TONIA ETXARRI-El Correo

Con este presidente, Cataluña no tendrá normalidad institucional

El Parlamento catalán designará hoy a Carles Puigdemont, proyectado en Quim Torra, como el presidente de la Generalitat más sectario y anticonstitucionalista desde que se instauró la democracia en nuestro país. Después de haber oído su intervención del sábado, la CUP ha superado sus prejuicios (este candidato no hará autonomismo sino que avanzará en la independencia unilateral) y facilitará su designación en segunda vuelta. El presidente Rajoy, entretenido en cantar las bonanzas económicas una vez superada la crisis y ocupado en asegurarse los Presupuestos de este año, sostiene que las ilegalidades serán respondidas. Después de haber escuchado el discurso del delegado de Puigdemont desafiando al Estado no podía haber reaccionado de otra manera. De sus palabras se deduce que se reactivará la intervención de la autonomía catalana si los nuevos gobernantes persisten, como parece, en la ilegalidad. Se enreda aún más la telaraña que dejó a medio tejer Puigdemont hace ya siete meses. ¿Es factible la aplicación del artículo 155 con la perspectiva de elecciones municipales y europeas en cuestión de un año? Y a corto plazo vuelve a surgir la pregunta del millón. ¿Qué hará el PNV a la hora de apoyar los Presupuestos del Ejecutivo de Rajoy si el nuevo gobernante catalán persiste en el incumplimiento de la ilegalidad y el articulo 155 se tiene que volver a aplicar?

Este sigue siendo el momento de Puigdemont. Con otro nombre en la Generalitat cuyo despacho permanecerá cerrado para guardar su ausencia. Y su momento no se puede comparar con el de Ibarretxe, porque el catalán no tiene por encima un partido que le dirija y que opte por el pragmatismo como le ocurrió al exlehendakari, que terminó por replegarse y retirarse de la responsabilidad política. Puigdemont es el partido. Y mucho más allá de las siglas. El ‘p… amo’, como lo definió Pilar Rahola. El ‘rey’ comienzan a llamarle algunos independentistas, que empiezan a estar hartos de sus caprichos y de sus pulsiones personalistas. Los del PDeCAT discrepan de cómo se ha procedido en la designación del president ‘tutelado’. Por no hablar de ERC, que lleva tiempo queriendo abandonar la vía de las proclamaciones unilaterales. Pero a Torra le es indiferente porque sabe que las diferencias no se reflejarán en las votaciones parlamentarias, que es lo que cuenta para dar carta blanca al comienzo de la legislatura ‘provisional’.

Cuando Albert Rivera se plantó la semana pasada ante Rajoy diciendo que le retiraba su apoyo si no se mostraba más decidido con el desafío soberanista catalán, todo el mundo creyó que estaba forzando la escena. Pero la aparición de Torra en el escenario ha confirmado los peores presagios de Ciudadanos.

Hay que tomarse en serio a Quim Torra. No porque haya sido designado a dedo por Puigdemont, sino porque es muy posible que llegue a superar a su jefe. En la primera sesión de investidura la oposición llevaba el archivo de sus tuits xenófobos y artículos ofensivos contra los españoles como arsenal dialéctico. Destilaban demasiado odio al bilingüismo como para dejarlos pasar por alto. Pero su discurso sonó tan provocador en lo político como vacuo en la gestión, que hubo quien le recordó su participación en actos de homenaje a Daniel Cardona, el ultraderechista fundador de Estat Catalá (1890-1943) que defendía sin matices la superioridad étnica de los catalanes frente al resto de los españoles. Puro racismo.

Al mismo tiempo que Cataluña va perdiendo su capital con la fuga de tantas empresas (3.800) en busca de seguridad jurídica, va menguando la calidad de sus máximos representantes políticos. Portavoces de La Caixa y Banco Sabadell reconocen que, con políticos como Torra, no pueden regresar a su tierra. Esto va a peor. Puigdemont con el mando a distancia desde la nube de Berlín. Con un representante en la tierra dispuesto a plantear un nuevo choque con el Estado. Los que han trabajado con él lo definen como «intransigente, radical, intelectual fanático, arrogante». Una perla. Cataluña tendrá un presidente pero no habrá normalidad institucional. Quiere poner en marcha el proceso constituyente que anunció Puigdemont antes de darse a la fuga y recuperar las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional. Cuando proclame la república independiente no será para suspenderla al cabo de tres días. El pulso al Estado lo perderá pero su capacidad de desestabilización es máxima. El peor escenario para Cataluña.