Paseos

DAVID GISTAU – EL MUNDO – 01/04/16

· Pedro y Pablo se desprecian y, aun así, coleguearon con convicción durante su posado para el «couché».

Hace poco, a Jabois, a Lucas y a mí nos pidieron posar en unas circunstancias muy parecidas a las del paseo de enamorados que ya no se esconden protagonizado por Pedro y Pablo. Teníamos que enfilar una calle angosta, como si todo fuera casual y espontáneo, y dar esa misma impresión de gente que mola y que perfectamente podría llevar en la mano un frapuchino de Starbucks, como los hipsters de Hollywood. Como esta experiencia es reciente, no puedo sino admirar la profesionalidad para la impostura de Pedro y Pablo, porque a ellos les salió al primer intento, no los mandaron al comienzo de la calle para repetir.

Cuando nosotros, mientras desesperábamos al fotógrafo, tuvimos que volver a enfilar la puñetera calle angosta una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, hasta que por fin al fotógrafo le pareció que la centésima imagen capturada sugería que de ahí podía salir una coalición o algo. El mérito de Pedro y Pablo es aún mayor si se considera que entre nosotros tres existe afecto verdadero y amistad, mientras que ellos dos se odian, se desprecian, pretenden devorarse el uno al otro, y aun así coleguearon con convicción durante su posado para el «couché», que tanto recordaba el de las parejas de nuevo cuño que, para oficializarse, se dejan ver al salir de compras. Pedro y Pablo intentan competir con Isabel y Mario, y perderán.

La impostura, sin embargo, queda delatada cuando, después de mucho pensar qué pueden tener en común la socialdemocracia y su populismo, Iglesias sólo acierta a encontrar un elemento francamente periférico: el baloncesto. Del cual, además, a él le sobra la «cutre pachanga fachosa» que es el himno y que le arruina los partidos de la Ñ, para los cuales preferiría como himno una canción dedicada a la entrañable transparencia del comandante Gasol.

La cosa recuerda a cuando las parejas en crisis hacen dos columnas, con los pros y los contras de seguir juntos, y en la columna positiva sólo aciertan a poner que a los dos les gusta el chocolate, mientras que en la negativa aparecen hasta divergencias constitucionales. Porque fíjense en que, puestos a elegir un libro que represente lo que los une, a Iglesias no se le ocurre la Constitución. No en vano, la considera la coartada democrática de una mutación franquista que sólo ETA tuvo la lucidez de combatir con bombas y tiros en la nuca.

No es probable que ni siquiera un candidato tan mendicante como Schz llegue a compartir esta interpretación de un ciclo político del cual sus mayores fueron actores fundacionales. Por eso, es peferible para todos permanecer en el baloncesto, que es un territorio lúdico, inocuo, donde la vieja socialdemocracia europeísta (o lo que quede de ella) y un anacronismo revolucionario del siglo XX, que últimamente legitima hasta la violencia física mientras ésta la perpetre La Gente, pueden fingir por un instante que algo los une.

A todas ésas, Rajoy pasea solo, como Françoise Hardy.

DAVID GISTAU – EL MUNDO – 01/04/16