Poesía y contabilidad

EL MUNDO 24/08/17
JORGE BUSTOS

Que la independencia iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. Como todos los indepes, yo vine a llevarme el Estado por delante. Estos versos habrá de repetirse dentro de unos años, desde el áspero regazo de la madre de todas las resacas, el crédulo culpable del Procés; ese populismo con lindes que le robó el corazón solo hasta el instante exacto en que amenazó con tocarle el bolsillo. Vendrán entonces tiempos buenos para la lírica del género elegíaco: quisimos dejar huella, marcharnos de España entre aplausos, aunque ya entonces sospechábamos las dimensiones del teatro. Fue una obra total, rememorarán los nostálgicos: nosotros escribíamos el guion, nosotros lo representábamos y nosotros nos aplaudíamos a nosotros mismos. Pero al final asomó la insoportable verdad: la producción corría a cargo del FLA. Es decir, del propio Estado, que un día decidió bajar el telón.

Harán falta las mejores plumas de la narrativa barretinera para presentar a las futuras generaciones un relato tolerable de semejante ridículo. El censurado Morán revelaba en su artículo el pensamiento inconfesable que circula estos días entre los guionistas de la farsa: «Solo un muerto salvaría a Cataluña». Y así es. Lo que eleva una opereta bufa a la categoría de drama épico es la intervención del hecho trágico. Pero qué tanque vas a mandar contra un Turull, por el amor de Dios. No merecen ni aquel madrugón en Perejil. Basta, y sobra, un pelotón de contables, como dice Ignacio Camacho.

Que el acto final de la farsa indepe lo ponga don Cristóbal es pura justicia poética. Proporcionalidad exquisita. Porque el Procésnunca fue otra cosa que un simpa con folclore, y Montoro no es hombre que se pare a considerar la preferencia sentimental del contribuyente. Ha intervenido la autonomía catalana con un bostezo y una hoja de Excel donde figuran los nombres y los números de cuenta del funcionariado. No da para un óleo de Delacroix; como mucho, para un botellón de las CUP. Y luego, inexorable, la factura. Porque delinquir, pagar, es el único argumento de la obra.