ABC-IGNACIO CAMACHO

Es difícil comprender, oyendo a gregarios tan anodinos, cómo el Estado ha permitido que llegue tan lejos su desafío

RULL y Turull son los Hernández y Fernández del independentismo. Sin guardar entre sí parecido físico resultan tan políticamente mellizos que hasta el Tribunal parece haber separado sus declaraciones en el juicio, situando en medio la de Romeva, para no correr riesgo de confundirlos. Contemplando el desfile procesal de estos gregarios de perfil anodino resulta imposible no preguntarse cómo gente tan mediocre pudo llevar a cabo un desafío capaz de sacudir los cimientos de un Estado aparentemente granítico. Y hacerlo además, como dijo el exconseller de Exteriores, a bombo y platillo, anunciando todos y cada uno de sus movimientos y dejando constancia de ellos por escrito. La respuesta es sencilla: sin la siesta abúlica del marianismo, sin la ignorancia remolona con que despreció los preparativos, la insurrección no podría haberse producido o, de ocurrir, habría durado un suspiro. Al primer indicio, un Gobierno consciente de su responsabilidad la hubiese desbaratado como quien espanta un mosquito. Las facilidades que encontraron los separatistas debieron de sorprenderles a ellos mismos. En ese sentido, la vista oral no va a dejar en buen lugar a los representantes de un poder que entre la galbana y los remilgos se dejó avasallar por esta clase de tipos, burócratas de tercera fila que en cuanto la autoridad ocupó el sitio que le correspondía se derrumbaron con todo el equipo.

Los Turull y compañía fueron hasta donde les dejaron. El problema, sin embargo, es que ese achicamiento institucional no sólo no ha cesado sino que el actual presidente de la nación ha otorgado a los sucesores de los golpistas un flagrante privilegio de trato. Que les ha concedido una inexplicable deferencia al tenderles la mano y sentarse con ellos en términos de diálogo casi diplomático. Que ha enviado intermediarios a la cárcel para negociar el Presupuesto con los procesados y ha dejado que sus ministros deslicen la posibilidad de indultarlos. Que ha recibido y visitado con honores al incompetente vicario de un prófugo iluminado. Que ha ordenado rebajar las peticiones de condena y que anoche mismo mandó a sus parlamentarios votar en contra de la penalización de referendos no autorizados. Que a pesar de haber sido finalmente desdeñado se declara aún dispuesto a pactar su continuidad en el cargo con este grupo de medianías de saldo que ha destruido el sistema político catalán hasta arrastrarlo al colapso y que, año y medio después de la revuelta, sigue teniendo la estabilidad del país en sus manos.

Vistas con un poco de perspectiva las declaraciones en el Supremo, parece incomprensible que el conflicto haya podido llegar tan lejos. Que una camarilla de dirigentes de peso mosca o ligero lleve tanto tiempo condicionando a un Estado tan venido a menos que aún no ha encontrado –salvo con la Justicia, y ya veremos– el modo de evitar que le tomen el pelo.