Pagar, pagar y seguir pagando

ABC  12/01/17
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· El globo sonda lanzado por la ministra de Sanidad confirma que el Gobierno está pensando en la forma de ordeñarnos más

NOS guste o no, el horizonte de los españoles para este 2017 es pagar, pagar y seguir pagando los excesos de una Administración incapaz de apretarse el cinturón. Ser esquilmados mediante políticas fiscales confiscatorias. Asistir, impotentes, a nuestro propio expolio, que la ministra de Sanidad amenaza con agravar por el procedimiento de imponer un nuevo impuesto a la enfermedad del pensionista «rico»; esto es, del que se haya dado el «lujo» de cotizar durante toda una vida laboral para cobrar, una vez jubilado, más de 30.000 euros anuales.

Acierta plenamente el expresidente Aznar cuando señala que impuestos altos (nunca en la historia democrática habíamos pagado tanto), deuda disparada (más del cien por cien del PIB) y déficit incontrolado son lo opuesto a un círculo virtuoso de recuperación económica. Es más; son lo opuesto a lo que predicaba el PP desde la oposición, cuando Mariano Rajoy repetía una y otra vez, con buen criterio, eso de que «no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades». Aquel mantra, lanzado en cada debate a la cara de un Zapatero culpable de arrastrarnos con sus errores a la crisis más grave conocida en décadas, auguraba un viraje de ciento ochenta grados en la forma de administrar los dineros públicos. Pero el augurio se quedó en eso, una promesa hueca, y la realidad es que seguimos viviendo a crédito, muy por encima de lo que podemos permitirnos y recomendaría la más elemental prudencia, sin otra receta que dar vueltas y más vueltas de tuerca a las cantidades sustraídas de nuestros bolsillos a través de exacciones diversas.

El globo sonda lanzado por Dolors Montserrat en una emisora de radio catalana, rápidamente matizado, es un paso más en la mala dirección. La confirmación de que, lejos de plantearse reducciones del gasto, el Gobierno está pensando en la forma de ordeñarnos un poco más a fin de mantener abierto el agujero de su mano. Ahora se trata de hacer «progresivo» también el copago farmacéutico, como si no lo fuera ya suficientemente el IRPF que tributan los pensionistas. Señalar a los «ricos» siempre resulta más popular que meter la tijera a los presupuestos, especialmente en este contexto de pugna por ver qué partido consigue el premio gordo a la demagogia. De ahí que hace unos meses el ministro Montoro ampliara el margen otorgado a las comunidades autónomas para pasarse con los números rojos, del 0,3 al 0,7 por ciento, en un país que destaca en el marco de la OCDE por ser el que mejor paga a sus funcionarios en relación con los menguantes sueldos vigentes en el sector privado: 30.000 euros al año de media frente a 20.000. Nada permite prever que en la próxima reunión destinada a tratar la financiación autonómica vaya a corregirse el rumbo. La pólvora del rey constituye una munición electoral inagotable para los encargados de repartirla, siempre prestos al derroche bajo la máxima de «el que venga detrás, que arree». A ellos lo que les importa es ganar sus elecciones. Los demás, desarmados, vamos «arreando» a escote.

Pues bien, dado que se trata de estrujar un poco más a las clases medias, condenadas a cargar sobre sus espaldas todo el peso de unas políticas basadas en la irresponsabilidad, ahí van algunas ideas: Que los «ricos», a saber, quienes sostienen con su trabajo todo el tinglado administrativo que encarece hasta lo insoportable la gestión del estado del bienestar, paguen también más por las multas de tráfico, la retirada de las basuras, el billete de autobús o la matrícula en la universidad. Que les cobren por ir al médico, por existir, por respirar. Hasta que no quede ni uno.