Podemos y la libertad de prensa

LIBERTAD DIGITAL 30/03/17
EDITORIAL

· El problema de fondo es que una banda de matones que no esconde su afán totalitario actúe con total impunidad desde dentro de instituciones

Es muy difícil, probablemente imposible, encontrar un político que adore la crítica independiente a la que lo somete ese buen periodismo que no se entrega a ningún partido, otra especie que tampoco abunda, por cierto.

Partiendo de esa premisa, no hay que sorprenderse porque desde siempre los políticos hayan tratado de influenciar a periodistas y medios y de comunicación, favoreciendo a los más serviles y poniéndoles las cosas difíciles a los más rebeldes. Cuando tenemos que usar rebeldía como sinónimo de independencia es sintomático de la compleja relación entre la prensa libre y el poder político. Como sucede con la Justicia, en España la total dependencia de los grandes medios de comunicación, especialmente las televisiones, del poder político llega a límites insoportables para una sociedad libre y democrática.

Sin embargo, hay algo diferente en la virulencia contra la prensa con la que Podemos ha irrumpido en la arena pública: ningún partido se había atrevido hasta el momento a decir cosas como que la existencia de medios de comunicación privados amenaza la libertad de expresión –cuando es precisamente lo que la garantiza-; nunca se habían visto las campañas de desprestigio y ridiculización a las que hoy en día asistimos en las redes sociales; y en muy pocas ocasiones se habían lanzado ataques directos e insultos contra profesionales o medios concretos, tal y como hacen el propio Pablo Iglesias y los suyos. Y, desde luego, no recordamos que esos ataques y esos insultos llegasen desde el interior de instituciones públicas como el Congreso de los Diputados o el Ayuntamiento de Madrid, en las que todos estamos representados.

Ese plus de infamia y cerrilidad responde al profundo rechazo que los del partido morado sienten por cualquier tipo de libertad, desde la de prensa a la económica pasando por la de expresión o incluso la de huelga, que sólo entienden como la libertad para poder coaccionar a los trabajadores.

Y es que Podemos es un grupo –más banda que partido- que abandera sin ningún complejo un proyecto totalitario en el que los periodistas no están para servir a la verdad, ni los jueces a la Justicia o los artistas al arte, sino que unos y otros deben subordinarse a la causa revolucionaria a mayor gloria de Pablo Iglesias y su pequeño soviet de confianza.

Un grupo cuyo desprecio por la libertad de prensa no es sino el reflejo de su desprecio por la democracia, a la que tantos llamamientos lacrimógenos hacen, pero que en realidad no es para ellos sino el medio de hacerse con el poder.

Desde esta perspectiva es cómo hay que analizar el matonismo con el que Iglesias y los suyos se relacionan con los medios de comunicación y los periodistas, porque es la mejor muestra de lo que están dispuestos a hacer si alcanzan el poder: ni más ni menos que acabar con la democracia, que es por cierto lo que han hecho sus congéneres ideológicos allí donde han llegado a ocupar las instituciones.

El problema, en suma, no es que Podemos ataque a Libertad Digital y esRadio, eso es más bien un honor. Otra cosa es que lo haga con acusaciones falsas y bajo la premisa del «difama que algo queda». El problema de fondo es que una banda de matones que no esconde su afán totalitario actúe con total impunidad desde dentro de las instituciones que pretende socavar y se haya convertido, gracias a los intereses espurios de unos, el poder político, y a la irresponsabilidad de otros, los grandes medios de comunicación, en el tercer partido más votado en España.