ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

El proyecto político de Errejón es idéntico al de Iglesias: comunismo disfrazado de populismo chavista

RESULTA patético el empeño de Pedro Sánchez y sus terminales mediáticas por presentar a Íñigo Errejón como el representante de una izquierda moderada, «positiva» (sic) y «esperanzadora» (sic), en contraposición a Pablo Iglesias, convertido de pronto en la encarnación misma del radicalismo obstruccionista. Claro que un hombre capaz de llegar a la Presidencia merced a una moción de censura, utilizar ese cargo para «comprar» votos de forma desvergonzada recurriendo a los presupuestos, ganar unas elecciones por los pelos, obstinarse en gobernar en solitario, negarse a negociar concesiones tanto a su derecha como a su izquierda, forzar descaradamente una repetición electoral y rematar la jugada culpando a todos los demás de su monumental fracaso, es un hombre capaz de cualquier cosa. La primera y principal, mentir sin ponerse colorado.

Errejón difiere de Iglesias en altura, peso, talante y, desde hace unos meses, siglas. Por lo demás, su proyecto político es idéntico. No en vano parieron Podemos juntos, el primero poniendo estructura organizativa al comunismo disfrazado de populismo que el otro defendería después desde los platós de las televisiones con un derroche de pasión. Si acabaron tirándose los trastos a la cabeza no fue por discrepancias en el modelo de sociedad que anhelaban implantar en España, inspirado en el de la Venezuela chavista, sino por un descarnado afán de

poder. Ambos querían imponer sus decisiones dentro del grupo; ni más ni menos. Y como Pablo demostró más habilidad ante las bases a la hora de obtener su respaldo, Íñigo terminó por marcharse en busca de otro pesebre donde seguir abrevando. Esa búsqueda se le dio siempre tan bien que hasta la convirtió en materia de máster reservado a la gente de confianza, desde luego. La Universidad de Málaga le pagó durante bastante tiempo 1.800 euros mensuales por un presunto trabajo de investigación, realizado sin la perentoria asistencia a la facultad, plasmado después en seis folios, seis. La conocida como «beca black» provocó su inhabilitación para trabajar en dicha institución, aunque muchos hayan olvidado ese escandaloso episodio, desaparecido de su currículum. Poco después de esta «hazaña», en mayo de 2017, el profesor caído en desgracia predicaba a los suyos en un acto de Podemos Madrid la necesidad de «dejar sembradas instituciones populares para refugiarse cuando gobierne el adversario». O sea, traducido al román paladino, utilizar el ayuntamiento, a la sazón gobernado por Manuela Carmena, para crear artificialmente abrevaderos financiados con dinero público en los que colocar a los suyos una vez perdido el poder. Y siguiendo su propio consejo, él se apresuró a fundar Más Madrid en cuanto salió de Podemos. ¿De dónde iba a comer si no? Ahora concurre a las generales, al frente de su formación, bajo el estandarte del «progresismo amenazado». ¡Qué cara más dura!

El partido con el que Errejón se aseguró un asiento calentito en la Asamblea madrileña, aprovechando para apuñalar a su antiguo amigo a traición, es una versión bizcochable de Podemos. Ni moderada, ni positiva, ni esperanzadora para nadie cuyo propósito no sea dividir el voto de la extrema izquierda, quebrar el espinazo a los morados y quedarse con los restos de su anhelado naufragio en las urnas. Sánchez cree, además, que el apoyo de Errejón le saldrá a un precio de saldo, y probablemente tenga razón. Todo lo demás es puro teatro. Una obra puesta en escena con la colaboración bochornosa de ciertos medios de comunicación, públicos y privados, cuya desmemoria solo es superada por su falta de neutralidad. Ahí está, sin ir más lejos, RTVE, organizando los debates entre candidatos al dictado de La Moncloa. ¿Quién da más?