IGNACIO CAMACHO-ABC

Con el PSOE en el poder, el adversario de referencia de Cs se ha desdoblado. Ya no sirve el antimarianismo sin Mariano

EN los últimos meses era patente en los sectores sociales del centro derecha una progresiva inclinación de muchos votantes del PP hacia el partido de Albert Rivera. De hecho ése ha sido desde octubre el fenómeno más consolidado en las encuestas: un corrimiento de tierras acentuado como una imparable tendencia. Pero la mayoría de ese electorado migrante se ha movido más por cansancio del marianismo –y en especial por decepción ante su respuesta al conflicto catalán, claramente percibida como una demostración de tibieza– que por entusiasmo o ilusión hacia Cs y sus propuestas. Las expectativas de la fuerza naranja han crecido a consecuencia de la necesidad del electorado liberal de hallar, ante el desgaste de los populares, una representación nueva. Por eso, el vuelco en el Gobierno plantea a la formación centrista un problema de adaptación de su estrategia: si hasta ahora vivía sobre todo del desencanto con Rajoy, tiene que plantearse qué hacer una vez que Rajoy está fuera.

El triunfo de la moción de censura ha dejado a los riveristas en fuera de juego. Para muchos electores moderados, ha sido el empeño en convocar elecciones anticipadas el factor clave del acceso del PSOE al Gobierno. Objetivamente esta tesis tiene bastante de cierto, toda vez que los nacionalistas se inclinaron por votar a Sánchez cuando supieron que Cs estaba dispuesto a presentar una segunda moción instrumental con Podemos. En cualquier caso, la velocidad de los acontecimientos ha provocado en el partido de Rivera una patente sensación de desconcierto. Ha perdido protagonismo y relevancia en el Congreso, y la buena acogida del Gabinete sanchista le ha achicado el terreno al cerrarle por la izquierda la vía alternativa de crecimiento. Los socialdemócratas se han apoderado de la iniciativa y han logrado situarse en la posición dominante del tablero. Su clara intención de rebajar el ruido en Cataluña tiene como objetivo despojar a Ciudadanos de su principal argumento. Si además el relevo de Rajoy provoca una renovación del PP, se abrirá en condiciones muy distintas la batalla por el voto de la derecha y del centro. Todo ha cambiado muy deprisa y tal vez los últimos movimientos se dejen notar en los próximos sondeos.

La cuestión clave es la redefinición del marco. El adversario de referencia se ha desdoblado: ya no es sólo un PP en declive que puede salir proyectado con un nuevo liderazgo, sino también un PSOE decidido a aprovechar la ventaja de su audaz golpe de mano. Por un lado, este Gabinete socialista es en sí mismo un cartel electoral de gran impacto publicitario; por el otro, ya no tiene sentido postular un antimarianismo sin Mariano. El poder ha dejado de ser un horizonte inmediato y la primogenitura de la oposición hay que disputársela a un partido que le saca más de cien escaños. Nada está escrito pero Rivera no tiene margen para pasos en falso.