Parlamento débil

EL PAÍS (Publicado 28/06/16)
VÍCTOR LAPUENTE

¿Para qué reforzar a los profesionales silenciosos y neutrales cuando es más rentable lanzar un mensaje ruidoso y partidista?

Tendremos un Parlamento débil. No por la composición multipartidista del hemiciclo, que es adonde apuntan todos los focos mediáticos. Sino por su frágil estructura administrativa, en la que nadie suele reparar. Nuestro Parlamento carece de medios para proporcionar análisis no partidistas de las políticas públicas. Una función esencial cuando las leyes son cada día de mayor complejidad técnica. No podemos pedir a los políticos que sean expertos en todo lo que legislan. Pero sí que se rodeen de dichos expertos.

Y el Parlamento español tiene poco asesoramiento técnico. Somos una anomalía entre las democracias avanzadas al carecer de una unidad científico-tecnológica que analice tanto el fundamento empírico de las propuestas legislativas como su puesta en marcha, facilitando así también el control de la acción del Gobierno por los parlamentarios.

Lo sabemos desde hace mucho tiempo. En 1981 Gregorio Peces-Barba se quejaba ya de la “debilidad de las apoyaturas técnicas de los Parlamentos en comparación con el Ejecutivo”. E impulsó la creación de un cuerpo de asesores facultativos de las Cortes Generales, que en la actualidad cuenta con 15 personas. Un número diminuto para abordar la sofisticación técnica de legislar en este siglo. Un número que perjudica la calidad legislativa y beneficia a los grupos interesados en oscurecer los efectos reales de algunas medidas. Y un número que no preocupa a nuestras señorías. Los grupos parlamentarios se pelean por disponer de asistentes y asesores propios, pero muestran poco interés en reforzar el conocimiento colectivo del Parlamento en, por ejemplo, cuáles son las tendencias en digitalización de la economía, protección del medio ambiente, detección de la violencia doméstica, contención del extremismo u otras medidas investigadas en Parlamentos de nuestro entorno.

Desgraciadamente, ignorar la evidencia científica es una estrategia inteligente en nuestra política: ¿para qué reforzar a los profesionales silenciosos y neutrales del Parlamento cuando es más rentable lanzar un mensaje ruidoso y partidista?