al partido putañero. Si Rajoy hubiese recibido un cum laude por un churro trufado de corta y pegas, Sánchez le llamaría «indecente» (como ya hizo). Si Rajoy hubiese enchufado en cargos públicos al 36% de la ejecutiva del PP, como ha hecho Sánchez en el PSOE, se decretaría el Apocalipsis. España se encoge de hombros ante las mentiras de quien manda. Esa es la enfermedad del alma del sanchecismo.

(PD: Anoche tuve que sacar un clínex. Los ojos se me empañaban cuando veía al buen Sánchez quejándose de la malandrina oposición de Casado y Rivera. «No tienen la lealtad que tuve yo», se lamentaba el tipo que echó a Rajoy conspirando entre bambalinas con los separatistas catalanes y los sucesores de ETA, al tiempo que aseguraba ser leal al 155 y la unidad constitucionalista. Como para comprarle un coche usado…).